No es algo que se vaya a tratar de forma específica en el 45° Congreso de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica –que se celebra estos días en Baluarte–, pero el tema de las terapias alternativas es un aspecto en el que los expertos están trabajando. En el campo de la neurología –y especialmente en la pediátrica– apenas hay tratamientos alternativos que tengan una evidencia científica sobre una mejoría en los pacientes, pero existe una gran diferencia entre los que no hacen daño a la salud y los que tienen un perjuicio evidente.

“Las terapias alternativas son respetables, pero lo que nosotros decimos es que tienen que tener evidencia científica y eso conlleva una serie de pasos y requisitos. El problema viene, como ya ha ocurrido, cuando alguien con ánimo de lucro dice a través de las redes sociales que bebiendo lejía se cura el autismo”, alerta Sergio Aguilera, neuropediatra del Hospital Universitario de Navarra (HUN), que añade que el hecho de que alguien se lucre con esto “es una aberración".

No obstante, Aguilera señala que hay otras pseudoterapias en las que el paciente no corre peligro, aunque clínicamente “no aporten gran cosa”. “Hay veces que muchos padres recurren a estas terapias porque creen que es lo mejor para su hijo y nosotros lo respetamos. Por ejemplo, hay gente que lleva a su hijo con autismo a equinoterapia, a montar a caballo. ¿Qué daño le hace montar a caballo? Ninguno, si están contentos, adelante; pero no hay evidencia de que vaya a tener beneficios.

Las malas noticias

En este sentido, el especialista del HUN sostiene que el trato con los niños y niñas y con sus familias es una de las cosas más duras dentro de la neurología pediátrica, por las implicaciones que tienen muchas de las enfermedades. “Nosotros lo que hacemos es ser lo más trasparentes posible y tratamos de dosificar la información y explicar bien cada paso del proceso. ‘Su hijo tiene un problema en las neuronas y ahora vamos a hacerle estas pruebas para ver qué enfermedad es y este estudio genético para ver de dónde le viene, etc.’ Después ya vienen a la visita en la que les damos el resultado y el diagnóstico”, expone.

La parte más dura es cuando tienen que comunicarle a unos padres, por ejemplo, que su hijo no va a caminar nunca o que va a ser un gran dependiente para siempre. “Al final tienes un proyecto de vida y tu hijo viene con otro diferente y hay que adaptarse, aunque sea muy duro. Nosotros les hablamos en estos términos y hay gente que no lo entiende nunca y no confía pero por lo general la mayoría lo acaba aceptando con el tiempo”, señala el facultativo.