“Es una vergüenza que solo Tudela se haya acordado de Gaztambide. Su personalidad fue apabullante y con Arrieta fueron los dos grandes dioses de la música de aquella época”. Con estas palabras recuerda José María Macaya Floristán al músico tudelano Joaquín Gaztambide, de cuya biografía es autor y que se ha hecho con el premio del Ayuntamiento de la Biblioteca Manuel Castel Ruiz, lo que implica la publicación de la obra. En Joaquín Gaztambide. Compositor, director de orquesta y empresario teatral se adentra en la biografía del que fue uno de los grandes nombres de lo que califica la “época de oro de la música en Navarra”, lo que llevó incluso a ser enterrado en el panteón de Hombres Ilustres de Madrid. A juicio de Macaya “el Ayuntamiento tiene que preocuparse por Gaztambide y de que se recuerde su figura. Acordarse de él no da votos pero es algo que hay que hacer. Gaztambide fue mucho Gaztambide. Nos hemos portado mal con Gaztambide. El Ayuntamiento se ha de preocupar de obligar al Gobierno de Navarra a que haga algo. Es de vergüenza que este año la Orquesta Sinfonica de Navarra no ha tocado nada de Gaztambide”. José Maria Macaya Floristán nació en Pamplona en 1941 es licenciado en Derecho y ha escrito numerosas biografías de músicos como Buenaventura Íñiguez o Joaquín Larregla. El libro tiene un precio de 10 euros y se han editado 300 ejemplares.

Nacido en 1822 en Tudela y fallecido en 1870, en sus apenas 48 años de vida impresiona la cantidad de obras que Joaquín Gaztambide compuso y la vida que tuvo, llevándole a ser una figura de su tiempo como compositor, director de orquesta y director del teatro La Zarzuela, que fundó junto con Barbieri, Sala y Olona. Baste con pensar que en 17 años compuso 44 zarzuelas, incluso hubo años que estrenó hasta cuatro obras. Nacido en el seno de una familia tudelana de posaderos, con muy pocos años se quedó huérfano y pasó a ser cuidado por su tío Benito, “avaro y que cuidaba muy poco de los niños” por lo que marchó pronto a Pamplona a casa de otro tío, Vicente, padre de otro músico Javier Gaztambide donde estudió piano y composición. De muy joven comenzó a tocar el triángulo en una orquesta, pasó luego a ser contrabajista tras viajar a Madrid con 20 años, ingresó en el conservatorio y ascendió a director de coros, posteriormente director de orquesta y después ya compositor, estrenando su primera zarzuela con 27 años. "Fue uno de los mejores directo de coros, de orquesta y compositor. Todo se lo trabajo él, No tuvo padrinos”.

Macaya destaca la importancia que tuvo la música en Navarra a mediados del siglo XIX. La época de oro de la música en Navarra. Navarra tenía 300.000 habitantes, los mismos que Madrid y produjo nombres como Arrieta, Gayarre, Eslava, Sarasate, Echeverría, Gorriti, Guelbenzu, Zabalza, Javier Gaztambide, Otermin, Íñiguez, Rul, Erregla, Sobejano, Sanisain, Vallejos... "En 30 ó 40 años hubo esta cantidad de músicos que ninguna región de Europa ha conseguido”.

A partir de 1850 comenzó a crear zarzuelas de forma muy prolífica y fundó el teatro La Zarzuela con otros socios, si bien el autor del libro señala que “fue un fracaso como empresario. Se murió dejando en la pobreza a la familia, pero él vivió como un marajá. Cuando iba a París vivía en los mejores hoteles, comida en los mejores restaurantes y se traía baúles de ropa. La ambición personal lo tiró todo por tierra, pero los primeros años fueron magníficos”. Tras conseguir quedarse en solitario con la gestión del teatro y arruinándolo, marchó con su compañía a La Habana en 1868, huyendo de la revolución en España, donde triunfó de forma muy importante, si bien se encontró con otra revolución (la guerra de los 10 años) y tuvo que huir a México, donde no tuvo éxito. Aquejado de una grave enfermedad hepática regresó a España donde murió en 1870.

Entre sus zarzuelas más conocidas se encuentran La Mensajera, El sueño de una noche de verano, El valle de Andorra, Catalina, El juramento, El lancero y Casado y soltero, además de crear la Novena de Santa Ana, con algo de ayuda de Barbieri en los textos. Macaya destaca su faceta como director de orquesta y de coros y aunque triunfó como compositor de zarzuelas, hubo muchas que no tuvieron demasiada calidad.

Dada la precariedad económica en que dejó a su mujer e hijos, su nombre no fue muy recordado, pese a que en 1902 se realizó un festival en Tudela para conseguir dinero para su familia. En 1920 este insigne tudelano había sido enterrado en el cementerio Patriarcal de Madrid, que se encontraba en un estado ruinoso. El Ayuntamiento madrileño iba a trasladar sus restos al cementerio de Hombres Ilustres pero el Consistorio de Tudela creyó que era el momento oportuno de traerlo a casa, construir el panteón que merecía y rendirle el homenaje que no había tenido. El 17 de marzo de 1921, un gran desfile por las calles de Madrid despidió a Gaztambide, incluso su cuerpo fue paseado por delante de varios teatros y acompañado de escritores, músicos y literatos de Madrid, como Pedro Muñoz Seca, que depositó una corona de flores sobre su ataúd. Aunque había fallecido 50 años antes el cadáver se conservaba bastante bien ya que el Museo Antropológico de Madrid lo había embalsamado tras extirparle el hígado una vez muerto, dadas sus considerables proporciones. En Tudela se le hizo un recibimiento por todo lo alto, con un paseo por toda la ciudad, y velando su ataúd para al día siguiente llevarlo a la capilla de los Garbayo, ya que el Consistorio no había preparado nada especial.

Durante 34 años, la caja descansó en esa capilla sin que nadie se preocupara del insigne tudelano hasta que, el 23 de diciembre de 1955, la recién creada comisión para levantar el panteón (formada por el también músico tudelano Fernando Remacha, el médico José María Remacha y el secretario del Ayuntamiento Esteban López de Goicoechea) decidieron, por curiosidad, abrir el ataúd para ver los restos. Ante su sorpresa, en lugar del cuerpo de Gaztambide aparecieron los restos de unos zapatos de tacón que, tras un detenido análisis del médico, se dedujo que pertenecían a una mujer de avanzada edad de alrededor de 1,55 centímetros de estatura. Nunca se supo dónde estaba Gaztambide.