Cansada de giras de presentación, pero muy agradecida y “absolutamente” compensada por el calor que le ofrecen sus lectoras/es, Dolores Redondo “nunca” ha dejado de tener los pies en el suelo, seguramente porque lo que hoy es un éxito rutilante, “me ha costado mucho”. Nacida en Donostia, el hecho de que Navarra, el lugar “donde elegí vivir”, le conceda su máximo galardón cultural le parece “el abrazo más grande que podría recibir”. En el acto de mañana la acompañarán familia, amigos/as y varios representantes de Destino, sello editorial de Planeta en que ha publicado, entre otras novelas, su Trilogía de Baztan, territorio dio a conocer al mundo entero.

Vuelve a estar con la agenda a tope con presencia en ferias del libro, firmas... ¿Cómo lleva lo de vivir con la maleta en ristre? 

–Mi padre sí que vivía con una maleta en ristre. Fue marino y estuvo toda su vida saliendo de casa y volviendo cuando podía. Lo mío no tiene nada que ver. Yo estoy súper cuidada y voy a sitios acogedores donde me tratan muy bien, pero es verdad que si en una semana te toca dormir en cinco lugares distintos, hay una noche en la que ya no duermes. En muchos sitios dejo una luz encendida para saber dónde estoy por si me despierto y ya no sé si estoy en el norte, en el sur... Pero, bueno, ya el 7 de julio termino la gira por España en Benicassim con unos cursos que doy en la universidad con Santiago Posteguillo.

¿Y después? 

–Luego vienen Francia, Dinamarca, Italia... También Latinoamérica, donde iré en diciembre.

¿El calor que le dan los/as lectores/as cuando le piden una firma o le hacen un comentario especial compensa el cansancio? 

–Absolutamente. Es verdad que a través de las redes sociales tienes cierto contacto, pero normalmente llegan alabanzas, cariños y felicitaciones, y en el encuentro, aunque solo sea de 1 minuto, las personas sienten la necesidad de contarte otras cosas. A veces tiene que ver con cómo se han sentido reflejados en la novela, otras con sus circunstancias personales a la hora de leerla, y en ocasiones te hacen partícipe de algo que es íntimo. Muchas veces las novelas acompañan cuando estás cuidando de alguien o incluso cuando eres tú mismo el que te estás tratando una enfermedad. No todo es ‘hola, ¿nos hacemos una foto?’ Hay gente que viene y te dice que está leyendo tu novela en las sesiones de quimioterapia y le está ayudando mucho. Un comentario así te sacude y te lo llevas al hotel. Hay muchas historias de este tipo y, como yo digo, son leña para el invierno. Te calientan el corazón cuando estás sola, encerrando trabajando.

Este año, el Gobierno de Navarra ha concedido el Premio Príncipe de Viana y el Promoción del Talento Artístico a dos mujeres escritoras. 

–Es muy bonito y esperemos que no sea la última vez. Estoy muy agradecida por todo lo que significa, que es mucho, sobre todo porque no soy navarra de nacimiento. Navarra es mi hija, es mi marido, esta tierra me ha acogido, me ha cuidado y me ha ensalzado y esto ya es como el abrazo más grande que podría recibir.

El premio llega diez años después de que publicara, en enero de 2013, ‘El guardián invisible’. Si en aquel momento le hubieran preguntado cómo se veía dentro de diez años, ¿habría siquiera atisbado lo que venía? 

–Hubiera sido muy difícil imaginarlo. Cuando hablo con gente que está empezando en este mundo tan difícil de la literatura siempre les animo a que sueñen a lo grande, porque estoy convencida de que soñar también dirige tu energía en una dirección. No creo que ninguno de los actores que ha recogido un Oscar este año no haya soñado antes con ese momento. Evidentemente, los sueños tienen que ir acompañados de trabajo, pero mentiría si dijera que cuando estaba escribiendo El guardián invisible no tenía toda mi esperanza puesta en triunfar con esa novela y en que trascendiera, aunque, desde luego, no podía imaginar que terminaría en 40 países, que se hicieran películas y que diez años después se siguiera vendiendo en las librerías. Para mí, el mayor hito es que esta y el resto de mis novelas sigan vivas, cuando una de las mayores luchas de los escritores tiene que ver con lo poquito que duran los libros y lo rápido que se ven arrastrados por las novedades.

En todo este tiempo, a medida que iba creciendo la ola y se configuraba el ‘fenómeno Dolores Redondo’, ¿ha llegado a sentirse perdida, desorientada o abrumada?

–En ningún momento. Y creo que tiene que ver porque me ha costado mucho. No me ha ocurrido muy joven ni con mi primera novela. Ha sido un arduo trabajo, colecciono todas las cartas de rechazo. Quizá sea también porque en otros aspectos de mi vida ya me había costado mucho todo; desde comprarme mi primera casa hasta tener mi primer hijo. Por eso tenía asumido que esto también me iba a costar, pero sabía que era importante y estaba dispuesta a hacer todo lo que hiciera falta. No estaba segura de si lo conseguiría, pero sí de que era lo que quería y de que lo iba a intentar con todas mis fuerzas. Y cuando llegó el éxito de El guardián invisible todavía estaba dispuesta a hacer mucho más. De hecho, al principio no me lo creía y pensaba ‘algo se retorcerá’.

Dolores Redondo, en un momento de la entrevista. Unai Beroiz

La alegría era contenida.

–Sí, porque estaba acostumbrada a recorrer todo el abecedario para ir de A a B. Así que cuando empezó a ocurrir estaba bien asentada. Además, había cosas en mi vida que ya estaban muy bien, ya eran un éxito más allá de la literatura, que tenían que ver con mi vida personal, con el lugar donde había elegido vivir, con la clase de vida que llevaba, con mi marido, mis hijos, mis amigos... Y eso se ha mantenido exactamente igual. Sigo viviendo en el mismo pueblo, tomándome el vino con las mismas personas, y para ellas no soy Dolores Redondo, sino su amiga de siempre. Cuando nos reunimos, me preguntan sobre mis viajes, pero yo también pregunto sobre su vida, su trabajo... Y yo no soy el centro, solo soy una más y me encanta.

¿Esa es su toma de tierra?

–Claro, es fundamental ser una más, ser normal y tener un lugar donde poder divertirte, relajarte. poder ser tú y cantar y bailar y hacer las cosas que nos gusta hacer. Mi cuadrilla de Cintruénigo son muy majos y con ellos vivo momentos que me vuelven a conectar con todo. Es la gente que está para las buenas y para las malas, que han venido a verme cuando estaba enferma, que hace pocos días han venido al funeral de mi padre, que estaban cuando nacieron mis hijos, yo estaba cuando nacieron los suyos... 

A muchos les sorprende que viva en un pueblo.

–Pues el hecho de vivir en un pueblo me aleja de todo lo que tiene que ver con el mundo literario de una ciudad como Madrid, por ejemplo. Estoy segura de que si viviera allí, estaría mucho más enredada asistiendo a actos de todo tipo. Fíjate, hace como un mes asistí a la fiesta de aniversario de una revista y todo el mundo se sorprendió mucho porque no suelo ir a este tipo de eventos. Me coincidió que estaba en Madrid y fui con mi hijo, que estudia allí. La verdad es que vivir en Cintruénigo me libra de muchas cosas porque, claro, para desplazarme tengo que coger primero un coche, después un tren y luego como Willy Fog, un barco, un elefante, un avión, un globo (ríe).

Hablaba antes de su vínculo con Navarra, pero dentro del territorio hay una zona, el Valle de Baztan, a la que le ha cambiado la vida. 

–¡Y Baztan a mí! Soy consciente, pero es responsabilidad suya (ríe). Yo siempre les digo ‘que las personas vayan una vez por la novela puede ser mi responsabilidad, que regresen es la vuestra’. Y regresan porque allí se come muy rico, les tratan muy bien, el paisaje es precioso, porque la gente encuentra autenticidad y esto está muy demandado hoy en día porque estamos un poco cansados de tanta pantalla y tanto postureo. 

“Los comentarios de los lectores son como la leña en invierno, te calientan el corazón cuando estás sola escribiendo”

Allí llevó el rodaje de tres grandes producciones de cine.

–Y tengo que decir que fue un empeño personal. Creo que en una de vuestras portadas salió mi foto con Peter Nadermann, el productor que compró los derechos de la Trilogía. Me lo llevé a recorrer Baztan, para mí era fundamental que el rodaje fuera allí y él lo vio así en cuanto estuvo en la zona. Hay quien cree que todos los bosques son iguales, pero eso es porque no ha estado en muchos. 

¿Qué aprendizaje se llevó de aquella primera experiencia con el cine?

–Recuerdo que entonces yo estaba muy comprometida con la obra, que entonces estaba creciendo mucho, y tenía mucho miedo de que se traicionase en ADN de la historia. Cuando leí el primer guión, fue terrible porque lo veía todo muy cambiado. Luego tuve mi primer encuentro con Fernando González Molina y él me entendió muy bien. Hoy en día somos amigos íntimos, pero entonces ya vi enseguida que él iba muy a favor de obra, que tenía tanto compromiso como yo en que aquello se hiciera bien. Y luego hay una cosa que recomendaría a cualquier persona a la que le vayan a adaptar al audiovisual.

¿Cuál?

–Que esté en el rodaje. Cuando ves a 200 personas currando horas y horas, día y noche, aprender a respetar. Si ya me gustaba el cine, ahora lo respeto. 

‘Todo esto te daré’ se está grabando en Francia en formato de serie. 

–Sí, el 8 de junio acaba el rodaje. He estado también y me hace mucha ilusión. Es una adaptación que sustituye la Ribeira Sacra por Marsella y la Provenza. Un pazo gallego se convierte en un palacio donde vive una familia que conserva sus apellidos nobles franceses, pero he podido ver que la esencia de la historia se respeta y que quien haya leído la novela va a encontrarla.

También se iba a hacer esta historia en España.

–Sigo valorándolo. Curiosamente, en España he rechazado varios proyectos porque traicionaban mucho la historia original. Más allá del crimen, esta es una novela de personajes y hay que ser muy respetuoso con su naturaleza, con el modo en que viven y piensan. Es una historia de amor entre dos personas que trasciende a la muerte y eso es lo que quiero que se cuente. Esta novela me ha dado mucho, no sólo ganó el Premio Planeta, sino que es el Planeta más vendido en los últimos 10 años; también es Premio Bancarella en Italia, en Francia ha tenido tanto éxito que la están adaptando, y en general a la gente le gusta mucho su mensaje. Estamos entre varios proyectos y cuando alguien quiera contarla como es, iremos adelante. Creo que estamos muy cerca. 

De algún modo, cuando escribe ajusta cuenta con sus experiencias, sus dolores, sus recuerdos?

–No sé si son tanto ajustes de cuentas como cosas que quiero homenajear o contar. Pero, sobre todo, hay una cosa de la que estoy convencida, y es que necesito hablar de algunos temas oscuros para señalarlos y exponerlos. Hay cuestiones que aparecen en la realidad que me duelen mucho, tanto que me resulta insoportable y escribiéndolos puedo cribarlos y mostrarlos. No tanto porque pretenda ser un juez, sino para dejarlos ahí y que sean los lectores los que juzguen.  

Laura Chivite, Premio Promoción del Talento Artístico 2023, comentaba el otro día que escribe por varios motivos, pero sobre todo porque es importante que exista la literatura para desarrollar un pensamiento crítico.

–Sí, pero no toda la literatura tiene que estar llamada a generar crítica. Hay algo muy propio del ser humano que es la contradicción y, en ocasiones, plantearla en una novela es suficiente. A veces, cuando escribo tengo miedo de resultar pretenciosa, de dar la sensación de que lo tengo todo muy claro, por eso lleno a mis personajes de dudas y confusión, e incluso hago que cometan errores. No quiero un personaje perfecto, las contradicciones son propias del género humano, y eso nunca lo va a poder imitar una inteligencia artificial. Amar a alguien, pero no soportar estar con él; que te guste tu trabajo, pero sepas que es lo que está acabando contigo... Esto es absolutamente humano y merece la pena escribir sobre ello. De todo esto hablaré en mi discurso del sábado.

“Nunca me he sentido perdida por el éxito porque me ha costado mucho; el trabajo ha sido arduo, colecciono las cartas de rechazo”

Cuénteme más del discurso.

–Quiero que sea un impulso para las personas que sienten la necesidad creadora. Vivimos un momento muy oscuro, con la guerra, acabamos de pasar una pandemia, cuando no es una crisis es otra, nos hacen plantearnos todo el tiempo si seremos necesarios o si vendrán a sustituirnos en nuestro trabajo... En parte del discurso hablo de la posibilidad de que puedas introducir en un programa el modo Ruiz Zafón y te escriba La sombra del viento...

Terrible...

–Sí, y creo que tenemos que olvidarnos de todo esto e ir a la esencia. Cuando nos ponemos a escribir debemos recordar que el ser humano no está llamado solo a sobrevivir a todas las porquerías que nos pasen, sino que tenemos que prevalecer, que significa seguir siendo, y para eso hay que seguir explorándose por dentro. Y que los nuevos creadores no caigan en la vagancia de apoyarse en una inteligencia artificial que haga crecer su trabajo. Eso no es una inteligencia, es un plagiador artificial, y ya hemos comprobado que también miente mucho. Sigamos hablando de lo que es propio del ser humano, de las contradicciones y de aquellas cuestiones que nos conectan.

¿A qué se refiere?

–Mira, lo más llamativo para mí de El guardián invisible fue que se publicara en 40 lenguas. Al principio me preguntaba cómo iban a entender Baztan en Israel o en Vietnam, y resultó que lo entendían. Al final, somos más parecidos de lo que creemos, y en momentos tremendos como los que estamos viviendo, la gente vuelve a replegarse sobre lo más esencial e íntimo, y busca cobijo en su familia, dentro de sí mismo, en parar y decidir qué es lo que quiere realmente. Todos buscamos lo mismo: queremos vivir en paz, tener suficiente para comer, que sus padres no se olviden de su nombre y poder morir sin dolor. Si eres capaz de conectar con eso, conectarás con todo el mundo.

Y en estos momentos de futuro incierto, ¿dónde se ve Dolores Redondo dentro de 10 años?

–(Ríe) Si dentro de 10 años sigo viva, seguiré escribiendo, no sé si publicando, pero sí escribiendo. Lo necesito para entender y para cribar las cosas del mundo que me duelen... Eso sí, tengo una orden dada en casa para que no me dejen publicar cualquier cosa (ríe). También sé que tendré los mismos amigos y, como tengo esperanza en el ser humano, espero que superemos estos tiempos que estamos viviendo, pero no para sobrevivir, sino para prevalecer. No se trata solamente de heredar un mundo que no valga para nada, sino que tenemos que hacer que sea mejor. l