Bipartidismo rancio

– Siete semanas menos dos días. Empiezo a poner un aspa en cada jornada del calendario como los sufridos reclutas del antiguo servicio militar obligatorio en el ejército español. Tiene toda la pinta de que se nos va a hacer una eternidad el tiempo que queda hasta el 23 de julio. No ya por la fecha tan poco inspiradora. Tampoco porque nos hayamos plantado aquí, sin solución de continuidad, después de una campaña pestosa de la que todavía no hemos sido capaces de recuperarnos. El hastío prematuro se debe (por lo menos, en lo que a mí me toca) a la sensación de que quienes deben convencernos de que este esfuerzo merece la pena nos quieren volver a regar con su demagogia cruzada. Basta como ejemplo el penúltimo. Casi como si estuviéramos en un instituto de secundaria, el gallito guapetón desafía al gafitas a seis debates, a razón de uno cada lunes. Como si esto fuera un concurso de oratoria o una competición de piquitos de oro. O como si todavía estuviéramos bajo el bipartidismo más aspero, que es lo que han recordado con buen criterio las formaciones que ahora mismo componen un Congreso de los diputados multicolor.

Desprecio

– Por ahí va buena parte del desprecio del autor del reto, Pedro Sánchez, al amplio ramillete de fuerzas que lo llevaron donde está y, más importante que eso, que lo han sostenido a pesar de sus mil y un desplantes. Por si cabía alguna duda de la teoría del kleenex de Ortuzar, hoy vemos que las siglas que le han sacado las castañas del fuego al presidente del gobierno español son tratadas como pañuelos de celulosa. ¿Que estaría bien que hubiera algún cara a cara? Una vez que ya hemos naturalizado la política como espectáculo, no me atrevo a decir que no. Pero el resto de los debates deberían ser tan plurales como fuera posible. Doy por hecho que va a haber bronca por ese lado.

Efecto Bumerán

– Del mismo modo, me reafirmo en lo que ya escribí aquí mismo hace un par de días. Por alto que esté el listón, la suciedad de la campaña va a batir récords. Y no únicamente por parte de los portavoces políticos. Muchos medios de todas las querencias ideológicas se están sumando con brío a la causa respectiva. En este sentido, está dando mucho que hablar una larguísima pieza del diario El Mundo en las que se despedazaba a Pedro Sánchez rozando la crueldad. Creo tener vistas las suficientes películas de terror del mismo pelo como para estar convencidos de que, a la larga, acaban beneficiando al despellejado. El efecto bumerán sigue a la orden del día en comunicación política. Que se lo pregunten a Ayuso.