Hacía muchos años que no actuaba en Pamplona Alejandro Sanz. La última vez fue en 2007, cuando presentó en la plaza de toros su álbum El tren de los momentos. Hubo una intentona en Refena, en 2010, pero aquel concierto fue finalmente suspendido. Por eso, no es de extrañar que la nueva actuación del madrileño haya levantado tanta expectación entre sus seguidores navarros. Ya el jueves se instalaron en las puertas del Navarra Arena los más acérrimos, llegados desde ciudades como Milán o Valladolid, pertrechados con provisiones, sacos de dormir y tiendas de campaña, con el único objetivo de situarse lo más cerca posible de su ídolo. En los últimos días, las noticias del compositor del Corazón partío no habían sido demasiado halagüeñas; primero, un mensaje lanzado por el propio Sanz en sus redes sociales dejaba ver que no atravesaba su mejor momento anímico; después, distintas informaciones de dudosa veracidad acerca de sus relaciones sentimentales y su situación financiera pusieron de nombre su nombre en la picota.

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Sin embargo, nada de eso consiguió oscurecer la presentación del astro en el Arena. El concierto de Pamplona era el primero de la segunda parte de su gira Sanz en vivo, después de haberle llevado por distintos países iberoamericanos. Las puertas se abrieron a las 19:30 y a eso de las 21:00 el pabellón presentaba un aspecto inmejorable, aunque todavía quedaba bastante gente en la cola. A las 21:35, con un mínimo retraso, se apagaron las luces y comenzó la música. La banda, compuesta por diez músicos, comenzó a tocar un popurrí con algunos de los estribillos más conocidos del cantante. A su término, Alejandro apareció en lo alto de una escalera cantando No es lo mismo, a la que siguió una rockerizada versión de Lo que fui es lo que soy, de su primer álbum. Con un “¡Buenas noches, Navarra!” saludó a las más de once mil personas que abarrotaban él Navarra Arena. Después, un rosario de éxitos centrados inicialmente en su lado más flamenco pop, tales como Quisiera ser o El alma al aire. A cierre de esta edición, todavía quedaba mucho concierto por delante, pero todo apuntaba a que iba a ser una noche memorable.