Mi padre era pastor y su hogar eran las montañas…” son las palabras con las que comienza Sweet Promised Land (Dulce Tierra Prometida) y que marcan el tono de la novela que invistió definitivamente a Laxalt como uno de los escritores de más renombre del Far West.

Laxalt nació en el seno de una familia vasca que había inmigrado a los Estados Unidos a principios de siglo XX. Robert creció durante la Gran Depresión, viendo a sus padres trabajar de sol a sol como pastores para ganarse el pan de un día al siguiente. Su madre, Teresa Alpetche, escuchó que había un hotel vasco a la venta en Carson City a la venta y la familia decidió aprovechar la oportunidad. El French Hotel prosperó durante la era de Prohibición sirviendo abundante vino a la clientela vasca y también a los muchos mineros, buscadores de oro y buckaroos que allí se alojaban.

Sweet Promised Land cuenta un episodio importante de la vida de su padre Dominique, que decidió visitar a su familia después de haber vivido casi medio siglo en Nevada. Acompañado por su hijo Robert, emprendió el viaje de vuelta a los Pirineos y su regreso a Zuberoa y su reencuentro con los paisajes de su infancia le evocan sentimientos ambiguos. Si bien ha salido adelante, ha sido solo a base de mucho esfuerzo y grandes sacrificios, y de haber soportado “feroces días sin sombra y largas noches sin luna”. Su casa y sus amigos le reciben con los brazos abiertos, pero la lucha por la supervivencia lo ha arrancado de allí y el viaje nostálgico a su tierra natal termina evocando el síndrome de Ulises: el anciano Laxalt se da cuenta de que Nevada se ha convertido en su hogar y que su identidad y la de sus hijos está enraizada en el Oeste. Dominique se reencuentra a sí mismo porque, al final, “es el amor y la conexión que compartimos con los demás lo que le da significado y propósito a nuestras vidas. Es el amor de la familia y los amigos, el amor de nuestra patria y nuestra herencia, lo que hace que la vida sea dulce y promete perdurar más allá de nuestro tiempo en esta tierra”.

Con gran sensibilidad y en primera persona, Robert retrata los valores tradicionales de su familia y el carácter de sus ancestros como el combustible que les permitió hacer frente a los rigores de la cultura, el clima y las dificultades económicas de las vastas praderas del desierto. Nadie gana solo, solo es posible vencer en equipo. Pero en un artículo publicado recientemente en el Reno Gazette Journal, Ray Hagar ha recordado recientemente su obra como una decisiva arma electoral.

En 1973, el viejo senador Alan Bible sorprendió a la clase política del estado al anunciar que no se presentaría a la reelección. Los republicanos decidieron depositar su confianza en Paul Laxalt y el Partido Demócrata apostó por el vicegobernador en funciones Harry Reid, que entonces tenía 33 años. Tal como expresa Ray Hagar en uno de sus últimos artículos para el Reno Gazette ningún Laxalt se inmiscuyó en la vida política del desierto. Su hermano Paul, senador, vicegobernador y gobernador de Nevada, era la excepción. Pero en las elecciones al senado de 1974 se entrelazaron la vida política y la carrera literaria de ambos hermanos.

Recuerda Warren Lerude en su libro sobre Laxalt, el gran comentador electoral de Nevada Wayne Pearson había afirmado en grandes titulares que Reid estaba ganando. En definitiva, Reid había servido al estado durante cuatro años y Paul había dejado la mansión del gobernador en 1970 para construir el Ormsby House Hotel & Casino en Carson City. Paul necesitaba un empujón y su equipo político le sugirió que Robert publicara una edición especial de Sweet Promised Land con un epílogo sobre Paul. “Dividido entre el arte y la sangre”, a Robert no le gustaba la idea, pero lo hizo, afirma su hija Monique Laxalt en el libro sobre la figura de su padre The Deep Blue Memory. Robert presentó a su hermano Paul como el hijo de un pastor vasco, un icónico “hombre común” de Nevada hecho a sí mismo.

Según el estratega político Jerry Dondero, la semblanza de Sweet Promised Land otorgó la victoria a Paul que venció a Reid por 624 votos. Permaneció en el Senado durante dos legislaturas, hasta 1987. En 1981, se convirtió en asesor del presidente Ronald Reagan y en “uno de los republicanos más poderosos en Washington”. Fue conocido como el “primer amigo” de Reagan, en referencia a la estrecha relación que desarrollaron en la década de 1960, cuando Paul era gobernador de Nevada y Reagan lo era de California. No en vano fue presidente de tres de las campañas presidenciales de aquél.

La pluma había ganado, pero a un precio. La publicación de aquella edición especial de Sweet Promised Land que decidió las elecciones al Senado en Nevada en 1974, afectó la carrera literaria de Robert. “La máquina de escribir perdió su cadencia por un tiempo”, recordaba Monique. Le costó recuperar su potencia literaria.

Centenario del nacimiento

Con motivo del centenario del nacimiento de Robert Laxalt, el Centro de Estudios Vascos y la Biblioteca Vasca Jon Bilbao de la Universidad de Nevada, Reno, han organizado un congreso con la colaboración del grupo Research in Western American Literature and Culture de la Universidad del País Vasco que ha tenido lugar los días 9 y 10 de marzo. El objetivo del encuentro ha sido conmemorar el centenario del nacimiento de Laxalt ofreciendo nuevas perspectivas sobre la obra de un autor que puede ser considerado como “el decano de la literatura vascoamericana” y una de las voces literarias más destacadas del siglo XX en Nevada. La conferencia ha reunido a académicos y escritores que han reflexionado sobre la influencia del autor en la historia literaria del Oeste, sus escritos periodísticos, su legado en la Universidad de Nevada, y su contribución al medio cultural y social vasco en esta parte del mundo.

Entre los participantes se encontraban David Río, Iñaki Arrieta, Monika Madinabeitia, Willy Vlautin, Warren Lerude, Sandra Ott, Mariann Vaczi, Gretchen Skivington y William Douglass. También han participado la hija y el nieto de Roberto Laxalt, Monique Laxalt y Gabriel Urza. El congreso dedicó una sesión a la presentación del último libro de la CBS Press Bertso Eskolak: Basque Improvisational Poetry Schools por parte de Asier Barandiaran y los actos se cerraron con un festival de música vasca en el que participaron los dantzaris del club vasco Zazpiak Bat de Reno, los músicos Mikel Petrirena y Maddi Agirre, y cuatro bertsolaris, Martin Goikoetxea, Todor Azurtza, Johnny Kurutxet y Xabier Euzkitze.

El Centro de Estudios Vascos cerró así un acto en honor a Laxalt y, en general, a todos los vascos que formaron y forman parte hoy de la diáspora vasca de Nevada; un homenaje al pasado, y un decidido paso más hacia el futuro de la cultura vasca en Nevada, donde aún se escucha el eco de las voces de los pastores vascos entre los álamos de Peavine. Como escribió Laxalt, “hay una fuerza y una belleza en el pueblo vasco que proviene de su profunda conexión con la tierra y del sentimiento de filiación de sus gentes. Es una conexión que lo ha sostenido a través de siglos de adversidad, y que continúa dando forma a su vida y a su cultura”. Porque al fin, es el amor de la familia y los amigos, el amor a nuestra patria y nuestra herencia, lo que hace que la vida sea dulce y perdure más allá de nuestro tiempo.