No es solo un juego de palabras. Galicia y la mítica Costa Oeste de Estados Unidos se parecen más de lo que uno cree: surf, paseos marítimos, rutas en bicicletas, caminatas a pie al borde del mar, playas de ensueño, atardeceres sobre un telón de fondo marino…El término ‘Galifornia’ se empezó a utilizar hace ya algunos años y ponía de relieve las coincidencias entre ambos territorios, incidiendo especialmente en la provincia de Pontevedra. La playa de Samil de Vigo a la que cantaban Siniestro Total en los años 80 tiene un aire a la angelina Venice Beach. En Ponte Caldelas las secuoyas miden 50 metros; parecen copias de los gigantescos árboles del Parque Nacional de Yosemite.

Sanxenxo es el pueblo más popular de la costa de Galicia.

Las islas Cíes no quedan lejos de Vigo. De ahí se va en Ferry. En la villa de Sanxenxo, el sendero que le une con Portonovo atraviesa un precioso parque, Do Vicaño, desde donde se goza de una inmejorable vista de la ría y su archipiélago. Se encuentra en la boca de la ría viguesa, en plenas Rías Baixas, y está formado por tres islas: Monteagudo, Do Faro y San Martín. La puesta de sol de las Cíes no tiene nada que envidiarle al del Sunset Cliffs Natural Park de San Diego. El ritual crepuscular se aprecia desde el alto del Príncipe (115 metros) con un despliegue de tonalidades rojizos sobre la inmensidad del Atlántico.

Las islas Cíes pertenecen a la provincia de Pontevedra y están situadas en la boca de la ría de Vigo. Fotos: Pixabay

Paraíso natural, las Cíes fueron declaradas Parque Natural en 1980 y su carácter de Parque Nacional desde 2002 aseguran un turismo sostenible. La mayoría de los visitantes se dan un chapuzón obligado en su idílica y congelada playa de Rodas (“la mejor del mundo”, para el periódico The Guardian), comen algo y tras darse un rápido paseo por los alrededores vuelven a la península.

Portonovo conserva el encanto de los puertos pesqueros más tradicionales.

Las islas Cíes lo tienen todo para conquistar al turista de paso: rutas de senderismo (Faro da Porta, Monte Faro, Faro do Peito), varios restaurantes para saciar el apetito (Rodas, Serafín, en el propio camping), actividades acuáticas… Si se opta por hacer noche y dormir, el ‘camping’ de las Islas Cíes tiene ya las tiendas montadas con una o dos camas en su interior. El precio en temporada alta (julio, agosto y los días 1, 2 y 3 de septiembre) es partir de 59 euros la noche.

Las Rías Baixas sigue siendo relativamente desconocida para muchos vascos, que tradicionalmente se decantan por pasar sus vacaciones en Cantabria, La Rioja, Alicante o la costa andaluza. Quizás por su reputación -como veremos, no del todo cierta- de país lluvioso, Galicia no suele entrar en nuestros planes vacacionales a no ser que se tengan vínculos familiares. Durante el siglo XX los gallegos llegaron a Euskadi en varias olas, inicialmente a Bizkaia. Trintxerpe, uno de los barrios de Pasaia, en Gipuzkoa, se conoce popularmente como la quinta provincia gallega.

‘Beautiful people’

Algunos bolsillos pudientes disfrutan de sus vacaciones en las frías aguas del Atlántico. Es habitual que millonarios -la cabeza visible de Inditex, Amancio Ortega-, políticos -el expresidente español, Mariano Rajoy- escapen del rigor de la canícula y se refugien en la provincia pontevedresa tratando de sortear la mirada de curiosos y paparazzis. No siempre lo consiguen. Las imágenes de Rajoy caminando, con la lengua fuera y sudando como si estuviese en una prueba de marcha han sido carne de meme.

Charo Palacios, condesa de Montarco, es una clara muestra de que una parte de la ‘beautiful people’ se decanta por este rincón del suroeste gallego. Musa del diseñador Elio Benhayer, veraneó durante más de 50 años en la villa turística de Sanxenxo. La condesa no fallaba a su cita anual con Galicia. Fue la primera reina de las fiestas en 1994 y el concello la nombró ‘Lady Verano’ en homenaje a una de sus visitantes más ilustres. Falleció en 2016.

¿Qué tiene Pontevedra que atrae todos los años a miles de turistas, alguno de ellos de relumbrón, y que llega a multiplicar su población en los meses de verano? Para empezar, el privilegiado microclima de la zona permite disfrutar de un tiempo apacible que dista bastante del húmedo estereotipo norteño. Su orientación al sur hace que la temperatura media anual sea de 15 grados y que los fríos vientos del norte apenas se noten; los otoños e inviernos suelen ser muy suaves, mientras que en verano rara vez se superan los 30 grados. Más horas de sol y de luz. Temperaturas benevolentes. Y playas paradisiacas de arena finísima que son la envidia de los arenales del norte.

A lo largo de sus más de 30 kilómetros de costa, en las rías de Pontevedra y Arousa se contabilizan un total de 22 arenales separados por puntas rocosas, de las cuales, un total de 17 lucen este verano la bandera azul; un récord que se revalida año tras año. El famoso símbolo azulado es reconocido por millones de usuarios como sinónimo de calidad medioambiental.

Senderos de costa, puertos deportivos y clubs náuticos… No es ni mucho menos la más espectacular, pero la playa urbana de Silgar, de 600 metros de longitud, es una de las más representativas. Un paseo marítimo peatonal bordea la playa. Hay comercios de todo tipo a pie de calle, edificios turísticos, apartamentos, hoteles, bares y restaurantes donde degustar típica comida gallega o beber un refrescante albariño. La del Silgar es, por ubicación y comodidad, la playa ideal para pasar unos tranquilos días en familia. Está resguardada del mar abierto y no suele haber grandes olas. Eso sí, en las jornadas soleadas del mes de agosto conviene madrugar para coger sitio: se llena de bañistas casi tanto como en las abarrotadas playas del Levante.

La también urbana Caneliñas, Montalvo o Pragueiras, ambas integradas en la naturaleza, la del Bartal con forma de semiconcha…. Hay playas para dar y regalar, pero ninguna tan salvaje y emblemática como la de A Lanzada, dos kilómetros de arena finísima y aguas cristalinas que comparten los concellos de Sanxenxo y O Grove. Apta para surfistas, a su alrededor se forma un complejo dunar e intermareal conocido como Umia-O Grove, un humedal con gran interés ornitológico.

En la zona de rocas está acreditada una historia antiquísima. Aquí hubo asentamientos prerromanos, romanos y medievales. En el extremo de la playa se encuentra un yacimiento compuesto por una antigua fortaleza en ruinas, una necrópolis y una capilla, la única edificación que aún se mantiene en pie. La leyenda de la ermita de Nosa Señora de Lanzada tiene mucha miga. Levantada entre el siglo XII y XIII, el último fin de semana de agosto se celebra la romería de la Virgen de la Lanzada. Cientos de mujeres que desean poner fin a su fertilidad se juntan por la noche y se someten al baño de las nueve olas.

Por la mañana barren el suelo y limpian el templo para deshacer todo tipo de ‘meigallos’ y males de ojo y, a continuación, realizan la ofrenda a la Virgen. Existen cántigas o poesías en gallego cantadas a Nosa Señora de Lanzada: “Madre de Dios da Lanzada / madre de Dios lanzadeira / éntrache o sol pol-a porta, / sáleche pola vidreira”. l

Últimamente ha estado en boca de todos por la polémica visita de Juan Carlos I. Ambiente de fiesta y vivas al rey, imágenes de curiosos agolpados a las puertas del Real Club Náutico, tímidas protestas bajo el lema “Galiza non ten rei” (Galicia no tiene rey), subido a la embarcación Bribón 500 durante la disputa de una regata, acompañado de su hija la infanta Elena… El regreso del rey emérito tras pasar cerca de dos años en Abu Dabi ha hecho correr ríos de tinta. Unos 200 periodistas han relatado todos los pormenores de su breve regreso de los Emiratos Árabes.

La Benidorm o Marbella de Galicia, apelativos con los que para bien o para mal se relaciona Sanxenxo, ha recibido un impacto publicitario brutal con el viejo monarca.

La villa turística es bipolar: tranquila como un cementerio en invierno, bulliciosa y hasta los topes de visitantes los meses de julio y agosto, en su mayoría venidos del resto de Galicia, Castilla y León, Asturias y Madrid. Tiene fama de ser un destino elitista, aunque luego no es para tanto. La culpa es de la vecina villa de Portonovo. Merece la pena fisgonear la zona del puerto y subir a un curioso barrio levantado sobre una colina. Entre estrechas y empinadas calles, lugareños y turistas se mezclan y disfrutan de deliciosas raciones de pescado a precios razonables. Parece otro mundo.

En la lonja los vecinos compran el pescado fresco del día y aún continúan con vida muchos negocios de siempre. Hasta no hace muchos años había un puñado de bares de rock, similares a los de Barrenkale en Bilbao. Los pequeños obradores hacen a mano deliciosas empanadas caseras de zamburiñas, berberechos y otros manjares. Su vocación marinera y humilde contrasta con los aires de jet-set que se respiran en el corazón de Sanxenxo, al que se llega cómodamente a pie.

La escultura la Madama de Silgar es una rareza. Ejerce de embajadora de la villa de Sanxenxo sobre la piedra O Corbeiro que flota en el agua. En los años 80 barruntaron una réplica exacta de la estatua de la ‘Sirenita de Copenhague’ y que contemplaba un hermanamiento con la capital danesa. Se desechó el plan. Querían algo suyo, propio. Tras varias idas y venidas, rumores y especulaciones -se habló incluso de una fuente con un chorro de 35 metros de altura-, en 1995 el artista local Alfonso Vilar Lamelas se encargó del proyecto de manera altruista. “Esa roca la puso ahí Dios para que yo ponga mi escultura”, dijo. Y así fue como le dio forma a una peculiar obra inspirada en la mitología celta que recrea la belleza del mar. Desde entonces es el símbolo de Sanxenxo.