La vida es aquello que pasa mientras llega una decisión conyugal irreversible: entrar, o no, en el grupo de guasap de padres y madres del colegio, instituto o ikastola. Hay quien ante tal abismo se equivoca y da un paso hacia delante. De ello se libra, inconsciente de su fortuna, quien no tiene churumbeles, aunque quizás le alcance el eco de lo que a menudo ahí se ventila, polémicas cainitas, chismes venenosos, críticas ex cátedra.

Gastaré unas palabras en recordar lo obvio: la gente sensata transita de forma adecuada esa antesala del infierno, y se limita a observar desde la grada el despelleje. No se sienta usted aludido. Pero junto al que pregunta con legítimo interés quién imparte Matemáticas acecha el que responde, por comentarlo, que se llama Arantza y se apellida la que manda muchos deberes, suspende mogollón, es bastante borde, hace topless en el pantano y se ha separado dos veces, vaya currículo. A mi sobrino le tiene manía.

El foro escolar de los progenitores se puede convertir así en tutoría marca blanca, escupidero de soflamas políticas, educativas, sanitarias, memes chungos, anuncios de compraventa, juicios de jubilado –¿esa rotonda?– y gotitas de tedio –he desayunado muesli–. También asoma de rondón algún intento lúbrico. El empacho de opiniones que soporta un camarero lo sufrirá usted si, pecando de novato, expone sus dudas sobre el móvil en clase o el disfraz de carnavales. Mi hijo no irá de pantera rosa hasta que tu hija no vaya de pantera azul. Al menos nunca falta quien envía por error un vídeo guarro. Es la hora del subgrupo del visillo: pobre hombre, dicen que bebe los jueves. l