Obviando el drama entre Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa, que es como escribir sobre costumbrismo del medievo, la separación más sonada de final del pasado año fue, sin duda, la ruptura entre Aitana Ocaña y Miguel Bernardeau, la pareja de jóvenes, guapos y exitosos que, durante más de cuatro años, ha sido referente para influencers, púbers y para las mejores y más sofisticadas firmas y marcas de moda. Pero el chispón de amor que saltó inmediatamente entre ellos tras hablar por mensajes privados de Instagram durante la primavera de 2019 ha terminado por apagarse. Y ya no queda ni una mísera llama. De hecho, las malas lenguas destacan que la propia cantante de OT ya tomó la decisión en firme hace más de un año, pero dados su múltiples compromisos laborales en pareja decidió continuar con el paripé. Porque entre otros jugosos proyectos, ambos ya se habían comprometido con Disney para la grabación de una serie al más puro estilo Miley Cyrus: la exitosa La última.

Pero pocas veces una ficción ha distado tanto de la realidad. Porque según informa la revista Semana, Aitana decidió finalmente cortar con Miguel justo antes del estreno de dicha producción. Poner sobre la mesa un punto y final que ambos percibían (y deseaban) desde hace muchos meses. De ahí la cascada de extrañas entrevistas y comentarios absurdos para con la prensa y los distintos programas de televisión, en los que se podía intuir menos amor y química entre ambos que entre Carlos de Inglaterra y Lady Di en sus peores momentos. 

Por ello, a rey muerto nuevo hogar puesto. ¡Y menuda choza! La cantante con más hits del momento (Berlín, Formentera, Mon Amour, Mariposas, Si tú la quieres...) acaba de adquirir un casoplón valorado en 800.000 euros en una de las mejores y más seguras zonas de Madrid. Y además, ha encargado que le construyan una discoteca y un estudio de grabación, por los que pagará casi 200.000 euros extras. Todo ello en estas fiestas de Navidad que ya terminan, para sentir bien lejos a Miguel en la comida del Día de Reyes, del que no quiere guardar ningún recuerdo, según recogen varios confidenciales.