Con las piernas de regreso del barbecho invernal, todavía sin depilar, apareció Primoz Roglic en la Tirreno-Adriático, la victoria 69 de su extenso palmarés. El esloveno adelantó su aterrizaje en la temporada. No estaba Roglic a su mejor nivel, pero sucede con los campeones que incluso sin llegar a ese éxtasis, fue capaz de agarrar su segunda Tirreno-Adriático (la primera la logró en 2019) después de festejar tres victorias consecutivas en su hoja de servicios. Cuatro cursos más tarde, Roglic, un depredador impenitente, acumuló otro éxito desde el cálculo.

Conocedor de sus limitaciones porque su estado de forma no era el óptimo supo leer las corrientes internas mejor que nadie. Explotó su mejor virtud, la del gran llegador en muros y repechos. Su arrancada aún es de las mejores. Con eso se subió al liderato de la Carrera de los Dos Mares.

Bonificaciones y gran gestión de esfuerzos

No le sobraban segundos, pero gracias a las bonificaciones que le dieron sus tres triunfos de etapa, enlazó tres de manera consecutiva, y a la gran gestión de esfuerzos, el esloveno vivió la última etapa, que logró Philipsen al esprint en un duelo cerrado con Greoenewegen, con la tensión de un turista al sol. En el podio final le acompañaron Joao Almeida, a 18 segundos, y Tao Geoghegan, a 23 segundos.

Mikel Landa, a buen nivel

Mikel Landa no pudo acceder a esa foto a pesar de rendir a un notable nivel en la carrera italiana. El alavés, podio en 2021 y 2002, fue séptimo. Le penalizó, sobre manera, la etapa con final en Sassotetto, la que sirvió a Roglic para comandar la general.

Con el viento de cara que imposibilitaba cualquier aventura en solitario camino de la cima, donde el murgiarra venció en 2018, Landa se vio abocado a disputar el esprint con los mejores. No luce ahí el alavés. Lo mismo le ocurrió en Osimo. Su movimiento seleccionó el grupo de los nobles, pero finalmente Roglic remató, el rey de los Dos Mares y el mejor con la calculadora.