En el pueblo de Svetlana Aleksiévich, Premio Nobel de Literatura 2015 y recientemente Premio Internacional Catalunya, vivían solamente las mujeres. Cuando después de trabajar todo el día, muy cansadas, volvían a sus casas, se sentaban a descansar en un banco y hablaban sobre la guerra. Sus conversaciones eran, para Aleksiévich, muchísimo más interesantes que todos los libros que ella leía sobre el tema.

Sus relatos eran muy diferentes a los libros. Eran mujeres que contaban sus historias y hablaban de personas: “Se quedó en mi memoria un relato sobre la guerra, donde la muerte y el amor estaban juntos. Sus relatos eran mucho más fuertes y daban miedo de verdad, no como los textos de guerra”, aseguró la escritora en la rueda de prensa que ofreció ayer en Baluarte antes de su diálogo de la tarde.

Aleksiévich avanzó las pautas sobre las qué iba a discurrir el acto de la tarde, La memoria de las tragedias y el rostro del futuro, en el que dialogó con J. A. González Sainz sobre la literatura de las personas de la vida real y los relatos “profundos e interesantes” que la motivaron a crear el género de la novela de voces. “Durante toda mi vida estas voces me perseguían y sus relatos seguían conmigo. Así nació la idea de contar la historia a través de personas pequeñas”, explicó la autora.

“La memoria es el método para llegar al arte”, afirmó Aleksiévich, que saca el arte y la literatura de dentro de las personas. Escritora, periodista y creadora de la modalidad literaria de la novela polifónica de voces, en sus obras Aleksiévich cede la voz a los humillados y a los marginados, construyendo la novela a través de sus voces y partiendo de historias personales para crear la narración.

Como ejemplo de su trabajo quiso compartir también una de las historias que conforman su libro Voces de Chernóbil, que habla de una mujer que antes del accidente de la central nuclear era pastelera y se había casado un año antes con su marido bombero.

“Ni el equipo que trabajaba en aquel momento en Chernóbil se podía imaginar lo que iba a resultar para el mundo”, afirmó la autora, que relató cómo, durante la primera noche, su marido estuvo en el tejado de la central apagando el fuego que se había producido sin ningún traje especial. “Recibió las dosis de radiación incompatibles con la vida”, relató Aleksiévich. Al hombre le dieron dos semanas de vida y le evacuaron a un hospital de Moscú.

Aleksiévich pidió a la mujer que le contase cómo encontró a su marido en el hospital: “Ella se acuerda y cuenta cómo no le dejaban entrar en la habitación para ver a su marido”, contó. “Le decían: ‘Olvídate de que es una persona a la que querías. Es un objeto que debe ser desactivado. No se puede tocar, acariciar ni dar besos. No se puede sentar a su lado’. “Ella estaba muy enamorada de su marido, y por la noche subía a la habitación a verle por la escalera de incendios y estuvo con él hasta el final”, terminó la escritora.

“Los textos que salieron de esta persona se pueden comparar con los textos de Shakespeare o Dostoyevski. Mi trabajo como literaria es coger un trozo de mármol y quitar lo innecesario”, manifestó la autora, que opinó a su vez que el arte está en cada cosa y persona de la vida: “Solo hay que verlo, y luego hacerlo”.

Aleksiévich reflexionó sobre la importancia del arte y el papel que juega en la actualidad en el conflicto de Ucrania. “Una persona siempre necesita el arte, la persona no puede ser solo una herramienta o un arma”, afirmó rotundamente. Para la autora, el arte puede hacer crecer a las personas, su fuerza y su alma. “Hay que hablar sobre el sufrimiento del pueblo ucraniano, sí, pero el arte hace mucho hablando sobre la fuerza de estas personas”, reiteró, y añadiendo que las historias sirven para fortalecer a los que luchan.

“El arte tiene que elevar la vida cotidiana, a la persona siempre hay que ayudarle a elevarse. Sería muy difícil para nosotros tener solo los reportajes médicos o políticos”, opinó Aleksiévich, que afirmó entender la desesperación de aquellos a los que les faltan palabras y les ahoga la realidad del conflicto actual entre Ucrania y Rusia. “Los mismos sentimientos tengo yo, pero no digo que no voy a hacer arte. Lo que busco son las palabras que coincidan con esta fuerza que llega a las personas. El arte no puede cambiar la vida de las personas en un segundo, pero si no hubiera arte, las personas serían más horrorosas”, apuntó.

“Hay mucha desesperación en las personas ucranianas ahora. Me encuentro con muchas personas que están en la guerra, que luchan o que se refugian, y muchos me dicen: ‘No voy a volver a escuchar a Chaikovski, no voy a volver a leer ninguna obra literaria rusa’. Tienen mucha desesperación, pero la tenemos que combatir todos nosotros”, exhortó.

Aleksiévich piensa mucho en cómo tenemos que luchar y vencer: “Me digo a mí misma y a mis lectores que no hay que dejarse llevar por la desesperación. Cada uno tiene que hacer su trabajo para que lo personal y lo humano venga”.

La novela no llega a tiempo

Respecto a la función social de la novela como forma literaria, Aleksiévich afirmó que “no llega a tiempo” para retratar los acontecimientos del presente. Para la escritora, la solución es “encontrar una forma para que pueda captar la vida al momento, y no cómo Tolstói, que escribía 50 años después”. Hoy en día “no tenemos esta posibilidad de tener un tiempo lineal en el que las personas vivían de la misma manera durante 20 o 30 años; miren lo que hemos vivido y cómo ha cambiado el mundo en los últimos diez años”.

Por ello, la música, la pintura y la literatura “buscan nuevas formas para seguir el tiempo y captarlo”.

Asimismo, Aleksiévich afirmó que las personas “necesitamos algo por encima de nosotros”. Cada vez se reconoce más lo poco que conocemos el mundo que nos rodea, pero ahora “no solo la religión, sino también la ciencia, habla de algo que existe por encima de nosotros, algo fuera de nuestro mundo”.

Y es precisamente esta realidad “que no podemos percibir porque no tenemos conocimientos suficientes”, esta parte desconocida, es la que para la autora tiene que tener sitio en la literatura.

Energía nuclear

Aleksiévich habló también sobre la energía y la amenaza nuclear, un tema que el conflicto de Ucrania ha vuelto a poner sobre la mesa y que la escritora conoce muy bien: “Ahora, viviendo esta realidad de la guerra en Ucrania, vemos la inseguridad y la situación de la estación de Zaporiyia, los fuegos en la estación de Chernóbil y los soldados que cavaban trincheras alrededor hasta que se pusieron demasiado enfermos”.

Aleksiévich, que ha estado muchas veces en Chernóbil e incluso en Fukushima, lamentó que a la humanidad le faltan fuentes alternativas a la energía nuclear: “La energía atómica es muy peligrosa. Me acuerdo de la sensación que tuve mientras estaba en los territorios de Chernóbil, esa sensación de tener miedo a tocar una flor o sentarse en la tierra porque cualquier cosa te puede matar”.

“Si la humanidad no encuentra fuentes alternativas de energía, quizás toda la tierra se convertirá en algo parecido a esta zona deshabitada”, aventuró Aleksiévich. “Pensamos mucho en la experiencia que nos dio la tragedia de Chernóbil. Hay muchísima información, pero no la hemos estudiado a fondo”, afirmó la autora, ya que “si todavía vemos cómo las autoridades rusas obligan a los soldados a hacer trincheras alrededor de Chernóbil, quiere decir que no hemos entendido nada”.

Por ello, aseveró que “si miramos a la guerra de Ucrania, tenemos que reconocer que somos personas del pasado, porque hemos ido hacia atrás”. Aleksiévich lo tenía muy claro: “No se puede fusilar a la radiación”.