¿De verdad que no le dan miedo las cámaras?

-(Risas) La verdad es que no. Me encanta el directo... ¡lo adoro! Supone un subidón indescriptible. Eso sí, a las cámaras hay que respetarlas, quererlas. Sentarte delante de ellas con el máximo cariño y profesionalidad posible, porque cuando se enciende el piloto rojo pueden ser tus mayores aliadas o el peor de los enemigos. Como diría la gran Terele Pávez, a mí "solo me dan miedo los hijos de puta".

¿En qué formato se siente especialmente cómodo?

-Soy un chico de magazines. Aunque he participado en concursos, programas de cocina, formatos de entrevistas... lo cierto es que el entretenimiento de sofá y debate siempre me ha fascinado. El inmortal corrillo fundado por María Teresa Campos. Para mí es un lujo compartir puntos de vista en una mesa. Coincidir en una tertulia y trabajar codo con codo con personas como Nieves Herrero, Naiara Pinedo, Marta Robles, Elisa Palenzuela, Pilar Eyre...

¿Sigue habiendo un desprecio general por el cotilleo y el famoseo?

-¡No lo dudes! Y no tanto por parte del público, del que generalmente solo recibes cariño. Las mayores críticas y censuras (que es algo que me alucina) siempre vienen de esa parte de la profesión a la que me gusta calificar como relamida. De ciertos periodistas inflados (cada vez menos, todo sea dicho) que tratan de segunda a los profesionales que no hablamos de política, sucesos, finanzas... Los trajes y corbatas contra las camisas divertidas y el entretenimiento.

Le doy la vuelta a lo anterior: ¿Se puede hacer un programa digno sobre famosos?

-Te puedo poner muchos ejemplos: Extra Rosa, Corazón de..., Viva la vida, Lo que faltaba (en nuestra querida ETB), y por supuesto, Sálvame. Con sus virtudes, defectos y excesos, pocos formatos en televisión duran tantos años como el programa de La fábrica de la tele: catorce. Y muy pocos logran generar esa máxima que siempre busca la televisión: desarrollar amistad, fraternidad con el espectador.

Todo por la audiencia. ¿No hay límites?

-Es una cuestión a la que deberían responder también cantidad de informativos, programas de debate político, analistas, periodistas de traje y corbata... En el fondo, analizar el nuevo noviazgo de Urdangarin no va más allá de un salseo. Sin embargo, ser tendencioso, sesgar datos o mentir en una tertulia política tiene mucho más alcance.

¿Le da vértigo mirar lo que dicen de usted en las redes sociales?

-Hubo un tiempo en el que me afectaban los insultos directos. Esas faltas de respeto porque sí. Pero hace años que no hago ni caso. Mi vida me gusta tanto y estoy tan contento con lo que hago que no pienso perder ni un minuto en lo que no importa.

Le pregunto por la tele convencional, pero ahora hay mil plataformas. ¿Con cuál se queda?

-Mucha gente no lo sabe, pero mi trabajo diario es la gestión de redes sociales. Soy Social Media Manager en una agencia de Comunicación, Navarra Capital, en la que diseñamos y nutrimos los perfiles de cantidad de instituciones y empresas. Desde la pandemia vivo enganchado al TikTok, una herramienta que me fascina, entretiene y horroriza a partes iguales.