Los dos últimos años no han sido fáciles para Javier Gurruchaga. El parón a causa de la pandemia y la muerte de Pedro Ayestarán, Popotxo, en octubre de 2020 frenaron al incombustible showman, que se refugió en los libros, especialmente en los cuentos de Edgar Allan Poe, para seguir adelante. Fruto de ese periodo, el donostiarra ha creado un nuevo espectáculo, Historias extraordinarias, con el que el músico y actor vuelve a la carga para celebrar los 46 años de vida de La Orquesta Mondragón. El show se podrá ver el próximo viernes en Chillida Leku en la segunda edición del Singular Fest, el festival que tendrá lugar en el museo de Hernani durante todo el fin de semana y que también contará con los conciertos de Lila Downs y Chucho Valdés y Paquito D’Rivera.

El espectáculo será todo un viaje al pasado con motivo de los 46 años de La Orquesta Mondragón, pero sin perder el cariz novedoso, ¿no?

–No es tan nuevo en el sentido de que son muchas de las canciones que llevamos tiempo interpretando, pero también hay temas nuevos como la que hemos hecho dedicada a la violencia y a la guerra de Ucrania. También será un homenaje especial a Edgar Allan Poe, ya que coincidimos en muchas cosas como en el humor, la fantasía o la estética terrorífica. Escribió mucho sobre pandemias, incluida la tuberculosis, que llevaría a su mujer a la tumba, así que pensamos que sería muy apropiado acercarnos ahora a su mundo poético. En definitiva, van a ser una hora y tres cuartos de entretenimiento en el que estará nuestro especial reconocimiento a Popotxo, que falleció hace año y medio.

¿Cuánto ha influido Edgar Allan Poe en su carrera?

–Recuerdo haber leído El gato negro, Los crímenes de la calle Morgue y El cuervo siendo un chaval, pero muy superficialmente. No es hasta que te haces más mayor cuando te das cuenta de lo que está contando y cómo lo está contando. De toda la profundidad y belleza que tiene. No ha sido hasta este tiempo de pandemia cuando he tenido más tiempo para releer esos cuentos extraordinarios que hemos utilizado para los conciertos de La Orquesta Mondragón.

¿Qué más cosas ha reaprendido en estos dos años de parón debido a la pandemia?

–Nos ha dado tiempo para todo (risas). Yo agarré el covid, que afortunadamente fue suave, pero mucha gente se ha marchado. Todas las reflexiones que hemos tenido con la pandemia las hemos querido incorporar al show.

El coronavirus impidió la celebración de los 45 años del grupo, por lo que, imagino, el concierto en Chillida Leku será una ocasión especial para ello.

–Sí. Estuve allí hace ya bastantes años allí. El emparejamiento entre el mundo de Chillida y el nuestro lo pudimos hacer en el Peine de los Vientos en 1978 y cuadró bien. Poder hacerlo ahora en Chillida Leku me hace especial ilusión. Me gusta mucho su obra y se creará un espacio mágico con ella.

Antes ha comentado el homenaje a ‘Popotxo’, algo que no podía faltar.

–En plena pandemia cayó la noticia de que un paro cardíaco se lo había llevado. Era, como yo, bastante neurótico con las enfermedades y al final el corazón le falló. Queremos dedicarle un pequeñito homenaje dentro de todos los homenajes que tenemos previstos.

En este casi medio siglo de viaje son muchos los compañeros que ha tenido. ¿Pensó en algún momento una travesía como esta?

–No soy futurólogo ni nada de eso. La experiencia empezó en un programa de radio y desde entonces he hecho muchas cosas, unas más acertadas y otras con más ilusión que luego no funcionaban. Al final, llevo dedicado al entertainment prácticamente toda mi vida.

Música, televisión, cine, teatro... ¿le ha faltado algo?

–No, solo he intentado hacerlo bien y conseguir que me llamasen más. He hecho muchas cosas, pero siempre ha habido épocas en las que no sonaba el teléfono. Todos sabemos cómo es está profesión.

Últimamente sí que le llaman y buena prueba de ello es la medalla de oro al mérito de las Bellas Artes.

–Llevan un cierto retraso y no sé cuándo me la entregarán, pero será bien recibida. Los premios me recuerdan a los diplomas del colegio, que son una forma de animarte y de decirte que hay que seguir luchando en esta carretera porque merece la pena.

La recibirá, por lo tanto, mirando al pasado, pero, sobre todo, al presente y al futuro.

–Solo ver al resto de premiados, te hace seguir adelante. Además, me hace ilusión porque es un premio que le habría gustado mucho a mi madre.

Este mismo año publicaron el tema ‘No dispares más’, que, como ha dicho, habla de la guerra en Ucrania. ¿Cree que el ser humano no aprende nunca?

–Seguimos repitiendo los mismos errores. Es una canción que habla no solo de las guerras, sino que es un homenaje a la paz, a que no haya violencia. Vale para lo que pasa en las calles, en los colegios de Estados Unidos... es un alegato en contra de las armas. Son tiempos duros y difíciles, por lo que hemos querido recuperar el Imagine, de John Lennon, y reprocharnos que no espabilamos. Muchas de las imágenes de Ucrania son las mismas que se pudieron ver en la II Guerra Mundial. Desgraciadamente, todo se repite.

En muchos casos, ha habido una evolución, pero en otros no. En el caso de los artistas parece más difícil que nunca hacer algo sin ofender a alguien.

–Ahora hay otras maneras más sofisticadas de censurar, pero sigue existiendo. Nos hacemos, quizás, una autocensura. En nuestro caso, hay algunas canciones del repertorio que no incluimos porque tratamos de ser amables con todo el mundo y pasar un buen rato. Corren tiempos más difíciles para la lírica y muy diferentes. La censura del franquismo se fue apagando y, ahora, poco a poco hemos ido yendo por otro tipo de censura.

¿Cree que falta comprender el contexto en el que surgieron las obras?

–Olvidamos con facilidad de dónde vienen las cosas. El olvido es una asginatura constante. Lo mismo los guiños o las referencias. Hay una amnesia a muchas cosas que han pasado en la historia.

Hoy en día, ¿cree que habría podido componer las mismas letras?

–No lo sé. Cada día sorprende más todo. Muchas canciones eran, por un motivo o por otro, bien o mal vistas, y no tengo una razón para ello.

Es historia viva de la televisión, pero, ¿las nuevas generaciones conocen a Javier Gurruchaga y a La Orquesta Mondragón?

–Hay personas para todo. Cuando era chaval había mucha gente que mis compañeros de clase no conocían. A mí siempre me ha interesado un tipo de cine o de comedia que a otros no. Entiendo que el tiempo pasa y es inevitable. Aún así, veo que entre el público que viene a vernos hay de todo. Se pueden ver varias generaciones. Seguro que para muchos jóvenes ni los hermanos Marx ni Chaplin son interesantes. La ignorancia siempre ha estado. ¡No habré visto o leído yo cosas que tenían más de cien años! La curiosidad nunca hay que perderla y nuestra labor es promoverla, sea con un verso de Poe o con una canción.

Tengo la impresión de que siempre le ha interesado más la cultura de otro siglo que aquellos en los que ha vivido.

–No del todo. Me gusta también la de este siglo. Soy bastante ecléctico en ese sentido.

En cuatro años, La Orquesta Mondragón cumplirá el medio siglo de vida. ¿Hay energía para muchos más?

–Al paso que vamos con estas vacunas tan estupendas hasta los cien seguro (risas). Desgraciadamente, esto no dura nada. Ver imágenes del pasado me da mucha rabia. Va todo tan rápido que te asombras de lo efímeros que somos, pero es ley de vida.