SE acaba el año y seguimos inmersos en una situación excepcional en la que hemos sufrido un doloroso impacto social, se ha desplazado el equilibrio económico mundial y se ha transformado nuestra forma de vida. En las últimas semanas, la ciencia nos trae esperanza con los buenos resultados de los ensayos clínicos de Pfizer y Moderna. Excelentes noticias, pero nos esperan aún meses en los que todavía tendremos que seguir conviviendo con el virus.En el ámbito industrial, las repercusiones en un mundo globalizado se traducen en una sucesión de interrupciones de la producción en diferentes regiones e industrias, a medida que se producen y controlan los contagios. La pandemia es global y provoca una recesión mundial, pero sus efectos son muy desiguales entre los distintos países y actividades económicas. En algunos sectores, hemos experimentado contracciones en el gasto de los consumidores, interrupciones en las cadenas de suministro, menor disponibilidad de componentes… etc. Pero la crisis también ha traído digitalización acelerada, desarrollo de relaciones más colaborativas y resilientes con proveedores y clientes, simplificación de las cadenas de suministro, teletrabajo… En este escenario, se evidencia que las empresas con claras ventajas competitivas son aquellas lo suficientemente ágiles e innovadoras como para gestionar las transformaciones necesarias en un entorno tan cambiante que el conocido acrónimo VUCA (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) se queda escaso para definir la situación actual.

La urgencia de la supervivencia a corto plazo puede impulsar un recorte en las inversiones en innovación, pero las crisis económicas anteriores han demostrado ser oportunidades para crear nuevos negocios y dónde las empresas tecnológicamente más avanzadas han resistido mejor. Es el momento de la ciencia, la innovación y el conocimiento aplicado.

Necesitamos soluciones impulsadas por la ciencia y la tecnología. En primer lugar, para una mejor comprensión científica del virus y la minimización de su expansión e impacto, así como para el desarrollo de vacunas, tratamientos y diagnósticos todos ellos imprescindibles para la recuperación. A partir de ahí, nuestra respuesta a la crisis de la covid-19 puede o bien amplificar o bien mitigar la crisis más profunda a largo plazo para nuestro planeta: la emergencia climática.

La pandemia es una oportunidad para apostar decididamente por un modelo productivo bajo en emisiones que requiere adaptación, pero constituye también una oportunidad para revitalizar la economía y agilizar el proceso de recuperación. La evolución hacia una industria neutra en emisiones precisa transformaciones profundas de la estructura del sistema energético, entre las cuales destacan el almacenamiento de energía eléctrica y la integración sectorial inteligente. En este sentido, el sector energético ha destacado por su capacidad de innovación y ahora se ofrece como una palanca clave para la recuperación.

Europa nos marca el camino para una recuperación verde: eliminar gradualmente los combustibles fósiles, invertir en tecnologías disruptivas, energía renovable, almacenamiento energético, construcción y renovación eficiente, movilidad y alimentación sostenibles… En resumen, apostar por la innovación, la digitalización, la descarbonización y la progresiva circularidad de la economía.

Para abordar esta tarea cuenta con dos herramientas fundamentales:

1. La iniciativa Next Generation EU: el mayor paquete de estímulo jamás financiado a través del presupuesto de la Unión Europea. Un total de 1,8 billones de euros para construir una Europa post COVID más ecológica, digital y resiliente.

2. El European Green Deal: la herramienta elegida por Europa para crear riqueza de forma sostenible que se concreta en iniciativas como la Strategy for Energy System Integration. Esta iniciativa tiene como objetivo la descarbonización eficiente de los sistemas de energía garantizando la estabilidad y flexibilidad de los mismos. A nivel estatal, el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) establece objetivos para el periodo 2021-2030 y define "la Estrategia a Largo Plazo para una Economía Española Moderna, Competitiva y Climáticamente Neutra en 2050".

Es difícil predecir las implicaciones de la pandemia a largo plazo, pero es evidente que no hay economía fuerte sin un sector industrial más eficiente, más productivo, más digital y sostenible. Tenemos muchos retos por delante, pero la industria navarra ya ha demostrado su resiliencia. Los territorios industriales resisten mejor una crisis, con menor daño al tejido social. El sector industrial navarro tiene mayor peso en el PIB que en otras regiones. Navarra posee, además, una composición diversificada por sectores industriales: tanto los sectores S3 (automoción, energía, agroalimentación y salud) como el metalmecánico, químico, papel y es menos dependiente del turismo.

Decía Peter Drucker que "la innovación resulta de una búsqueda consciente y deliberada de oportunidades". Es hora de plantearse oportunidades no sólo en sectores en los que somos fuertes, sino también, en otros sectores de futuro como la bioeconomía, la biosalud, la biotecnología, la inteligencia artificial, la supercomputación…etc. Navarra cuenta ya con interesantes start ups trabajando en estas áreas que precisan ayuda para transformarse en scale-ups.

Por último, insistir en uno de los grandes valores de Navarra: la cooperación. El tejido industrial navarro consta de grandes empresas, más resistentes, y pymes, más ágiles y flexibles, acostumbradas a colaborar en un ambiente de confianza, desarrollando soluciones innovadoras, creando valor añadido, conocimiento y consiguiendo así mantener y crear empleo. Un tejido empresarial fuerte y unido contribuye positivamente al crecimiento y a la estabilidad económica de una región por su mayor productividad, su oferta de empleo más estable y su mejor acceso a la financiación.

No es el 2020 que habíamos planeado. También el 2021 se presenta nuevos retos y desafíos, pero juntos, lo afrontaremos como una oportunidad de fortalecernos.