Por motivos mil veces detectados y analizados, pero sin que eso se haya traducido de verdad en un cambio de métodos de selección y preparación, el ciclismo español ha tenido pocas veces esprinters, finalizadores, killers o como quieran llamarlos. Y cada vez que surge uno es una sorprendente excepción, una rara avis como lo han sido Miguel Poblet, Óscar Freire o Alejandro Valverde. Una corta lista en la que también tiene un hueco de honor el gran Txomin Perurena. Un ciclista al que le pegaba mucho más haber nacido en Flandes que en Oiartzun: gran rodador en el llano, potente en los repechos y veloz en las llegadas. Ese tipo de corredor que se denomina clasicómano y que es mucho más raro ver en los equipos de casa que en algunos belgas u holandeses en los que las grandes clásicas (incluido el Mundial) tienen una importancia igual o incluso mayor que las vueltas de tres semanas. 158 victorias (más que las 133 de Valverde) lo refrendan.