10 de diciembre 2022. Fatídico día en la familia. Toda la esperanza después de buenas noticias tras casi 15 días batallando como una campeona contra una pancreatitis grave, te han llevado en cuestión de horas de nuestro lado tía.

Sabemos que es una enfermedad grave, la conocemos demasiado bien en la familia, pero peleabas como lo llevabas haciendo durante toda tu vida, desde demasiado joven, porque ésta no te lo puso fácil.

La primera chica después de 7 varones (luego llegó otra que colmó aún más de felicidad a la familia) que tuvieron mis abuelos Dionisio Iriarte y Manuela Uriz en Mutilva. Trabajadora hasta decir basta, como lo habéis sido todos los hermanos desde bien pequeños, pero siempre con alegría; que perdió demasiado pronto a sus padres y se quedó viuda con dos pequeñajos que la hicieron luchar sin descanso por darles una buena vida.

La matriarca de la familia, la que siempre mantuvo las puertas del hogar abiertas, la que nunca decía que no a organizar una buena comida con tal de estar todos juntos, una cocinera inmejorable, siempre dispuesta a ayudar y a aportar una palabra de consuelo, pero sobre todo, una digna heredera del legado de sus padres, porque aunque éstos se fueron muy pronto, algo debieron hacer bien, porque criaron unos hijos maravillosos, siempre unidos, riendo, contando chistes, cantando jotas, apoyándose en las buenas y en las malas, viendo el lado positivo de la vida en cada tropezón que encontraban en el camino, realistas pero siempre optimistas. Simplemente geniales.

Este año, la vida nos ha vuelto a dejar huérfanos. Te ha llevado sin previo aviso, dejándonos vacíos, con el corazón roto, pero con un sentimiento de unidad indescriptible, porque todos hemos estado contigo, también al final, y seguiremos estándolo, porque si algo nos habéis enseñado los hermanos es que la familia es sagrada, que está por encima de todo, que se apoya, ríe y llora junta. Y espero que sólo un poco de eso nos haya calado a los sobrinos y que mantengamos con honor vuestro legado.

Hoy te has ido, pero te quedas con nosotros, porque tu figura fue demasiado grande como para dejarte ir. Y quédate tranquila, porque cuidaremos de Avelino, el hombre que te ha hecho feliz durante más de 35 años, tu compañero de vida que te ha querido y valorado como pocos saben hacer; porque estaremos con Pili, Alfonso, Alfredo y Sandra intentando ayudarles a sobrellevar el vacío que les dejas en esta pesadilla sobrevenida de repente, y también con Asier, Urko y Beñat, tus nietos, a los que has criado como propios hijos. Y con los hijos de Avelino y sus/tus nietos, porque también son nuestra familia.

La familia ya no será lo mismo sin ti, dejas un vacío indescriptible en tu marido, hijos y nietos; tus hermanos te lloran desconsolados, igual que tus sobrinos e igual que tus amigos del Club de Jubilados de Azpilagaña dónde eras la perfecta anfitriona, cocinera y organizadora de eventos.

Cuídanos desde arriba cómo lo hiciste aquí abajo.

Y gracias, gracias, y gracias, a ti tía Charito y a todos tus hermanos (los que se quedan y los que se han ido) por el ejemplo y legado que nos estáis dejando, por las carcajadas, la risas y los buenos momentos que, aunque hacen de esta despedida un momento sumamente amargo, estoy segura de que a la larga nos sacará una sonrisa recordando esa magia con la que habéis llenado, llenáis y seguiréis llenando nuestra vida.

Siempre con nosotros. Te queremos.