No se ven muchos visitantes foráneos en Güéjar Sierra, uno de los secretos mejor guardados de Andalucía. Esta localidad montañosa es una de las joyas rurales del interior de Granada y ha conservado intacto un pintoresco casco histórico de casitas blancas, calles estrechas y grupitos bien apilados de plantas y flores decorativas por todas partes. La vida discurre lenta, sin aparentes sobresaltos. En verano, sus vecinos sacan las sillas al exterior y disfrutan de la fresca en animadas conversaciones. El aire de Sierra Nevada entra sin permiso, se impone la rebequita. 

En este bonito y tranquilo pueblo (3.000 habitantes) se duerme a pierna suelta todo el año. Es discreto, verde y convincente. Y aquí llega la exótica conexión helvética: a Güéjar Sierra se le conoce como la Suiza del Sur, la marca con la que su ayuntamiento trata de impulsar el turismo apelando las virtudes del país de los relojes de marca y de su famoso chocolate. ¿Qué tiene Suiza de especial que hasta un recóndito municipio granadino lo utiliza a modo de gancho turístico? ¿Hay para tanto? 

Un país feliz

Vayamos por partes. Según el Informe Mundial sobre la Felicidad 2022 de las Naciones Unidas, el pequeño territorio suizo de 8 millones de habitantes es el cuarto Estado más feliz del mundo en función del PIB per cápita, el apoyo social, la esperanza de vida, la libertad de elección, la generosidad y la percepción de la corrupción en el gobierno y las empresas. Obtiene una puntuación de 7,5 sobre 10, solo por detrás de un previsible podio de países nórdicos compuesto por Finlandia, Dinamarca e Islandia. 

“En invierno de 2023 mi marido y yo visitaremos Suiza. Es nuestro plan pendiente”

Berta Triana - Directora financiera

Suiza se enorgullece de ser como es. Y de sus relojes y de su gran contribución a la humanidad: la puntualidad. Conviene moverse con astucia para no caer en las habituales trampas para guiris. Este es un lugar caro. Extremadamente caro. Comprar en un supermercado, comer en un restaurante, tomar una cerveza en un bar, beber un café con leche o dormir en una habitación de hotel sale por un ojo de la cara. Sus escandalosos precios solo son comparables a los de Noruega o Islandia. 

Esto es al menos lo que dice la revista Ceoworld, que en 2020 publicó una lista basada en “docenas de estudios e índices al consumidor” y en la que se extrajo una tajante conclusión: Suiza es, “oficialmente”, el país más caro del mundo. La vivienda está disparada. Los precios de los alquileres de las cuatro principales ciudades suizas (Zúrich, Ginebra, Basilea y Berna) solo se ven superadas por Nueva York, epítome del privilegio en el que se ha convertido habitar un piso. 

Zurich, capital del país. Pixabay

Otra singularidad, esta vez de corte político. Los suizos han demostrado una gran habilidad en las relaciones internacionales durante el siglo XX. No se mojaron en las dos grandes contiendas bélicas, puesto que la neutralidad es el principio fundamental de su política exterior. Gracias a su calculada ambigüedad y a su aversión a los conflictos diplomáticos, Suiza no fue invadida en ninguna de las dos guerras mundiales. En los tiempos del Tercer Reich (1933-1945) tuvieron que hacer un sobreesfuerzo para mantenerse al margen de los intereses de los Aliados y de las fuerzas del Eje. Al Fürer no le veían con buenos ojos y los medios fueron muy críticos con él. 

La neutralidad tampoco se negocia en 2022. Con motivo de la actual guerra de Ucrania, Suiza ha recibido presiones de la Unión Europea, especialmente de Alemania, para abandonar su papel de espectador pasivo y se preste al envío de armas. La respuesta siempre ha sido la misma: no.

“Estoy organizando un viaje al Cairo con Lucas, mi pareja, porque tenemos ganas de conocerlo”

Cristina Triana - Directora creativa

Sedes internacionales: ONU y FIFA

La Cruz Roja, con sede en Ginebra, tuvo un papel determinante durante la Segunda Guerra Mundial. La asociación humanitaria calcula que salvó de la inanición a “30.000 personas” por la ayuda prestada a las personas que vivían en el Canal de la Mancha. Ginebra no es la capital (ese honor le corresponde a Berna), pero la ciudad suiza a orillas del lago Lemán alberga otras muchas organizaciones internacionales y no gubernamentales. 

La FIFA se decantó por Zúrich, la principal urbe de la Confederación Suiza (cerca de 1,5 millones de habitantes incluyendo su área metropolitana). Envuelta en una turbia maraña de sospechas de corrupción desde la designación de los Mundiales de Futbol de 2018 y 2022 en Rusia y Qatar, respectivamente, lo interesante aquí de la institución que gobierna el fútbol global es su museo. El centro se abrió en 2016 sustituyendo a un antiguo banco de tres plantas en pleno centro urbano. 

En el Museo FIFA se acumulan más de mil objetos relacionados con la historia y los momentos más inolvidables del deporte rey. Las encendidas pasiones que levanta la liturgia alrededor de la Copa del Mundo son palpables en el recorrido expositivo. Hay vídeos, fotografías, instalaciones, todo tipo de curiosidades. Los fans de Pelé, Maradona y, al fin, Messi, pueden pasar un buen rato en este museo.  

Después de la de Nueva York, la sede más importante de la ONU está en Ginebra. El monstruoso complejo de edificios ‘Palais des Nations’ está enclavado en el verde y hermoso Ariana Park. Fue levantado en los años 30 del siglo XX. Desde 1966 cumple la función de sede europea de las Naciones Unidas y alberga un total de 34 salas de conferencias y más de 2.800 oficinas. Es territorio internacional. Todos los años se organizan 8.000 reuniones en su interior y en este lugar se reúnen, entre otros, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. El mundo entero cabe aquí.  

La ciudad medieval de Lucerna. Pexels

Berna y las ciudades relojeras

Toca hacer turismo en la Suiza de postal. Algunos de sus puntos más destacados y que no te puedes perder por nada del mundo (si el bolsillo te lo permite) se condensan en los 12 lugares que la Unesco ha declarado Patrimonio de la Humanidad desde 1983. Se trata de hito mayúsculo si tenemos en cuenta que su tamaño (43.000 kilómetros cuadrados) es similar al de Catalunya. Otra singularidad suiza. 

En este listado de planes infalibles estaría el casco histórico de Berna, conservado de manera impecable y donde se mantienen milagrosamente en pie edificios con una antigüedad de nueve siglos. La Torre del Reloj es una parada clásica en la ruta por la Berna medieval, y no solo por su puntualidad y precisión. Fue la primera puerta de entrada a la ciudad y el mecanismo de sus agujas no ha cambiado desde 1530. Solo se ha parado una vez en la historia, pero pocas cosas se han mostrado tan fiables como este famoso reloj al que se puede acceder, en pequeños grupos, para descubrir sus entrañas. 

El germen de la actividad relojera suiza se encuentra en las ciudades de La Chaux-de-Fonds y Le Locle, también incluidas en el listado de la Unesco. Ambas se han fundido en una simbiosis perfecta entre urbanismo e industria. Así lo reconocía el organismo internacional en su informe de 2009. “Las dos localidades vecinas ilustran con su urbanismo las necesidades de organización racional de la industria relojera. Planeado a principios del siglo XIX, después de tres grandes incendios, el trazado urbano de ambas localidades está concebido en función de esa industria, ajustándose a un esquema abierto en bandas paralelas en el que se imbrican casas y talleres para mejor responder a las necesidades profesionales de los relojeros, cuya actividad se remonta al siglo XVII y perdura hoy todavía”.

Recordando a Heidi 

Por último, no podemos pasar por alto la imagen más típica de Suiza. Heidi es un personaje literario creado por Johana Spyri en 1880 y que, tras su salto a la televisión, se ha convertido en un símbolo de los Alpes. Los suizos han sabido exprimir la imagen de la beata niña pastora con la promoción turística de la región de Heidiland, en el cantón de los Grisones, donde uno puede recorrer los idílicos paisajes de la novela. Ya puestos, no deberíamos fallar a nuestra cita con la ciudad de Maienfield, la localidad más cercana de la mítica cabaña donde se sentaba en un banco el abuelo de Heidi a contemplar los sedosos prados alpinos. 

Vista aérea del casco histórico de Friburgo.

Vista aérea del casco histórico de Friburgo. Pixabay

Friburgo: Pura esencia suiza

Dicen que la Suiza más auténtica se puede apreciar en la ciudad de Friburgo, capital de la región homónima ubicada en el oeste del país. Podría servir como espejo para Güéjar Sierra, ya que comparte con la localidad andaluza algunas cuestiones básicas: es pequeña (no llega a los 40.000 habitantes), se encarama a una colina entre verdes y montañosos paisajes y es un destino poco habitual en las rutas turísticas. No se debe confundir esta población bilingüe (francés-alemán) con la ciudad germana de Friburgo de Brisgovia. Animada por su ambiente universitario, la atracción más famosa es su funicular, de 1899, lo que permitirá al viajero subir desde las orillas del río Sarine (la zona que se conoce como Basse-Ville) a una ciudad medieval dominada por edificios góticos. Merece la pena pasarse por la catedral de St-Nicolas solo por trepar a lo alto de su torre y disfrutar de unas impagables vistas desde la terraza. El hándicap es que para llegar a la cima se deben superar 365 escalones, ni más ni menos. 

Si es mucho trajín para el turista más perezoso, no pasa absolutamente nada. En el interior del templo abundan las vidrieras de estiilo art noveau realizadas por el artista polaco Jozéf Mehoffer durante el primer tercio del siglo XX. Cerca de la catedral se encuentra el museo de Arte e Historia, que también tiene su punto. El Collège Saint-Michel, por su parte, es un antiguo colegio jesuita de 1582 que en los últimos tiempos no ha parado de recibir visitas de curiosos por su asombroso parecido a Hogwarts, la escuela de magia de Harry Potter.