EMPIEZA LA CAÍDA. Quizá peque de optimismo, pero empiezo a estar convencido de que Vox está en el camino de vuelta a la irrelevancia. No mañana ni pasado, probablemente. Pero va habiendo señales de que el proceso de deterioro está en marcha. El fiasco en Andalucía, la espantada con bronca y amenazas de venganza de Macarena Olona, la fumigación del obergruppenführer Ortega Smith y su sustitución por el sumiso Garriga son algunos de esos primeros síntomas de que lo que marchaba imparable hacia el cielo ha emprendido la vertical de descenso. ¿Al suelo? Tanto como eso, no. Mi apuesta es que subsistirá como fenómeno más o menos residual y aguantará el tirón bastante mejor que, pongamos, Ciudadanos. Al partido naranja le ocurrió que recibía sus votos de descontentos del PP que han vuelto en tropel a la nave nodriza una vez que han caído en la cuenta de la insustancialidad de la propuesta.

AUTOPARÓDICOS. Con los abascálidos, sin embargo, intuyo que el proceso será diferente. Como digo, es posible que durante un tiempo todavía atraigan un voto de aluvión en el que entran desde fascistas desorejados a currelas enfurecidos que se sienten huérfanos, pasando por machistas, racistas y homófobos recalcitrantes. Pero salvo que el contexto social se vuelva decididamente explosivo, el caudillín de Amurrio se tendrá que conformar con la patulea de seres humanos patéticos que se hicieron ver el pasado fin de semana en la fiesta anual del cada vez más lisérgico partido ultramontano. La galería de imágenes del fasto es un compendio de frikismo casposo difícilmente superable: legionarios autoparódicos con el que ilustra estas líneas, héroes de Marvel con escudos rojigualdos y, en el escenario, una recua de tipos disfrazados de toda la fauna rancia de la enciclopedia Álvarez.

DESTINO, EL 36. Y cuando parecía que la vergüenza ajena había tocado fondo, aparecieron sobre las tablas tres cayetanos de libro machacando este estribillo en bucle: “¡Vamos a volver al 36, vamos volver al 36!”. En la letra se reunían todos los comodines requetediestros: los comunistas, el Frente Popular, las feministas, las “manadas de senegaleses”, el colectivo LGTBI, Bildu, Esquerra… En suma, una patochada de proporciones cósmicas que, sin embargo, consiguió su objetivo. En lugar de pasar un kilo, los destinatarios de la performance de los que alguien llamó ‘Los Facha Street Boys” mordieron el anzuelo y convirtieron en hombrecitos a los niñatos que nos daban la noticia conocida: Vox quiere llevarnos de vuelta al 36. Pero no lo conseguirá.