Nos hemos visto privados de despedidas pero es imposible evitar los recuerdos. Estos pensamientos suelen hacernos viajar, en la fina piel que los sentimientos forman, a lugares que han dado cobijo a nuestra felicidad, a personas a las que hemos querido. Ahí es donde hoy me transporto, a uno de esos maravillosos lugares creado desde cero por una mujer auténtica que se merece algo más que mi recuerdo.Ella era una persona genial en el sentido más literal de la palabra, y quiero decir con esto, que era alguien con una gran capacidad para crear cosas nuevas y admirables o para realizar alguna actividad de forma imaginativa y brillante. Además de genialidad sabía transmitir, a las personas que tenían la suerte de compartir con ella la vida, alegría, vitalidad, emoción, originalidad, sinceridad y autenticidad. Fue una mujer libre y libertad desprendía cada una de sus acciones, cada uno de sus pensamientos, cada sentencia que manifestaba. No buscaba aceptación ni condescendencia, expresaba tal y como sentía, a pesar de todo, a pesar de todos.

La valentía de la que era dueña hacía que no tuviera rival. Con su menudo cuerpo era capaz de enfrentarse al gigante más temido, al matón de la peor calaña, al más innoble de los pendencieros. No había contacto alguno, le bastaba con la palabra, acompañada de una actitud inapelable. Suya fue siempre la victoria.

Era culta, de las personas que aprendes, aunque no fuera adoctrinar ni dar lecciones su intención. Podías conversar con ella de literatura, de arte, de música, de arquitectura; lo hacía de una manera llana, amena, carente del menor atisbo de pedantería; deliciosa. Resultaba además un lujo de interlocutora en una conversación banal, de amigos, resultando espontánea y divertida, pudiendo disfrutar de sus intervenciones y de su risa abierta y verdadera que lo inundaba todo; arrebatadora.

Supo crear un universo mágico también físicamente. Lo hizo en la plaza Yehuda Ha Levi, en pleno casco histórico, colaborando a revitalizar un precioso y pintoresco rincón de Tudela. Un viejo edificio en ruinas lo transformó en un espacio de reunión, creación, encuentros y diversión. Fue algo nunca visto en la ciudad, era algo que te transportaba a otro lugar, un concepto vanguardista, moderno donde lo hubiera, de estética sencilla, elegante y agradable.

Podías disfrutar de las diferentes estancias de la casa, distribuidas en cuatro alturas, las cuales creaban atmósferas completamente diferentes. La espaciosa bodega, arrebatada a los escombros que la ocupaban en origen, se convirtió en un club donde bailar electrónica o house, o albergar un cuentacuentos, o servía de recogido privèe para conversar o tomar una infusión en una pequeña cueva bajo la que discurría el agua. Nunca faltaban las flores. A pie de calle la barra, lugar de recibimientos. Era habitual encontrar a Merche en una pequeña mesa, a la entrada, siempre acompañada y dispuesta a ampliar la tertulia a más participantes. Flores como declaración de intenciones.

Las escaleras que accedían a las plantas superiores siempre estaban ocupadas de gente, igual que el pequeño almacén que albergaban. No había nada privado, todo era de uso público y de las flores. Una sala chill, con butacones y mesas bajas, albergaba en sus paredes obras de arte, esculturas en los rincones, creaciones de artistas reconocidos o anónimos; lugar de tertulia, de lectura, de conversación y de flores. Arriba los baños, igual que todo impactante, con cristales translúcidos que comprometían al usuario. Dulcificaba la impresión de la falta de intimidad, como no, las flores. Y otro espacio, éste con chimenea, mesas de café, sofás, lugar de encuentro de parejas, de amigos y de flores. Todo ello constituía un mundo único, creado para la amistad, la tolerancia, el respeto, la creación, el baile, la cultura, la diversión, las ilusiones, los sueños… y las flores.

No hace falta que lo nombre, todos/as los/as que lo disfrutasteis sabéis del lugar del que estoy hablando, ahí gozamos de algo irrepetible, de felicidad en estado puro… y de las flores. Este era el sitio que hoy recuerdo con tanto cariño, con tanto anhelo y Merche la persona que lo hizo posible y a quien hoy, desde estas líneas, extraño y agradezco.

Hace unos días, me dijo un amigo que echaba en falta un lugar al que ir y recordarla, y ponerle una flor. No hace falta querido; Merche ha vivido, vive, y vivirá siempre entre las flores.