En su nueva peripecia, la inspectora de la Policía Nacional es enviada a Bera a interrogar a un compañero, mentor y antiguo amante acusado de matar a una joven de la localidad. Una joven que, a la sazón, era la pareja de un político abertzale que esconde más de un secreto. La corrupción policial, el tráfico de drogas, el maltrato machista y la búsqueda de la verdad por parte de la protagonista son los ejes en torno al que se mueve la nueva novela negra de Susana Rodríguez, que ya prepara el tercer título de la saga.

PREGUNTA: Hace dos años, cuando publicó ‘Bajo la piel’, confesaba estar muy nerviosa por no saber cómo el público iba a responder ante Marcela Pieldelobo. ¿Cómo fue recibido? 

RESPUESTA: –Muy bien. Asombrosamente bien. En general la respuesta fue muy buena. Cautelosa al principio, eso sí, porque, según creo yo, cuando dije que me separaba de la trilogía y que esto era algo diferente, hubo quien decidió esperar a ver. Así que al principio la novela fue poco a poco, pero las ventas y las lecturas han sido fabulosas.

P: ¿Y qué le iban contando sobre el personaje, le sorprendió alguno de los comentarios? 

R: –Es un personaje que es sorprendente en sí mismo y eso es lo que ha generado. Tengo que decir que hay quien me ha dicho que era un cliché, cuando a mí me parece que hay grandes clichés en la literatura actual y no son Marcela Pieldelobo. Pero, bueno, el lector es soberanísimo para decir lo que le parece. Al margen de eso, lo que más ha llamado la atención ha sido su carácter y las reflexiones que hace. Por ejemplo, las que hace en torno a la muerte, cuando la compara con una ola, con el agua y dice que ella no es ni una puta gota. Eso símiles han gustado mucho, igual que el tatuaje. 

P: De hecho, le preguntan mucho por él. 

R: –Y me preguntan si yo llevo alguno y resulta que no. No llevo ni tatuajes ni piercings ni nada de eso. Esto es ficción. A veces a la gente le cuesta separar a la autora del personaje. Yo no soy Marcela Pieldelobo, de hecho, si fuera real, no nos llevaríamos bien.

P: Es que a veces cae francamente mal. 

R: –Marcela es muy borde. Sin embargo, y aunque insisto en que no nos llevaríamos bien, yo dejaría mi vida en sus manos. Sin ninguna duda. Es una persona que en un mal momento te puede dar una respuesta que te descoloque y que te duela, sobre todo si es por su mal humor y no por algo que le hayas hecho. La gente dice que las palabras se las lleva el viento, pero de eso nada. Las palabras hieren como los actos. Igual. Una vez escuchadas, ahí quedan para siempre. Y Marcela muchas veces no mide lo que dice. Suelta y ya está. Al mismo tiempo, si un amigo o una víctima la necesita, estará ahí al 100%. Ante un problema, Marcela, sin pensarlo. 

P: En la nueva novela, ‘En la sangre’, ella continúa con su mochila de dolor a la espalda, pero algún paso ha avanzado y anda un poco más ligera.

R: –El tiempo lo cura todo, es un bálsamo eficaz. Ha pasado un tiempo desde la muerte de su madre, la cicatriz ya no sangra, le escuece de vez en cuando, pero está más tranquila. También está mejor con Damen y, aunque en el trabajo le recuerdan una y otra vez que está a prueba, está contenta porque sigue siendo policía. Bebe porque necesita ese colchón emocional que proporciona el alcohol, que amortigua los sentimientos y es barato, cómodo e incluso socialmente bien visto. Pero bebe menos, Aunque sigue siendo la misma Marcela tocapelotas de siempre (ríe).

P: Como ha apuntado, ella está bajo la lupa por el caso de los Aguirre, pero no se arredra. Bueno, esa es una de las características principales del personaje, que busca justicia aunque en el proceso haga cosas que van contra sus intereses o ponen en peligro su propia supervivencia.

R: –Le mueve la justicia y muchas veces le molesta la ley. En este caso, le fastidia que las pruebas someras que han encontrado sirvan para meter en la cárcel a un amigo suyo sin hacer más comprobaciones. Porque a algunos solo les preocupa la imagen del cuerpo. Ella se planta, quiere ir más allá. Pide recursos, acciones y se los niegan, así que se vuelve a convertir en una mosca cojonera. Luego, claro, está la colaboración entre cuerpos.

"Marcela seguirá mientras sea un personaje interesante y tenga pliegues que estirar. Si llega el momento en que se convierte en un personaje plano, dormirá el sueño de los justos y pasaré a otra cosa"

P: Que no es ideal, precisamente.

R: –Pues no. Siempre es compleja, y en la ficción más, porque yo me tomo mis libertades. Me consta que es eficaz cuando se ponen a trabajar juntos, pero es difícil, porque cada cuerpo reclama su espacio y defiende que su trabajo es el mejor. En este caso, a la Guardia Civil de Bera no le gusta nada que la Policía Nacional vaya a husmear en un crimen que, en su opinión, ellos estaban llevando muy bien. A Marcela no se lo parece y se lo cuestiona a la cara porque no sabe callarse. Siempre haciendo amigos (ríe). Para ella, lo más importante siempre es la víctima, por eso se hizo policía, y a pesar de que el comisario le recuerda todo el tiempo que está a prueba, le da igual porque tiene claro lo que tiene que hacer.

P: Tiene muy presente en todo momento el dolor de la víctima y de su familia; seguramente porque entronca con su propio dolor.

R: –Así es. Cuando va a ver a la familia de Elur, comprende la mirada de la madre, la actitud del padre y el silencio del hermano. Es consciente de que necesitan saber qué ha pasado para dar un paso adelante y retomar sus vidas.

P: Suelta muchos zarpazos incluso a la gente que la quiere. Damen, por ejemplo, recibe unos cuantos. En esta novela ha desarrollado más este personaje. También el de Miguel Bonachera, su compañero.

R: –Me gustan mucho las novelas corales, lo que ocurre es que en Bajo la piel no pude dar más espacio a estos otros personajes. Marcela necesitaba tantas páginas para presentarse... Quería que ella fuera demostrando cómo es a través de sus acciones y Bajo la piel salió bastante larga, así que no podía explayarme con los demás, pero ahora que ya está presentada, puedo dedicarles más espacio. A Damen, a Bonachera, al comisario, a la Guardia Civil, a la propia Elur...

P: Los lugares vuelven a ser un personaje más. ¿Por qué Bera?

R: –Porque me gusta mucho. Cuando era pequeña, a menudo iba con mis padres a pasar el día a Hondarribia y a la vuelta solíamos parar en un sitio de Bera que no sé si todavía existe donde servían unas alubias maravillosas. Comíamos tarde allí, luego paseábamos y hacíamos fotos de los paisajes porque a mi madre le gusta pintar. Para mí Bera es un recuerdo bonito. Además, el lugar es muy atractivo porque tiene esa doble frontera con el País Vasco y con Francia y el río de por medio que de algún modo la encierra y la convierte casi en una isla. Creo que esa ubicación imprime carácter a sus habitantes. Y si miras la localidad desde el Google Maps, verás que de ella sale una enorme maraña de caminos y senderos de todo tipo que suben por los Pirineos hasta Francia. Decenas y decenas.

P: Muchos de ellos eran rutas de contrabando.

R: –Así es. Hay pistas forestales, algunas asfaltadas, otras sin asfaltar, senderos, caminos... Y todo eso me venía muy bien para la trama de tráfico de droga.

P: Allí está la casa familiar de los Baroja, Itzea, que da apellido a uno de los personajes.

R: –¡Te has dado cuenta! No todo el mundo lo ha cogido. Es un pequeño homenaje, sí. El primer libro que me fascinó de verdad fue Zalacaín el aventurero. En BUP nos pidieron que escribiéramos un nuevo final para esta novela y recuerdo que saqué un 10. No sé si he leído todo Pío Baroja, pero sí mucho y me encanta. Sus historias, el lenguaje... Así que cuando tuve que poner un apellido, no lo dudé, lo puse sin dar más explicaciones y pensé que quien lo tenga que entender lo entenderá.

"La gente dice que las palabras se las lleva el viento, pero de eso nada. Las palabras hieren como los actos. Igual. Una vez escuchadas, ahí quedan para siempre. Y Marcela muchas veces no mide lo que dice"

P: En la primera novela aparece el Opus, en esta, el entorno abertzale. No se corta.

R: –No. Yo ambiento mi novela en la realidad y esta es la que es. La característica que tiene la novela negra es la veracidad. El mundo abertzale tiene una presencia muy importante en la zona en la que vivimos, más cuanto más al norte de la comunidad. Son un partido político y organizaciones absolutamente legales y ya está. No busco ninguna polémica, como tampoco lo hice con el Opus. Si vives en Navarra, notas su mano, ahora mucho más leve que en los años 70 y 80. Y con el mundo abertzale pasa lo mismo, ha evolucionado, se ha adaptado y está, así que sale en la historia. No tiene mayor trascendencia. O no debería.

P: La climatología –la lluvia, la humedad, el frío, la niebla– vuelve a ser importantes en la trama. Y Marcela la sufre notablemente.

R: –El paisaje que tenemos tiene un precio. Y aquí todos sabemos que hay meses en que no puedes salir sin el paraguas. Además, el invierno, el otoño, el frío van muy bien con el misterio. Marcela odia la niebla porque no sabe qué hay detrás o dentro de ella. A mí me pasa un poco lo mismo. Es muy inquietante.

P: En esta historia también está presente el maltrato a la mujer. ¿Usa la ficción para denunciar esta violencia tan real?

R: –Siempre. Soy periodista, lo llevo en la sangre. Denunciar el terrorismo machista me parece fundamental. Lo que está pasando no es ninguna broma. Acabamos el año de manera terrible y lo hemos empezado peor imposible en este tema. ¿Nadie encuentra una fórmula? ¿En serio? No sé si se está haciendo todo lo que se debe hacer. Estoy hay que pararlo.

P: El final de la novela deja claro que sabremos más de este personaje.

R: –Habrá tercera, sí. Ya llevo 100 páginas. Mi intención es que haya una tercera y, seguramente, una cuarta. Marcela seguirá mientras sea un personaje interesante y tenga pliegues que estirar. Si llega el momento en que se convierte en un personaje plano, dormirá el sueño de los justos y pasaré a otra cosa.