Llama la atención el título tan positivo del disco: ‘Yes Future’. ¿Es más un deseo o una afirmación?

–Es un hecho. Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro. Ha sido siempre una premisa, un paradigma de la izquierda. Pero en los últimos tiempos parece que cotiza al alza ser un cenizo y un nihilista. 

También parece es una enmienda a la totalidad del punk.

–Sí, completamente. Era darle la vuelta al viejo lema punk y denunciar lo mal que ha envejecido. Mira todas las cosas y procesos interesantes que se han dado desde que se gritó eso en 1977: movimientos contra la globalización, procesos de emancipación en Latinoamérica, 15M, Siryza, primaveras árabes...

El disco se publica junto a un libro. ¿Qué se puede encontrar en él?

–Un montón de textos de gente muy interesante en torno a la idea de futuro visitada desde distintas áreas: economía, cambio climático, deporte, cultura... Es una buena selección de textos y de autores. 

Musicalmente se mantiene la esencia del grupo, pero también se abre a nuevos sonidos: folk, country, soul, funk… 

–Es nuestro disco más arriesgado en términos instrumentales, nos apetecía probar cosas nuevas y transitar caminos que no habíamos recorrido, sí.

En ‘Ecos de un futuro pasado’ hacen balance de su trayectoria y también reconocen errores, como haber sido “bocachanclas”, o haber escrito letras “llenas de patriarcado”.

–Tampoco era cuestión de flagelarse, pero esas letras también forman parte de nuestra trayectoria y está bien recordarlo. Sería muy tramposo echar la vista atrás y narrar un camino impoluto y sin asperezas ni conflicto.

“Llenar el Wizink fue decir ‘mira se puede hacer sin tener que llenar las letras de culos y chorradas, sin tener que pasar por el aro”

En este disco hay menos alusiones personales. ¿Quizás fue uno de los errores del pasado?

–No creo que fueran errores, forma parte de nuestra idiosincrasia como grupo. Ahora quizás hay menos, sí, supongo que será cosa de la edad, que te quita las ganas de meterte en fregados.

No sé si está relacionado con eso, pero el disco hablan de salud mental y de linchamientos en redes. ¿Creen que ciertos señalamientos explícitos pueden contribuir a ese clima tan crispado?

–Lo de las redes es una locura, muchas veces se nos olvida que detrás de esa cuenta hay una persona de carne y hueso. Y que siente y le duelen las cosas. 

Tuvieron un ‘beef’muy sonado con C. Tangana. ¿Han limado asperezas? ¿Qué opinan del éxito que ha conseguido?

–Yo me alegro de que la gente cumpla sus sueños. Pero el mainstream a esos niveles no me interesa demasiado, soy feliz cogiendo el metro tranquilamente para ir a ver a mis padres. 

Los Chikos del Maíz es un grupo especialmente combativo y político. ¿El arte debe ser necesariamente militante?

–No necesariamente, pero pensamos que toda manifestación artística es política. Un artista mainstream que te habla del amor, de la fiesta y de los culos también está haciendo política: está sosteniendo el estado actual de las cosas. No existe la neutralidad; el que se dice neutral está del lado de los opresores. El problema, me temo, es que sólo se etiqueta de ‘música política’ a los grupos de izquierdas.

Reconocen ser “referente de varias generaciones”. ¿Eso les crea presión? En el disco dicen que no siempre supieron digerir su éxito.

–La fama es algo horrible y a mí me cuesta mucho digerirla. Se me hace súper violento cuando me paran por la calle para una foto o algo así. Al final es una responsabilidad enorme, hay un montón de gente para la que eres una especie de ejemplo, de referente. Y eso, obviamente, genera presión.

En ‘David Simon’ dicen que “todo, yo el primero, se mercantiliza”. ¿Cuesta mantener ese equilibrio entre independencia y éxito masivo?

–Cuesta muchísimo. Cuesta muchos debates internos y darle muchas vueltas a las cosas. Al final, parece que tienes que pedir perdón por llenar una sala o un pabellón. Siempre pulula en la ambiente (especialmente en la izquierda) que si consigues éxito o tu música se consume de forma masiva, es porque te has vendido. Sigue existiendo ese romanticismo por lo marginal y lo minoritario.

En ‘Criptobros’ se refieren a lo poco que paga Spotify a los músicos. ¿Es el directo la única solución para los grupos de hoy en día?

–Para los grupos como nosotros, sí. Supongo que si tienes millones y millones de visitas puedes estar en casa rascándote la barriga, pero, para grupos como nosotros, si no sales a la carretera no hay ingresos. Y pese a ello me parece un auténtico lujo y un privilegio poder vivir exclusivamente de la música: la carretera es dura pero mucho más duro es subirse a un andamio, ¿sabes? La gran mayoría de grupos tiene que compaginar la música con otros curros para poder subsistir. 

Ustedes llenan en España y también en el extranjero.

–Es una locura visitar otro país y que venga gente a verte. Este año queremos volver a Latinoamérica y, de nuevo, visitar Europa. 

“Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro; pero en los últimos tiempos parece que cotiza al alza ser un cenizo y un nihilista”

Actuaron en el Wizink, lo cual es todo un hito para un grupo como Los Chikos del Maíz. Dijeron que era un cierre de etapa. ¿Cómo esperan que sea la nueva?

–Llenar el Wizink, para un grupo como nosotros, fue un completo punto de inflexión. Una pica en Flandes. Un mira, se puede hacer sin tener que plegarse a la dictadura mainstream, sin tener que llenar las letras de culos y chorradas, sin tener que pasar por el aro. La verdad es que la nueva etapa que se abrió con Yes Future está siendo increíble, la gira va como un tiro con un montón de soldouts y estamos cerrando muchos festivales para este verano. Eternamente agradecidos. Me resulta increíble que el grupo esté tan fuerte después de tantos años de carrera. 

En ‘El país del miedo’ dicen que “no hay futuro posible en la dictadura del Trankimazin”. ¿Cuáles son las amenazas para ese futuro ante el que se muestran tan positivos?

–Principalmente señalaría dos: por un lado, la emergencia climática. O esta locura se detiene o no habrá futuro por el que pelear. Luego está el auge del fascismo y las políticas totalitarias y excluyentes. No pasarán.