Itsaso Arana (Tafalla, 1985) es Sara en Las últimas de la fila, serie de Daniel Sánchez-Arévalo que aborda el viaje que emprenden cinco amigas cuando una de ellas es diagnosticada de cáncer. Con el pelo rapado, la actriz navarra lidera a este grupo en una peripecia de seis episodios donde cada una de sus componentes se pondrá a prueba saliendo de su zona de confort. Arana desea ya que llegue el estreno para compartir esta experiencia que, según dice, la ha transformado por dentro y por fuera. Mientras, se encuentra inmersa en el montaje de su primera película como directora, Las chicas están bien, que estrenará el año que viene.

Apenas quedan unas horas para el estreno. ¿Con ganas? 

–Sí, me impresiona bastante que se estrene ya y en una plataforma tan grande, tan potente... Al final todo esto te genera una sensación extraña porque nosotros desarrollamos nuestro trabajo en la intimidad; rodeada de un equipo que, aunque en este caso era de muchas personas, acaba convirtiéndose en tu familia. Y, de pronto, saber que todo ese trabajo va a estar disponible para tanta gente impresiona, la verdad, pero ahora mismo ya no depende de nosotras. Es tiempo de soltar el trabajo y que pase lo que tenga que pasar. Yo, además, ya estoy centrada en otros trabajos.

¿Cómo definiría ‘Las de la última fila’, qué tiene de especial para que el público se decida por ella entre la cantidad de oferta que llega todas las semanas a estas plataformas? 

–Creo que es un viaje de sororidad entre amigas. Es tierna, divertida, emocionante. Muestra a un grupo de mujeres en una edad, los treinta y largos, que no es la más habitual en la ficción y en la que la amistad no suele ser lo que más se estila. Parece que conforme vamos creciendo es más difícil mantener las amistades. Y es interesante hacer huecos para parar un poco el mundo y simplemente disfrutar y compartir con amigas. Esta serie puede estar muy bien para todas y todos los que tengan ese anhelo de pasar más tiempo con sus amigos, de hacer el gamberro y también de compartir dolores. Porque el viaje que hacen estas chicas en la serie es de evasión, pero a la vez tiene un anclaje dramático importante y profundo. 

Una de ellas tiene cáncer.

Sí, y las cinco se han rapado el pelo en solidaridad con ella. En el fondo este es un viaje para poder descansar entre amigas, para caerte y dejarte sostener... Eso sí, todo de una manera particular, porque no dejan de hacer locuras en todo momento, así que de alguna manera ver la serie te puede provocar las ganas de hacer un viaje con amigas y de pasar tiempo juntas porque sí. En este mundo tan productivo, la posibilidad de estar un tiempo fuera del mundo y poder reencontrarte y recodar qué te gusta de tu vida, qué no... Las enfermedades muchas veces te llevan a plantearte si tienes o no la vida que quieres. 

Te obligan a parar y a hacerte muchas preguntas. 

–Te hacen parar o correr en dirección contraria a la muerte, que es lo que hacen estas amigas.

Cinco personajes que se rapan el pelo y cinco actrices que se raparon el pelo para la serie. ¿Cómo fue ese proceso?

–Lo sabíamos desde el principio. El casting fue muy largo, duró un año y se presentaron casi cien actrices para los cinco personajes. Como actriz, cuando te dicen algo como lo del pelo, salvo que tengas una razón personal para no hacerlo, normalmente te entregas al trabajo. Al menos yo lo vivo así. Sé que al principio impresiona mucho, yo además tenía entonces una melena muy larga, pero actuar es algo mucho más grande y estas cosas son parte de la profesión. Lo de entregar el pelo. que enviamos a una asociación para que lo pudieran aprovechar, casi fue lo de menos.  

Pero en su entorno, fuera del rodaje, esa cabeza rapada sí que llamaría la atención. 

–Sí. Es verdad que cuando salías el fin de semana o te encontrabas con alguien al que no veías desde hace tiempo, le tenías que explicar que era por un papel. Porque todavía el pelo rapado está estigmatizado y parece que denota una ideología o una enfermedad. En general, las mujeres seguimos sufriendo una gran presión estética. Ha sido muy curioso observar el nuevo papel que ejercía en la sociedad casi sin querer, porque la situación estaba generada por mi trabajo, no por voluntad propia. A veces este oficio te hace pasar fases y en este caso diría que me ha generado una transformación exterior, pero también interior. Siento que ya no soy la misma.

¿En qué sentido no es la misma?

–Raparte el pelo te da una sensación de desapego con tu propia imagen que aterra, pero que también es muy liberadora. Y, por otro lado, haber hecho un papel protagonista en Netflix, que hoy en día parece el sueño de toda actriz, también me ha hecho plantearme si este es el camino que quiero recorrer. Me he dado cuenta de que me encanta hacer el cine que he venido haciendo, proyectos autorales... Y eso que esta serie es bastante autoral porque está escrita y dirigida por un director de cine. Pero he podido valorar mi trayectoria y he tenido una perspectiva más completa de mi carrera. Por eso digo que esta experiencia ha sido toda una aventura súper transformadora que me hizo preguntarme cómo iba a volver a casa después.

¿Y cómo volvió?

–Pues volví sin pelo (ríe) y con muchas ganas de hacer cosas mías.

De hecho, este mismo año ha dirigido su primera película de ficción como directora, ‘Las chicas están bien’, aunque en Punto de Vista ya pudimos ver su documental ‘John and Gena’.

–Sí, en su momento hice un pequeño documental sobre el amor, pero en este caso es una película de ficción con un elenco genial. Cuando volví de la serie sentí una llamada muy fuerte que me empujaba a hacer esta historia que ya tenía entre manos. Necesitaba un punto de atrevimiento y el trabajo en la serie me lo dio. Hice la película mientras aprendía a hacer una película. Este trabajo es muy expuesto y a veces no queda otra. Estoy súper contenta, ahora estoy montando y seguramente estrenaremos el año que viene, pero ya hablaremos de ella cuando esté acabada. Lo que sí puedo decir ahora es que desde el final de la pandemia no he dejado de enfrentarme a retos, he rodado mucho fuera de casa y he hecho cosas que nunca había hecho. Son años de valentía. La serie también habla de eso, de hacer cosas que no hacemos porque parece que la vida nos lo impide, y es mentira. Al final somos nosotros con nuestras propias limitaciones quienes no nos lanzamos. No es fácil, pero hace falta una buena dosis de atrevimiento para vivir intensamente.

Elenco de 'Las chicas están bien', ópera prima de Itsaso Arana (3ª por la izquierda). Cedida

Las plataformas están generando muchísimos contenidos, lo que implica empleo para el sector, pero a la vez mucha sobreprogramación.

–Entre los compañeros de profesión a veces nos preguntamos si esto no será una especie de burbuja. A mí sí que me preocupa lo que nos está haciendo como espectadores. Cada vez somos más impacientes y más despóticos en el consumo de la cultura o, mejor dicho, de los contenidos, como se dice ahora. Recuerdo que yo empecé a dedicarme a esto por motivos que nada tenían que ver con el consumo, sino con el arte y la cultura. Por supuesto que yo también veo series y me gustan, pero intento ser rigurosa en cómo las veo. Cuando las haces te das cuenta de todo el trabajo que hay detrás y ver luego cómo se consumen como comida rápida impresiona un poco. Se pasa de una a otra de una forma muy desafectada, hay una especie de bulimia o de atracón audiovisual, y eso sí que me preocupa. Es verdad que nos está dando mucho trabajo, y las ofertas son muy golosas, porque estos productos mueven cantidades que el cine independiente no maneja, pero considero que el dinero no lo es todo. Yo me considero afortunada por poder combinar trabajos más mainstream con proyectos más autorales, pero no hay que perder de vista por qué te dedicas a esto y que no todos los trabajos, por muy bien pagados que estén, merecen la pena.

Volviendo a la serie, el director es Daniel Sánchez-Arévalo, quien ha comentado que tenía una deuda pendiente con las mujeres, menos presentes en su cine que los hombres. ¿Cómo ha sido el trabajo?

–Ha sido muy intenso. Él y su mujer, Sara, me hablaron del proyecto muy al principio. A los dos años me requirió para el papel que hago, que también se llama Sara, y me sentí muy afortunada de formar parte de esta historia y de hacer este personaje tan especial que viene a ser la líder del grupo. Comprendo muy bien al personaje porque he podido desarrollarlo y hacer partes más dramáticas y otras más gamberras y más cómicas. Y Dani hace un tipo de trabajo muy conversacional, las cinco no paramos de hablar y hacía falta un trabajo muy coral para generar esa sensación intangible de que éramos amigas de toda la vida. Fue un proceso muy intenso que empezó con la rapada, pero acabó mucho más allá. Hemos hecho todo tipo de locuras juntas (ríe).

Decir que esta es una serie para mujeres teniendo en cuenta la cantidad de historias de amistad entre hombres que hemos visto todas y todos sería una falacia.

–La gente se corta más a la hora de hacer estos comentarios. Como tu bien dices, hemos visto un montón de historias de amistad entre hombres y es absurdo pensar que porque esta serie muestre una amistad entre mujeres sea solo para mujeres. Está claro que hemos nacido en un mundo que no está hecho a nuestra medida y parece que somos una excepción cuando resulta que somos la mitad de la población. No hay que entrar cuando alguien dice eso de ‘cine de mujeres’. Además, en esta serie hay decisiones muy interesantes, porque somos mujeres con físicos no convencionales, hay una diversidad de edades, de caras, de cuerpos que es muy importante. En el audiovisual queda mucho trabajo por hacer en lo referido al modo en que se nos representa. Ese es un melón que hay que abrir y vamos lentos, pero porque vamos lejos.