La falta de lluvias las elevadas temperaturas han llevado el cauce del río Bidasoa a su mínima expresión, y el estancamiento de las aguas y la consiguiente falta de oxígeno están provocando la degradación de la flora acuática como hacía muchos años no ocurría. A su paso por Elizondo el aspecto del río es penoso y en algunos lugares, como en la presa de Txokoto por la que apena cae agua, se han formado masas de algas en descomposición que ofrecen una imagen lamentable.

El río Ibur que desciende de la regata de Artesiaga, en Irurita, seco como nunca.

A última hora de la noche del jueves llovió en Elizondo entre 10 y 15 minutos, una lluvia no muy intensa que produjo auténtico alborozo en el vecindario. No lo hacía desde el 6 de julio, pero fue sólo un espejismo porque cesó la llovizna y el suelo volvió a secarse en pocos minutos.

El curso del Ibur, un pedregal entre Barrensoro y Apote.

Las alfombras verdes que se han formado en zonas estancadas del río responden a un fenómeno normal, que todos hemos conocido desde niños en el Valle de Baztan. Es lo que se llamaba “moco de rana”, que se formaba en regatas o cursos de agua casi siempre estancados, por ejemplo en el paraje Ormakogibela, por el que discurría un regato detrás del actual Instituto de Formación Profesional.

En la presa de Txokoto sólo cae una mínima cantidad de agua por el fuerte estiaje.

Lo confirma un buen amigo de Elizondo, el especialista en materia ecológica y medioambiental Julen Rekondo, habitual colaborador de nuestro periódico, que explica que se trata de “un fenómeno natural que ocurre en las aguas estancadas por las altas temperaturas y la disminución del nivel de oxígeno”.

En efecto, se registra así una contaminación que contribuye a la proliferación de algas y un cierto problema ambiental, se altera el equilibrio natural porque el agua se poner verde, se vuelve insalubre, el sol no penetra y se reduce el nivel de oxígeno, que es lo que se está viendo en el río Bidasoa como no se recuerda.

Calor

Por otra parte, las altas temperaturas están originando también un calentamiento inusual de las aguas del río, lo que afecta a los peces por la falta de oxígeno como a las truchas. La población fluvial de especies que hasta hace medio siglo eran abundantes, aunque no muy apreciadas gastronómicamente, los barbos y las chipas, ha caído en proporciones alarmantes y se encuentran en claro peligro de desaparición, con la situación actual.

En este sentido, por más que con la escasez de lluvias y escasos niveles de los ríos, se recuerda por algunos que las presas que prácticamente se han destruido en su totalidad en el Bidasoa y afluentes contribuían a la oxigenación de las aguas al caer. Algo que ya no tiene remedio.

Un río muy particular

En la localidad baztandarra de Irurita, como hace todos los veranos y en este mucho más, el río Ibur que desciende de la regata de Artesiaga ha “desaparecido” en un largo tramo, en más de un kilómetro. Ahora mismo su curso entre el paraje Barrensoro y el barrio de Apote es un pedregal por el que no discurre una gota de agua, aunque este hecho no es sólo atribuible a la sequía. En un lugar determinado, poco después del merendero, el Ibur discurre con normalidad pero, un poco más abajo, se sumerge y desaparece y su caudal ya no volverá a ser visible hasta Apote.

El curioso fenómeno tiene su explicación y se debe a la existencia en ese tramo de un sifón o cavidad subterránea. Cuando el caudal desciende, el río Ibur discurre bajo tierra lo que ocurre en las épocas de estiaje y vuelve a surgir una vez pasado ese tramo. Este de Irurita es un río pequeño, con sus propias características, un río muy particular.