Pasados ya unos minutos de conversación, Pedro Aznárez Sánchez, profesor de mecánica de FP, lo deja claro: “Nosotros somos ahorradores, no inversores”. Y resume en estas cinco palabras la clave del conflicto que viven decenas de miles de personas, cientos de ellos navarros, con Triodos Bank, el banco holandés que se apellidaba ético, y que hace una década captó clientela ante el escandaloso desmoronamiento del sector de cajas de ahorros. Muchos de quienes entonces cambiaron de entidad financiera y confiar en Triodos hoy se arrepienten de ello.

Sandra Beltrán es una de ellas. Chilena de nacimiento, española de adopción, en 2018 residía en Pamplona. Tras haber sido clienta de Caja Madrid, pasó a Triodos. “Y un día, en la oficina de la avenida del Ejército, me ofrecieron los CDA (Certificado de Depósito de Acciones)”. Ya que tienes el dinero aquí parado en la cuenta corriente, asegura que le dijeron, puedes ponerlo aquí, va a beneficiar a proyectos sociales, y te va a dar una pequeña rentabilidad”. “Lo único que les dije era que quería poder sacar el dinero cuando quisiera y me aseguraron que no habría ningún problema”. 

Los hubo. Y los sigue habiendo. En su caso, Sandra Beltrán tenía ahorrados 22.000 euros, con los que preveía empezar a pagar un piso. que hoy no puede recuperar. “Yo no tengo conocimientos financieros, nunca me ha interesado”, dice. Tras regresar de Brasil, donde residió durante años, suscribió en 2018 los CDA como quien pone un dinero a plazo, creyéndolo a salvo. “Uno no piensa que en el Europa pueda pasar algo así”. Pero durante la pandemia, tras haberse ido a vivir a Barcelona, comenzó a enterarse de que el producto que había contratado no era seguro y tampoco líquido. “Primero dijeron que solo podíamos sacar 1.000 euros al mes. Luego ya nada. Y lo menos fui 15 veces a la oficina a recuperar mi dinero”. Aquella oficina de la avenida del Ejército de Pamplona hoy está cerrada, si bien Triodos mantiene un local abierto, mucho más discreto, en la calle Larrabide de la capital.  

El espejo de las preferentes

Los CDA estaban, sin embargo, muy lejos de ser un plazo fijo o un depósito, aquel instrumento de ahorro tradicional y que hoy la gran banca se resiste a recuperar. Pese a su nombre, no son depósitos ni acciones. Se trata de un producto clasificado como complejo y que guarda gran similitud con las participaciones preferentes, al permitir al banco mejorar su capitalización sin necesidad de emitir acciones. De hecho, son un producto de riesgo 6 en una escala de 6, debido entre otras cuestiones al carácter eterno de la deuda. El precio se fijaba en un mercado interno de compraventa regulado y controlado por la fundación.

Oficina de Triodos Bank en Pamplona, ya cerrada Patxi Cascante

Muchos de los abogados que están presentando las denuncias sostienen que el funcionamiento de los CDA en la entidad era en realidad muy similar a un sistema piramidal. Y consideran que con la compraventa de estos certificados el banco se financiaba y pagaba los dividendos y los intereses que se generaban. Hasta que todo estalló. 

El 5 de enero de 2021, un año después de que los primeros casos de un virus respiratorio en Wuhan terminaran por poner el mundo patas arriba, Triodos suspendió definitivamente la negociación de los títulos, que hoy sigue cerrada. “No se pudo lograr una negociación equilibrada tras un período anterior de suspensión debido a perturbaciones del mercado sin precedentes, ocasionadas por la pandemia del Covid-19. Un sistema que había funcionado bien durante cuatro décadas se paralizó”, asegura la entidad en su página web. El banco asegura asimismo que los dividendos se han seguido pagando, pese a que el mercado permaneciera cerrado.

Sin solución a la vista y a los tribunales

La comercialización de CDA está cerrada. “Triodos Bank es la contraparte en todas las compras y ventas de CDA, pero la entidad no no puede utilizar legalmente más del 3 % (36 millones de euros, conocido como buffer o “colchón” de recompra) de su capital social para facilitar las ventas”, explica el banco para justificar su escaso margen de maniobra y el hecho de que en febrero de 2022 anunciara un programa de recompra por 59 euros por título que no se ha ejecutado.

La entidad apuesta por una nueva fórmula, un Sistema Multilateral de Negociación (SMN), una plataforma de negociación comunitaria a la que solo pueden acceder los participantes registrados, donde la negociabilidad de los CDA ya no está limitada por el colchón del 3 % del capital social y donde “el rendimiento, las expectativas, la evolución del mercado, el compromiso con la misión y los valores de Triodos, el nivel de oferta y demanda y otros factores determinarán el precio de negociación de los CDA una vez que la cotización sea efectiva”.

El dinero de la universidad de la hija

El planteamiento de Triodos es rechazado por muchos de los ahorradores, que han decidido acudir a los tribunales. “Pedimos poder recuperar nuestro dinero”, dice Pedro Aznárez, que ha venido hasta Pamplona desde Ejea de los Caballeros (Zaragoza), donde reside, para explicar su caso. Adquirió sus CDA en 2013. “Mi mujer y yo habíamos liquidado un pequeño negocio del que nos sobraron 5.000 euros. Yo había oído hablar de Triodos, me atraía su filosofía de banco ético, en aquel momento en el que había tanto escándalo. Nunca pisé una oficina, me hice cliente por internet. Y a través de la revista del banco me informé sobre los CDA. Me atrajo que fuera un instrumento que no cotizara, que no fuera especulativo y exclusivo para los clientes. Y pensando en mi hija, y en la rentabilidad del 3% anual que daba, decidimos destinar ese dinero a pagar la universidad que va a empezar ahora”.

Un 3% anual a diez años, sobre un capital de 5.000 euros, son poco más de 1.500 euros en intereses, 6.500 en total. Puede parecer que la cifra no merece la pena un proceso judicial, pero Pedro Aznárez ha decidido denunciar. “Por ética y por política”, dice. Porque se considera un ahorrador engañado y porque comparte con Sandra Beltrán el disgusto y la ansiedad que un corralito bancario, por pequeño que resulte en sus números globales, genera en los afectados. 

“Pedimos recuperar nuestro dinero, pero también hay un daño emocional –cuenta Beltrán– , porque llegas a culparte por haber metido el dinero ahí. Hasta que encuentras a otros afectados. La clave me la dio un abogado, que me explicó que el producto de riesgo muy alto y poco rentable. ¿A quién se lo van a vender? Pues a unos inocentes como nosotros”.