Si el equilibrio territorial se mide también con el empleo, Navarra no mejoró sustancialmente el año pasado, cuando apenas seis de cada diez localidades fueron capaces de generar nueva ocupación. Pero tampoco puede decirse que suspenda con claridad. El sur de la comunidad mantiene un notable vigor de la mano de su industria y algunos brotes verdes asoman en pequeñas localidades, que tratan de revertir la despoblación creciente gracias al teletrabajo, el turismo o actividades tradicionales.

2022 no fue, además, un año especialmente boyante para el empleo, con unos 4.500 nuevos ocupados (la mitad de los que se generaron por término medio en los años previos a la pandemia), que se han concentrado en Pamplona y en las empresas del Valle de Elorz y Aranguren. Pero también en Huarte, otra de esas localidades que hace de su polígono industrial una de sus fortalezas, y también en Tudela, Mendavia, Peralta, Corella y Funes, que se sitúan entre las doce localidades navarras que más empleo bruto fueron capaces de generar.

Junto a ellas, Lumbier se sigue reforzando de la mano de Nordex y sus industrias cárnicas, mientras que Sesma se incorpora a este singular pódium gracias también a las energías renovables y a Ingeteam, que crece e invierte en esta planta Barasoain, que recoge las cifras de la planta de palas Acciona, sigue figurando un año más entre las localidades más dinámicas de Navarra. Sangüesa, a la espera de que las obras de Mina Muga arranquen definitivamente también mejoró en 2022.

Otras localidades del sur de Navarra, como Cortes, también prevén beneficiarse de las inversiones que la nueva planta de reciclaje de palas eólica de Iberdrola y FCC ejecutará desde este otoño. Prevé generar unos 100 puestos de trabajo a partir de 2024.

La estadística de la Seguridad Social recoge el número de personas ocupadas que trabajan en las empresas de una localidad. Por supuesto, no todas viven en ella, pero contar con una actividad económica potente es condición casi ineludible para anclar población en el entorno. Lo sabe por ejemplo Lekunberri, que el año pasado pinchó y destruyó empleo por primera vez en mucho tiempo (27 ocupados menos), pero cuyos polígonos explican que haya sido capaz de duplicar su población en las dos primeras décadas del siglo. 

Más allá del impacto de empresas concretas en ciertas localidades (los malos números del Valle de Egüés parecen responder al cambio de domicilio fiscal de algunas empresa, no a una destrucción de empleo como tal), lo mismo está sucediendo desde hace ya más de una década en la Ribera de Navarra, de la mano de la industria agroalimentaria, que ha generado unos 3.000 nuevos puestos de trabajo, cada vez con una mayor actividad exportadora. No se trata precisamente de la industria que mejor paga, pero el desarrollo de nuevos productos, la actividad del CNTA en San Adrián, la presencia de multinacionales y el crecimiento de empresas familiares están generando un tejido cada vez más denso y rentable.

El año deja otras buenas noticias en el extremo norte de la comunidad, donde Bera, Urdax y Baztan son capaces de generar empleo de nuevo, al igual que sucede en Ultzama. No sucede lo mismo con Luzaide-Valcarlos, que antes de la pandemia era uno de los municipios que generaba empleo de manera sostenida, pero cuyo modelo comercial se vio especialmente golpeado por las restricciones a la movilidad. Ni sus ventas ni las de Urdax han recuperado todo lo perdido. La Seguridad Social contabilizaba a finales del año pasado unos 220 empleos menos que en 2019. 

La pandemia deja esperanza en el Pirineo

Visto a tres años, el mapa de Navarra no varía de manera sustancial. La pandemia que nos iba a cambiar la vida ha dejado todo más o menos igual, pero sí parece haber modificado a pequeña escala algunas cuestiones. Pequeñas localidades de casi toda Navarra han incrementado el número de ocupados desde 2019.

 En total, 165 municipios han creado empleo en este trienio y otros 20 más se han mantenido estables. Entre los que ganan en ocupación se encuentran, por primera vez en cierto tiempo, los valles pirenaicos, con Salazar y Roncal a la cabeza, aunque con ligeros incrementos también en zonas próximas, como el valle de Erro y Aezkoa. Así, el área de Navascués incrementa en 17 el número de cotizantes, desde 2019; Ochagavía añade ocho nuevos afiliados, los mismos que Roncal; el valle de Erro añade 28 nuevos afiliados y Aezkoa también incrementa, aunque en menor medida, su ocupación. En total, estas comarcas del nordeste de Navarra, que no cuentan con grandes empresas, pero que están mejorando su conectividad –imprescindible para el teletrabajo– han generado unos 70 puestos de trabajo desde 2019.

No son estos los únicos territorios que añaden población. Municipios de Tierra Estella y de la zona media de Navarra también han recuperado cierta actividad, mientras que es el noroeste de Navarra el que peores datos arroja.

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Junto a ello, dos localidades que acusan los vaivenes de sus empresas, así como cierto envejecimiento. Aoiz, que sufrió el cierre de Gamesa, se deja más de 200 cotizantes a la Seguridad Social y sigue reclamando inversiones que permitan vivir y trabajar en la misma localidad. Y Alsasua, que ya sufrió una crisis muy dura en 2008-2013, vuelve a dejar una sensible pérdida de empleo ante el declive de algunas de sus principales empresas y el envejecimientos poblacional. Es la localidad de Sakana con peores números. 

Casi todo el noroeste de Navarra sufre en los últimos años, con la excepción de Bera, con abundante implantación empresarial y una cercanía a la frontera y a Irún a la que saca chispas. Porque no solo Alsasua acusa dificultades. El declive, en términos de empleo, de Arcelor, sigue castigando a Lesaka. Y tampoco la papelera de Leitza, otra de las grandes fábricas de la zona, es capaz ya de aumentar su plantilla. De la mano del turismo, solo Baztan ofrece un perfil algo menos negativo que en otros momentos.