Domingo anterior a Navidad, San Miguel de Aralar volvió ayer a ser lugar de encuentro de montañeros y montañeras. Y es que tras el parón de la pandemia se pudo celebrar el Mendigoizaleen eguna, el día de los clubes de montaña de Navarra. Y habías ganas. “Normalmente suelen ser 11-12 clubes y este año son 18, más gente que nunca”, apuntó Martín Montañés, presidente de la Federación Navarra de Montaña y Escalada. “Es un día importante para la Federación pero sobre todo para el colectivo montañero”, señaló. Al respecto indicó que este año cuentan con 14.430 licencias, 382 más que el pasado año tras el alza registrado durante la pandemia, superando por primera vez al fútbol, sobre todo por el tirón de la escalada.

Ayer no faltó caldo caliente para reponer fuerzas tras la subida a San Miguel.

Este año la organización corrió a cargo de voluntarios de Lagunak y Amaya, que no pararon de trabajar para que las mesas estuviera bien surtidas de alimentos para reponer fuerzas, tanto fríos como calientes, con txistorra, tocineta o caldo, sin faltar un vaso de vino. Y es que andar en el monte abre el apetito. De la panza viene la danza se suele decir. Lo cierto es que ayer no faltaron bailes dentro y fuera de la hospedería, donde se ofreció el almuerzo.

Los bailes se sucedieron dentro y fuera de la hospedería.

Además, a la fiesta se unió la meteorología, con una mañana que animaba a subir a San Miguel. Desde Uharte Arakil Madotz, Baraibar, Iribas o Guardetxea, cada cual dentro de sus posibilidades, fueron cientos las personas que quisieron despedir el año en la montaña. Muchas contaban con servicio de autobus, con 15 vehículos en el aparcamiento. Dos eran de Boscos, que ayer movilizó a 98 personas, que llegaron a San Miguel a través de cinco rutas diferentes. Otras muchas acudieron en coches particuales, las más rápidas en coger el camino de vuelta.

Un grupo del club Boscos ayer en el refugio de San Miguel.

Ayer también fue día de recuerdos, con una misa en memoria de los montañeros fallecidos además de la misa mayor. Precisamente, esta fiesta comenzó a organizarse en los años 60 como acto de recuerdo a tres montañeros que fallecieron en 1964 en la montaña por diferentes motivos. Fue tal la respuesta, que se decidió instituir como jornada de recuerdo y de hermandad montañera. Si bien son varias las personas que se han ido a lo largo de este año, muchos recordaban ayer a Jesús Mari Garisoaín, Txumarra, de Anaitasuna, que mantuvo viva esta fiesta en años en los que ningún club se animaba a organizarla. De cara al próximo, Montañés adelantó que ya hay algún club que se ha mostrado dispuesto.