Dicen que los productores de la Warner y la propia J. K. Rowling tuvieron claro desde el principio que el escocés Robbie Coltrane interpretaría desde el primero de los filmes al bonachón de Hagrid. Su peso, altura, rostro y actitud encajaban perfectamente con los cánones que debía reunir el intérprete del semigigante guardián de las llaves y los terrenos de Hogwarts. Y así fue. Coltrane (llamado realmente Anthony Robert McMillan) y Daniel Radcliffe comenzaron con las grabaciones de la saga de magia más conocida de la historia el 29 de septiembre del año 2000. De hecho, el Gran Comedor fue uno de los primeros decorados que se construyó (un amplio e impresionante espacio con asientos para más de 400 niños) con una primera escena en la que ya aparecieron ambos protagonistas. Y el resto: ocho películas, una nueva entrega en forma de saga (Animales fantásticos), miles de millones de euros en disfraces, merchandising... es historia moderna del cine.

Casi doce años han transcurrido ya desde aquel 15 de julio de 2011 en el que se estrenó en los cines de todo el mundo la segunda parte de Las Reliquias de la Muerte. El punto y final, tras casi tres décadas de lecturas y grabaciones, de un universo que mantuvo en vilo a millones de fans y aficionados, los llamados Potterhead. Los mismos que han sentido mucho estos años los fallecimientos de grandes protagonistas de Harry Potter, como la muerte de Alan Rickman (Severus Snape) en 2016; Richard Harris (el primer Albus Dumbeldore); o John Hurt (Garrick Ollivander).

Un luto que, lejos de desaparecer, se ha acrecentado desde hace un par de semanas con la muerte de Robbie Coltrane, tras pasar los últimos días de su vida ingresado en un hospital: “Era muy divertido. Solía hacernos reír constantemente cuando éramos niños en el set de rodaje”, son las palabras con las que Radcliffe quiso homenajear por Twitter a su primer amigo en la ficción.