¿Estarías dispuesto a someterte a una operación de alargamiento de piernas solo por una cuestión de estética? Esta tendencia, que ha cobrado mucha fuerza en países como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania o India, surgió en los años 50 como una técnica médica para tratar fracturas óseas complejas, deformidades en las extremidades o malformaciones congénitas.

El responsable de esta técnica es el cirujano ortopédico soviético Gavriil Ilizarov y está basada en una propiedad intrínseca de nuestro organismo: la osteogénesis. Este proceso es el responsable de la formación en nuestro organismo el tejido óseo y por ello, la base de nuestro crecimiento. A lo largo de la vida, el hueso se reabsorbe y se reestructura de forma natural: mientras unas células disuelven parte del hueso, otras se colocan en los huecos y producen una calcificación.

Este fundamento es precisamente el que usan las técnicas modernas para conseguir un alargamiento de piernas. Consiste en romper quirúrgicamente el hueso del miembro que se quiere alargar y mediante un dispositivo forzar la separación, muy poco a poco, del hueso. El proceso de osteogénesis comenzará a rellenar el pequeño espacio de separación y lentamente los huesos irán creciendo y, con ellos, las extremidades que se quieren alargar.

Sin embargo, esta intervención no está exenta de peligros. Este proceso de osteogénesis no afecta solo al hueso, sino también al músculo, al tejido conectivo y a los nervios que deben adaptarse también a ese crecimiento forzado, lo que de no hacerse podría causar la pérdida de movilidad parcial o total de la extremidad. El organismo, incluso, podría rechazar la prótesis y causar una infección severa.

No apta para todos los bolsillos

Por su precio, tampoco es una operación que esté al alcance de cualquiera, ya que oscila entre los 70.000 y los 150.000 dólares (entre 71.000 y 152.000 euros) dependiendo de los centímetros que se quiera alargar la extremidad.

La mayoría de quienes se someten a este tipo de operaciones opta por alargar sus piernas 5 centímetros, lo que se consigue alargando el fémur, mientras que si lo que se quiere es crecer alrededor de 15 centímetros, además del fémur tendrá que operarse también la tibia. Retirar después los clavos tampoco es barato y encarecerá la factura en otros 20.000 dólares (20.300 euros).

Otra curiosidad sobre este tipo de operaciones es que los centímetros extra de altura que se ganan se concentran en las piernas, lo que dotará al cuerpo de la persona que se opera de unas extrañas proporciones que saltarán a la vista cuando el paciente esté desnudo.

Una sanitaria coloca una venda en la pierna de un paciente. Freepik

También hay que destacar que este tipo de operaciones resultan muy dolorosas ya que, en la medida que se extienden los clavos, también se estiran los nervios y el tejido que rodea a los huesos, sobre todo músculos gruesos como los isquiotibiales.

Una vez que sabemos que este tipo de intervenciones son caras, dolorosas y no están exentas de peligros debemos valorar si son la única solución a un problema real de salud, si realmente estamos dispuestos a pasar por todo esto por ser más altos o si, nunca mejor dicho, puede ser peor el remedio que la enfermedad.