Sonaron las campanas, el repique celestial en Madonna del Ghisallo cuando el pelotón pasó a su lado. En 1948 el papa Pío XII proclamó a Madonna del Ghisallo Patrona universal de los ciclistas. Una antorcha bendecida por el Papa fue trasladada desde Roma hasta el santuario a relevos. Gino Bartali y Fausto Coppi fueron los campeones que dieron luz a la patrona del ciclismo. Nadie tiene más brillo dorado que Tadej Pogacar, el ciclista de oro y piernas de platino.

El esloveno se encumbró nuevamente en Il Lombardia tras el festejo del pasado año. En el otoño, Pogacar es la exuberante primavera, un estallido de bellos colores. En la Clásica de las hojas muertas fue pura vida el esloveno, que sometió en el pleito a Enric Mas, recuperado para la causa. Exigió al límite a Pogacar. El campeón respondió con contundencia.

En las distancias cortas, Pogacar evidenció su magnífico reprís. Mas, que le batió en el Giro dell’Emilia, tuvo que claudicar. Cabeza alta para Mas, floreciente en el final del curso. También brotó magnífico Mikel Landa entre la foresta del anonimato. El escalador alavés, que ofreció su mejor versión, fue tercero en la clásica italiana, a un manojo de segundos del rey esloveno, que corre contra la historia.

Pogacar cierra el curso como el más laureado, con 16 triunfos. “Una temporada casi perfecta”, dijo el campeón, al que aún le pesa la corona de espinas del Tour. En Il Lombardia reclamó una carrera que le pertenece. Es parte de su biografía de campeón. Otro portador de la luz para Madonna del Ghisallo. El manto de la virgen protege a los ciclistas. Esa es su función. Los caminos del Señor son inescrutables pero conducen irremediablemente a Roma, que no es otro que Pogacar.

CAÍDA Y RETIRADA DE NIEVE

La ayuda divina de la virgen no llegó a todos. Mikel Nieve no escuchó el eco de las campanas. Su sonido era el de los gritos de dolor. Una dura caída le sacó arrastras de Il Lombardia. Sirenas de ambulancia. En una curva, junto a un quitamiedos de la Clásica de las hojas muertas, pereció la despedida del leitzarra del ciclismo. No pudo terminar la carrera. Sobre el asfalto gris se fundió a negro Nieve.

Fue trasladado al hospital. Las pruebas que le realizaron determinaron la fractura de clavícula izquierda. Junto a Nieve, ovillado sobre el asfalto, se estrelló Lorenzo Fortunato. La suerte no mezcla bien con el ciclismo, más azaroso que la propia fortuna. Nadie merece cerrar así su carrera profesional. Los accidentes, sin embargo, ocurren, tienen sus propias leyes.

POGACAR ENDURECE LA CARRERA

Lejos de la miseria y la pena, finiquitada la fuga de siempre, Il Lombardia elevó los cuellos con San Fermo della Bataglia, que saludó la fatiga con una herradura que no simbolizaba la dicha. Laminada la clásica por los costaleros de Pogacar, que marcaron un paso de Semana Santa. El sufrimiento como calzada. Valverde, agasajado en la salida, –hasta le abrazó Jan Ullrich– se cosió al esloveno.

Pogacar, el número uno planchado sobre la espalda, era el hombre a seguir. Los favoritos se arremolinaron alrededor del ritmo cuartelero del UAE. El Civiglio asomaba a modo de frontera y bisagra de Il Lombardia. Una lengua estrecha, altiva y burlona. Bronca y dura. Alaphilippe arrió su bandera. Nibali encogió la aleta. El Tiburón de Messina, camino de la jubilación. La carretera no hace prisioneros ni respeta el pasado. Tampoco la jerarquía.

Landa, tercero finalmente, con Pogacar y Mas. Sprint Cycling

LANDA ASOMA

Pogacar, los hombros adelantados, estalló. El esloveno es un dinamitero. Se desprendió el andamiaje de los mejores, convertido el orden en una escombrera. Se agrietó Valverde. Solo Mas se agarró al esloveno. Se agigantó Landa. Les rastreó de cerca en Civiglio, una subida de muro en muro. Landa, camuflado, enlazó en el descenso con Pogacar y Mas. El trío de reyes de Il Lombardia. Los otros candidatos, con Valverde, Bardet, Vingegaard, Mollema o Yates... se quedaron sin mano en la mesa de juego. Demasiado alejados y poco dialogantes. Intereses cruzados.

Landa, Pogacar y Mas hablaban por los codos. Higuita y Carlos Rodríguez rompieron la paz por detrás. En la segunda pisada de San Fermo della Bataglia, Pogacar dio el último trago. Refrescó el gaznate y se aligeró. Landa vigilaba al esloveno y a Mas. Los tres se observaban. Desconfianza. El esloveno, el más veloz en el esprint, aguardaba su escenario. Mas se agitó. Al asalto. Pogacar no le concedió ni un palmo. Landa torció el gesto. Tuvo que sentarse. Obligado por los trallazos de Mas y Pogacar.

Valverde dice adiós. Sprint Cycling

MANO A MANO

El mallorquín quiso ser el mismo de San Luca. pero le negó el esloveno. Sería un vis a vis entre Mas y Pogacar, con Landa desgañitándose en el descenso. Accedieron el mallorquín y el esloveno al pleito por la gloria. Mas se dejó el alma. Ni eso le alcanzó ante Pogacar, que observó la agonía de Mas mientras alzaba los brazos y sacaba la lengua. Landa apareció diez segundos después para cerrar el podio. En el esprint del grupo, Valverde saludó su adiós. Antes, Pogacar se regaló otro monumento en Lombardía.