o sé si el cambio climático está detrás de estas lluvias torrenciales o es algo estacional; lo que no parece normal es la proliferación de huracanes devastadores en diferentes puntos del planeta que por su frecuencia van camino de agotar la nomenclatura con la que los científicos los identifican. Cinco años después del Acuerdo de París solo queda la constatación del tiempo perdido. Los compromisos son papel mojado y la escasa implicación de las grandes potencias industriales (con el negacionista Donald Trump a la cabeza) no hace sino dar vía libre a un deterioro con efectos tan irrecuperables como el deshielo de los Polos. La proyección de lo que supondrá el calentamiento global en los próximos años no es ciencia ficción. La ONU pidió el sábado a los líderes mundiales que declaren el estado conjunto de alerta climática, que no es un mensaje nuevo porque ya lo reclamó anteriormente sin ningún éxito. La papeleta es complicada en un momento en el que los países esperan frenar a la covid para acelerar en la producción y recuperación económica. Y volvemos a la dicotomía de este 2020 de proteger la salud o la economía, sumando también la de conservar el planeta o racionalizar el ritmo de progreso, que es la encrucijada del futuro. Sin olvidar que hay otras alertas humanitarias como las hambrunas, los desplazados o los migrantes, que requieren de una implicación urgente. Hace tiempo que ahí fuera llueve sobre mojado. Y las previsiones auguran más inestabilidad.