"Cuando subí por primera vez al bosque de Oma solo iba a hacer una raya horizontal, es decir, la bidimensión dentro de un espacio tridimensional, para probar qué pasaba con ese espacio tras la intervención. Pero me quedé absorto con los silencios que se dan en el bosque de noche, y con las luces que suben por las laderas de día. Ese lugar es un confesionario”, contaba Agustín Ibarrola hace unos años. El artista comenzó a pintar, brocha en mano, subido en una escalera, sus pinos en 1982 y continuó haciéndolo diariamente hasta el año 2000. Fue un trabajo de 18 años en los que dio vida a un espacio mágico en el entorno de Kortezubi de escenas figurativas y abstractas, poniendo en práctica el espíritu del movimiento Equipo 57 que él impulsó en París y que propugnaba la puesta a disposición de las obras de arte de la sociedad, el público, del modo más directo posible.

Agustín Ibarrola (Basauri, 1930) desveló que muchas veces caminaba por el bosque a primera hora de la mañana y encontraba a gente que “venía a ver el amanecer, con sus nieblas luminosas”. Algunas de esas figuras quedaron también reflejadas en las cortezas del frondoso bosque, al igual que las de niños y niñas que acudían a verle mientras trabajaba o animales que se encontraba en los senderos. Un Rayo también se quedó atrapado entre los pinceles del artista y un Arco iris, que lleva el nombre de uno de sus nietos, Naiel, que se ha convertido en una de las composiciones más fotografiadas del artista por su composición y colorido. “Mi madre me contaba que me llevaba en su vientre al monte, en la época en la que aitona comenzó a pintar el bosque”, ha contado en varias ocasiones Naiel Ibarrola.

Traslado

Pero el bosque está vivo y como todos los seres vivos, también languidece. Sus conjuntos artísticos se vieron afectados por la decoloración debido a los rayos ultravioleta y la pérdida de la corteza, además de por el crecimiento del propio bosque. En 2014, la Diputación de Bizkaia intentó reanimarle restaurando algunos de los 500 árboles pintados, pero cinco años más tarde la plaga que afectó al pino insigne llegó a infectar al 80% del conjunto. El espacio artístico creado por Agustín Ibarrola tuvo que cerrar.

La Diputación de Bizkaia ha puesto en marcha un proyecto para trasladar la obra a una parcela contigua a la actual. En septiembre de 2022, finalizó la primera fase del pintado, durante la que se realizaron 14 conjuntos artísticos con un total de 454 árboles pintados. La segunda parte de los trabajos de traslado comenzó el mes pasado y se desarrollará hasta finales de verano con el pintado de otros 400 árboles y 19 conjuntos artísticos, hasta completar los 33 conjuntos artísticos con 800 árbol pintados que forman el Bosque de Oma. 

“Lo realmente importante es trasladar los conceptos emocionales, las preguntas que Ibarrola se debió de hacer cuando estaba pintando el bosque y las respuestas que encontró”, ha explicado Fernando Bazeta, que lidera este proyecto multidisciplinar, con el asesoramiento también del hijo del artista, José Ibarrola. Una vez concluido el pintado, el Bosque se abrirá al público en octubre, aunque los interesados pueden verlo ya y observar los trabajos, a través de una cita previa que dejará de ser necesaria una vez que el recinto se abra al público en octubre.

Aventura cultural y espiritual

Su recorrido proporciona una aventura cultural, espiritual y artística. Las visitas guiadas se inauguraron ayer y los visitantes que se adentraron en él percibieron la atmósfera mágica que circunda el pinar. Cristina, Roberto vinieron de Segovia con su hijo Mario de cuatro años. “Hace unos años intentamos hacer la visita pero nos dijeron que estaba cerrado. ¡Qué suerte hemos tenido de poder venir a verlo! No me imaginaba que era tan colorido”, confesó Cristina, mientras escuchaba las explicaciones de Ane e Iñigo, los guías que acompañaron al grupo durante el kilómetro de recorrido artístico. 

Laura, natural de Castellón, aunque vive en Bermeo, aprovechó la visita de su amiga Maite, de Alicante, para conocer los conjuntos artísticos, ayudadas por los guías, aunque la interpretación es abierta y el significado lo completa el espectador.  La primera figura con la que nos acoge el artista es un beso. Encontramos figuras humanas que parecen correr entre los totems. Si mueves rápido tu mirada el efecto del movimiento es real.

Ibarrola nos introduce sutilmente en su mundo, nos invita a jugar con sus pinturas. “Ponte aquí, mira allí, muévete y observa”, recomiendan los guías. Pero en un momento del trayecto, los que nos sentimos observados somos nosotros. Una colección de ojos nos miran, nos persiguen. “Nuestros antepasados nos acompañan”, decía Ibarrola cuando los pintó, impresionado por sus visitas a la cueva de Santimamiñe.

Todavía nos espera el imaginativo mundo de los cubistas y de las modernas vanguardias, con homenajes a artistas como Malévich, a sus famosos cuadrados.... Entre los 19 nuevos proyectos que se han comenzado a pintar se incluyen tres composiciones que fueron taladas en 1989. Se trata de las composiciones denominadas Mezquita de Córdoba, Homenaje al roble y Amenaza nuclear.

 La Diputación va a mantener las visitas guiadas hasta septiembre para conocer el proceso de pintado, de lunes a domingo, en horario de 10.30 en castellano y a las 12.30 horas en euskera. Sólo se podrán realizar mediante cita previa llamando al teléfono 94 465 16 57. Ya hay solicitadas casi 300 reservas para los próximos días.