Elon Musk sigue experimentando con Twitter, el juguete que compró el año pasado pero al que todavía no es capaz de extraerle rentabilidad. El magnate estadounidense de origen sudafricano ha sorprendido a todos los usuarios de la red social, que han comprobado en los últimos días como el tradicional icono del pajarito azul ha sido sustituido por el de un perro. 

Se trata de una imagen que nació en 2013 y está asociada al lenguaje audiovisual humorístico que puebla en muchas ocasiones los contenidos en Twitter, pero que acabó convirtiéndose también en el símbolo publicitario de Dogecoin, una criptomoneda derivada de Bitcoin en la que el propio Musk ha invertido parte de su fortuna. Una maniobra de la que ha salido beneficiada la divisa digital, que se ha visto revalorizada en un 35% desde que Musk decidió darle visibilidad. 

De hecho, no es la primera vez que Musk publicita esta criptomoneda, puesto que en el pasado ya la ha promocionado a menudo, aceptándola incluso para la compra de accesorios de Tesla, la compañía de vehículos eléctricos que dirige. Esta misma semana, Musk ha solicitado a un juez de Nueva York que desestime la demanda por 258.000 millones de dólares que ha presentado contra él un grupo de inversores por, según el escrito de los financieros, “inflar artificialmente” el valor de Dogecoin. 

En realidad, todo se asemeja más a uno de los juegos de despiste con los que a Musk le gusta entretenerse desde que adquiriese, después de arduas negociaciones, la red social en octubre del año pasado. Pero el balance ahora no parece muy halagüeño, a tenor de las propias conclusiones que ha ido deslizando el propio Musk. Así, en una nota interna transmitida a sus empleados les ha asegurado que el valor de la empresa ha caído a los 20.000 millones de dólares, menos de la mitad de los 44.000 que él pagó en su compra el pasado octubre. Además, se calcula que ha sido despedida el 25% de la plantilla global de la red.

Hasta el momento, su principal idea para elevar los ingresos de Twitter -cuyas ganancias por publicidad han caído de manera acusada desde que el magnate se convirtiese en el único propietario- ha sido la de proponer el cobro a los usuarios por disponer de la señal que otorga un valor verificado a sus cuentas, el llamado ‘Twitter Blue’. De momento, con escaso éxito, porque la mayoría de los usuarios, incluyendo los más influyentes y famosos, se están negando a ello. Después de años de utilización sin pago de por medio, los gigantes tecnológicos que están detrás de las redes sociales se encuentran con dificultades para obtener réditos directamente de los usuarios, aunque perciben muchísimos de manera indirecta, a través de la vinculación entre los datos personales y la publicidad. Según ‘The New York Times’, que cita un documento interno de Twitter, la compañía planea mantener la marca de autenticidad de la cuentas para las 1.000 empresas con más seguidores y de los 500 mayores anunciantes. Para las organizaciones en general, se plantea exigir 1.000 dólares mensuales (920 euros).