Con las entradas a la venta desde el pasado 10 de marzo, Pamplona se convertirá en epicentro de la comunidad audiovisual internacional con actividades en varias sedes: Baluarte, Cines Golem, Museo Oteiza, Planetario de Pamplona, Filmoteca de Navarra, Civivox Condestable y Civican. 

La programación de Punto de Vista se organizará en siete grandes apartados. Por un lado, la Sección Oficial, que incluirá las 18 películas de 13 países seleccionadas a competición de entre las cerca de 800 que se inscribieron. También estarán las Retrospectivas Se acercan otros tiempos | Es nahen andere Zeiten. El cine de Peter Nestler, alrededor de la figura del cineasta alemán, y Lejos de los árboles, sobre la producción de bienes esenciales. Y los Focos, sesiones monográficas a través de las cuales el certamen centra su mirada en algunos de los cineastas más relevantes del panorama internacional, en este caso Fukuda Katsuhiko, Ana Poliak y Pascale Bodet. Sin olvidar el programa de mediación, que sigue adelante para continuar abriendo el festival a nuevos públicos; Lan, que propondrá una serie de actividades públicas en torno a los procesos creativos y de producción; Contactos, que pondrá en contacto el cine documental con otras prácticas artísticas y de reflexión, y el proyecto X Films, que invita a nuevos realizadores a presentar una propuesta para grabar una película que se estrenará en la siguiente edición.

Es su segunda edición al frente de la dirección artística de Punto de Vista, ¿diría que ha cambiado algo respecto a la primera? ¿Esta tiene más su ‘sello’, su mirada?

–Hay cosas que hemos podido hacer con más detenimiento aunque si eso se nota creo que será por mérito conjunto del equipo, no solo mío. Hay una sensibilidad común que se fortalece al ser compartida por varias personas. Si tengo que definirla, diría que tiene que ver con la valoración de un cine modesto, pero perseverante, comprometido con el mundo y con su propio arte, cuidadoso, atento. E indómito cuando es preciso.  

Da la sensación de que con su llegada se ha vuelto a reivindicar el término documental, que parecía un poco apartado en los últimos tiempos, ¿es así? ¿A qué se refiere Manuel Asín cuando habla de documental?

–Los debates en torno a la etiqueta me parecen menos interesantes que el concepto que hay tras ellos. Por documental entiendo un cierto tipo de didactismo, esa orientación al conocimiento –propio y del mundo– que es fundamental en las artes, no solo en el cine. El ensayo es esencial para la literatura, igual que las biografías, las memorias, los tratados. Del mismo modo la orientación didáctica es clave en el cine desde sus orígenes, a través del documental, pero no sólo. Por otro lado, tanto en la fotografía como en el cine el término documental tiene un valor histórico que en mi opinión vale la pena conservar, ya que se refiere a prácticas que desde el principio estuvieron del lado de los excluidos. Lo ha mostrado muy bien una exposición reciente del Museo Reina Sofía, Genealogías documentales. Fotografía 1848-1917, comisariada por Jorge Ribalta.

¿Qué adjetivos le pondría a esta 17ª edición y por qué?

–He puesto muchos en mi primera respuesta, me parece, pero puedo compartir una frase de Bertolt Brecht que hemos tenido presente este año porque suele recordarla Peter Nestler, a quien dedicamos nuestra retrospectiva principal, y porque define el tipo de películas que procuramos programar. Habla de la vocación de algunas obras por “desenterrar la verdad bajo los escombros de la evidencia, vincular de manera visible lo singular a lo general, fijar lo particular en el gran proceso”. 

¿Hay algún hilo conductor o temática (o temáticas) que sirva de tejido común a esta edición del festival? 

–Hay un tejido que ya era común el año pasado y que muy probablemente lo siga siendo este, en la medida en que no depende de líneas que impongamos desde el festival, sino de cosas que comparten espontáneamente las películas. Sobre todo, el esfuerzo por comprender los procesos naturales de los que formamos parte, algo conectado con la urgencia de responsabilizarnos de comportamientos que se están convirtiendo en una amenaza para todas las especies vivas, incluyendo la nuestra. Otra tendencia con un reflejo en la programación tiene que ver con la intraversión del documental contemporáneo, que de preferencia filtra el mundo a través del individuo. Lo que contrasta con la idea ortodoxa que a veces nos hacemos del documental como un género más bien extravertido, que mira sobre todo hacia fuera. 

Si se pone en el lugar del público, ¿en qué medida los contenidos que va a exhibir el festival nos pueden ayudar a afrontar o a comprender nuestra realidad más inmediata, nuestro día a día? ¿Qué ventanas nos abren o qué puentes nos tienden las películas programadas en ese sentido?

–Quienes por ejemplo sigan la retrospectiva Lejos de los árboles, programada por Miriam Martín, se encontrarán con una pequeña historia del documental centrada en una cuestión única, pero muy relevante, que no puede apelar más a nuestra cotidianidad: el consumo y la producción de bienes de primera necesidad. ¿De dónde viene el pan, el pescado y la carne que comemos, en un plano tanto actual como histórico? La historia de la producción no es tan larga como la del consumo humano, tuvo un principio y tendrá un probable fin, y la dinámica de esos dos procesos entrelazados, a través de ejemplos concretos, es algo que el cine puede mostrar de manera memorable. No es algo eterno y estático como a veces pensamos, sino que existen alternativas a esa producción abandonada a su propia inercia. La vocación de este ciclo es abrirnos los ojos a esa cuestión apremiante. 

Imagen de 'APOCALIPSIS 20 21 22', de Julius Richard Tamayo, película de la Sección Oficial. Cedida

En ese sentido, ¿es Punto de Vista un testigo de su tiempo?

–Comprender las dinámicas temporales es siempre difícil. El documental permite una elaboración temporal distinta a la del mundo de la información, la comunicación, las redes. Ofrece la posibilidad de trascender la anécdota y visibilizar los procesos, revelar la escala, los ritmos a los que ocurren las cosas. Por más que la capacidad de ser testigo de su tiempo esté entre los poderes del cine, creo que lo que tiene de más específico, igual que les sucede a las otras artes, es ser la mejor herramienta para que los tiempos y las generaciones dialoguen entre sí. Lo que nos pasó (incluso hace mucho) con lo que aún no nos ha ocurrido. 

En la Sección Oficial hay unos cuantos estrenos nacionales e internacionales, ¿ha coincidido así o es uno de los propósitos del comité de selección traer contenidos exclusivos al festival?

–Somos bastante relajados con los estrenos, pero nos gusta dar oportunidad a ciertas películas que no la han tenido o que pensamos que puedan no tenerla en otros espacios. Estamos en un momento de muchos festivales, pero de aún más películas, por lo que tiene poco sentido que solo unas pocas se repitan en muchos de ellos. Procuramos apostar por lo inédito y por lo que nos parece más relevante, pero sin rigidez. También consideramos lo que una selección en el festival puede aportar a ciertas películas y ciertos cineastas, y no sólo al contrario.

En dicha Sección Oficial se van a producir encuentros entre cineastas consolidados y creadoras/es emergentes, ¿se nota mucho el contraste en formas de hacer e intereses o también se perciben elementos en común, ecos de los más veteranos en los más jóvenes?

–El encuentro entre distintas generaciones de cineastas es uno de los momentos más emocionantes que permite un festival. Este año recibiremos a un veterano documentalista alemán, Peter Nestler, cuya obra se ha ido volviendo poco a poco una referencia para cineastas más jóvenes, como se podrá ver en algunas de las piezas de la Sección Oficial del festival. Por ejemplo, en la película de Juliette Achard e Ian Menoyot, o en la de Rainer Komers. También se da una formulación muy bella de esto mismo en la película de Maria Elorza y el tristemente desaparecido Iñigo Salaberria, que prolonga póstumamente el encuentro entre dos cineastas de generaciones distintas que comparten sensibilidad y manera de entender su oficio.

Varias de las películas del apartado a competición tienen autoría colectiva, ¿a qué cree que se debe esta tendencia?

–La idea de autoría individual es un mito muy poderoso aún hoy. Creo que la imaginación artística nunca es estrechamente individual, aunque los individuos jueguen un papel importante en ella. Tal vez sea más fácil reconocerlo en un arte como el cine que, por su frecuente complejidad, requiere de grupos más o menos grandes para realizarse. Ahora bien, independientemente de que los medios de producción que necesita un arte sean más o menos numerosos ¿la autoría de una obra está más en quienes la realizan que en la larga cadena de obras precedentes que la han prefigurado? ¿Más en la persona que la firma que en las decenas o miles que después hablarán, reflexionarán o incluso harán otras nuevas a partir de ella, prolongándola?

'Moana', de Robert J. Flaherty y Frances H. Flaherty, se exhibirá en el ciclo 'Lejos de los árboles'. Cedida

También se dedicará un apartado dentro de Lan al cine realizado en súper 8, ¿en qué medida este formato ‘doméstico’ fue revolucionario en los años 70?

–El súper 8 fue algo más que una curiosidad. Cuando surge en los años 60, se convierte en el primer formato portátil que no requiere de conocimientos fotográficos para obtener una imagen en movimiento de manera más o menos automática. Puso al alcance de un gran número de aficionados de todo el mundo un determinado tipo de producción y distribución de imágenes, orientado sobre todo al mercado familiar. Está por lo tanto en la genealogía de las actuales plataformas fotográficas o videográficas globales, como Instagram o TikTok. En los años 70, antes del declive del formato, proliferan los usos contrahegemónicos, de corte sobre todo político, que es lo que nuestra sesión va a estudiar. El súper 8 conoció unos usos alternativos que no sé si las actuales plataformas admitirían.

¿Por qué es importante dedicar un ciclo a Peter Nestler?

–Además de porque su obra se ha ido convirtiendo en un referente para las generaciones más jóvenes de cineastas, por un motivo tan práctico como que aún no se había realizado una retrospectiva suya entre nosotros, a diferencia de lo que ha sucedido en otros lugares del mundo. Y también por sus valores intrínsecos: la entereza de la actitud moral que le caracteriza, ese compromiso con lo que entiende que debe ser la actitud del cineasta. “Admitir, reconocer y decir lo siguiente junto con otros: esto tiene que cambiar, esto tiene que preservarse, esto no debe ser ignorado”, en sus propias palabras.

¿Qué me dice del foco que se centrará en Ana Poliak, qué es lo que más caracteriza su cine y por qué esa pregunta sobre la libertad?

–La aspiración a la libertad es puesta entre interrogantes en el título del ciclo por varias razones me parece. La primera de ellas por lo difícil que tuvo que ser para una mujer querer convertirse en cineasta en la Argentina de esos años. También, como un modo de cuestionar sin despreciarlo ese valor tan irrenunciable pero tan estrechado y a veces tan mal entendido hoy: ¿en qué consiste la libertad? ¿De qué depende? ¿Dónde se encuentra? Las películas de Ana Poliak giran en torno a esta cuestión. Lucía Salas, la programadora del foco, lo explica: “Más allá del control o no sobre las circunstancias, la vida es más que eso; son todas las cosas, todos los días. Estas películas logran, contra toda circunstancia, encontrar una forma de sentir la dicha de vivir conscientemente entre las cosas”.

¿En qué medida quiere Punto de Vista estar ligado al territorio en el que se desarrolla, a la sociedad donde sucede y qué hace para conseguir ese vínculo?

–Somos un festival internacional, pero eso solo quiere decir que la relación con la comunidad debe pensarse de una manera aún más atenta si cabe. Traemos películas y cineastas de lejos, pero los traemos aquí, a una comunidad muy concreta. El programa X Films es buena muestra de ello. Entendemos que el estímulo de las espectadoras y espectadores locales es una de nuestras primeras funciones, lo que se traduce en iniciativas puntuales y en un programa de mediación amplio, dirigido a todo tipo de personas, pero en especial a jóvenes. La salud de un festival puede medirse, en mi opinión, por lo que en el plazo de unos cuantos años produce en el seno de su propia comunidad. En ese sentido, el que este año volvamos a contar tanto en secciones paralelas como en la Sección Oficial, con cineastas que vienen de la cantera local y que han estado cerca del festival desde hace tiempo. Es señal de que la semilla que se plantó en su día está fructificando. Y así nos gustaría que siguiera sucediendo.

Uno de los tres carteles creados por el artista Misha Bies Golas para anunciar Punto de Vista 2023. Cedida