Negar a estas alturas de la vida que en España hay racismo es mucho negar. Sobre todo, con más de un partido ultracentrista medrando con mensajes racistas y xenófobos. Por eso, cuando se produce un escándalo como el de Vinicius en Mestalla, hay que tomarse como una muy buena noticia la gran repercusión que ha tenido y las medidas que, al parecer, se van a implantar para mejorar la lucha contra el racismo en el fútbol español. Pero, claro, ves la que se ha liado  (hasta el gobierno de EEUU ha condenado lo sucedido. Sí, el país en el que casi cada semana la Policía mata a un negro desarmado) y te preguntas por qué otros casos más graves en la misma Liga han pasado inadvertidos. Si LaLiga, la Federación y el Gobierno quieren luchar de verdad contra el racismo en el fútbol, qué menos que no caer en un racismo no menos deleznable: el de distinguir entre negros de primera (los del Real Madrid) y de segunda (todos los demás).