Manolo Vieira, fallecido este miércoles a los 73 años, era un maestro de ese tipo humor que provoca la carcajada fácil, que no va más allá de lo que quiere contar, porque sus historias costumbristas eran, con todas sus exageraciones, el reflejo de la vida cotidiana de cualquier canario.

Comenzó hace más de cuatro décadas y aunque trabajó también en la península en el mítico Florida Park y en Miami (EEUU), su gran público estaba en las islas y pocos artistas han tenido el reconocimiento que Manolo Vieira ha recibido en toda Canarias.

Daba igual en qué isla actuara que siempre agotaba aforo, porque su público se sentía identificado con esas historias pequeñas que relataba y que él conseguía convertir en verdaderos episodios de comedia.

Se decía que su humor "solo lo entendemos los canarios" y aunque algo de razón tiene esta afirmación, Manolo Vieira también lograba adaptar ese guion a su público y a los tiempos y así fueron creciendo sus personajes más conocidos.

Sus anécdotas de esa guagua hasta los topes subiendo la avenida de Escaleritas, el carro de supermercado que chirría o el coche que se pierde en un aparcamiento de una gran superficie eran historias comunes pero identificables totalmente por el público que no paraba de reír en todos sus espectáculos.

Carmelito y Maruquita, Cuco, Fela y Chanín eran alguno de sus personajes y aunque algunos de ellos estuvieron siempre con él, los fue adaptando. Aún así mantenían su esencia.

Vieira siempre defendió que conocer el pasado era la mejor manera de conocer el futuro.

A finales de 2022 anunció que se despedía de los escenarios con una gira de su espectáculo "La última y nos vamos" que comenzó en la mítica sala "Chistera", donde tantas veces hizo reír a sus incondicionales y abrió camino a otros humoristas de Canarias.

Por eso hoy, entre las condolencias por su fallecimiento, están la de los jóvenes humoristas que lo consideraban un maestro y el máximo representante del humor isleño.