nder Izquierdo no es de llorar fácilmente. Lo reconoce él y bien lo saben sus allegados. Pero estos días le ha sido imposible no derramar alguna lágrima. La despedida en el pabellón Anaitasuna, la que ha sido su casa desde los 7 años, tras el partido ante el Logroño le sumió en un torbellino de emociones. Y en el último encuentro de Liga en Nava, literalmente se derrumbó. Así lo admite. Las palabras en el vestuario de su capitán, Carlos Chocarro, le llegaron directas al corazón. Y no pudo contener el llanto.

A sus 22 años, Ander cierra una etapa de su vida. Ya no vestirá más la camiseta de Anaitasuna, el club donde empezó a jugar siendo sólo un niño y donde se ha convertido en uno de los centrales con mayor calidad y proyección del panorama balonmanístico. En breve hará las maletas, dejará la Liga Sacyr Asobal y se lanzará en busca de nuevos retos no muy lejos. Todo un desafío para un chaval llamado a ser además relevo natural en la selección española, con la que debutó en noviembre de 2020, y con la que jugará del 27 de junio al 6 de julio los Juegos Mediterráneos en Orán (Argelia).

Izquierdo deja un hueco difícil de llenar en el Helvetia, donde se había convertido en uno de sus estandartes y referentes ofensivos. En el vestuario, donde -sin perder la sonrisa- estaba siempre dispuesto a ayudar al compañero. Y, sobre todo, en su hogar, donde ven que el niño pequeño, al que con 7 años había que llevar a entrenar y a jugar al balonmano, ahora se va. Vuela del nido.

"Todavía no soy consciente de que dentro de varias semanas ya no estaré aquí. Me va a costar seguro. Tendré que pasar ese proceso de acostumbrarme a vivir solo, sin mis padres. A no poderme tomar un café con mis amigos. Pero es algo por lo que he apostado, así lo he decidido y tendré que asumirlo", explica con asombrosa madurez Ander Izquierdo ante la atenta mirada de su padre Natxo, de su madre Mayte Labayen y de su hermana Paula, de 25 años.

El jugador navarro es muy familiar. Necesita el cariño de los suyos siempre cerca y eso que lleva ya un tiempo lejos de su hermana, licenciada en Periodismo, y que actualmente cursa un máster en Comunicación Política en París.

Ahora, le toca a él seguir los pasos de Paula. Y si no es consciente aún de su marcha, el que sí ha empezado ya asumir su ausencia es su padre, que no puede ocultar la emoción que le produce despedirse de su hijo. "Me da mucha pena que se vayan los dos, pero a la vez estoy muy orgulloso de ambos. De lo que hacen y de cómo lo están haciendo", dice Natxo Izquierdo con la voz entrecortada. "Es un momento que tenía que llegar, tal y como Ander estaba progresando en el balonmano", explica el también exjugador de Anaitasuna, que muestra su felicidad por ver que "este deporte que tan hondo caló en mí siga con él".

La decisión de dejar el Helvetia Anaitasuna y emprender un nuevo camino no ha sido fácil para Ander, que no dudó en pedir consejo a su familia sobre el futuro que se le presentaba. "Yo le pregunté si realmente quería dedicarse al balonmano o dar más prioridad a los estudios y me contestó que quería intentarlo. Quería seguir por ese camino. Me da mucha pena que se vaya, pero estoy feliz por él. Por que se dedique a lo que le gusta, lo cual es un lujo, una suerte ?increíble. Es normal que quiera buscar su camino", explica su madre, quien tampoco se hace aún a la idea de la marcha de su pequeño. Para su padre, Ander -que quiere cursar Administración y Dirección de Empresas a distancia- "ha tomado la decisión adecuada", si bien "nunca sabes, nunca estás completamente seguro, pero es un paso más en su carrera".

Quien entiende perfectamente al jugador es Paula, curtida ya en esto de vivir lejos de casa. Aun así, se le hace "muy rara" su partida, ya que siempre ha visto a su hermano "muy casero". "Siempre he pensado que sería él quien se quedaría en casa, pero me hace muy feliz que haga lo que le gusta. Me enorgullece", asegura. Y le aconseja: "Que disfrute de la experiencia, que aprenda a organizarse muy bien, que mantenga el contacto todo lo que pueda con los amigos y que se acuerde de llamar, que a veces con la rutina se te puede pasar".

La vida de Izquierdo dará un giro completo cuando se incorpore a su nuevo destino. A nivel deportivo y personal. Ya no estará en casa y le tocará, a sus 22 años, asumir todas las tareas domésticas. "Me las apaño bien", dice el jugador ante la cara de asombro e incredulidad de su progenitora. "A ver, yo las hago. Lo que pasa es que mi madre sabe hacerlo todavía mejor", se defiende entre risas. "Ya ves, es un zalamero total", contesta Mayte Labayen, que no puede ocultar el amor de madre: "Es muy risueño, da mucha alegría. Es buena persona, amable y simpático. Le quiero muchísimo. A los dos".

Otra tarea que le tocará hacer en breve al central navarro es cocinar. Según dice, no se le da mal -su madre vuelve a mirarle de reojo, incrédula de nuevo-, si bien "generalmente" no lo hace. "No cocino más por pereza que por falta de aptitudes. Pero ahora no me va a quedar otro remedio", dice con una sonrisa.

Seguro que en el tiempo que todavía le queda por tierras navarras, Ander Izquierdo aprende a desenvolverse un poco mejor por los fogones. Si no, siempre podrá llamar a su abuela Juli y que le mande su tortilla de patatas. "Eso sí que voy a echar mucho de menos, la comida de mi abuela". l