on voluntarias. Algunas sabían coser, otras aprenden. Desde hace un par de semanas todas doblan el espinazo ante la máquina blanca y la aguja que va perforando un tejido resistente con estampado de camuflaje. Un tejido antibalas. Decenas de chalecos militares que terminarán siendo miles. Tuvieron que consultar al ejército cómo hacerlos y el ejército les detalló el número de bolsillos, disposición, forma y tamaño que habían de tener para que les resultaran útiles. Para guardar dentro munición. Balas. Las costureras de la guerra. Están orgullosas de apoyar así a la resistencia ucraniana. La mayor, 67 años, era matemática e informática. La más joven, 36, dirigía una empresa de venta de café. Pasan día y noche encerradas en la habitación 319 de un edificio del extrarradio de Lviv como otros lo hacen en un búnker. Es la sexta ciudad más poblada de Ucrania, frontera con Polonia, una de las más bellas y visitables para turistas despreocupados antes del 24 de febrero. Lviv es también un bastión del nacionalismo ucraniano antiRusia. Mientras el ejército de Putin bombardea hospitales, colegios y dispara a personas que hacen cola para comprar el pan estas mujeres han elegido quedarse en Ucrania para doblar el espinazo ante su máquina de coser chalecos antibalas, sometidas voluntariamente a la guerra. Paradójico. Nos han educado para entender que guerra es poder y paz, sumisión. Hay que ser competitivos, escalar, meter codo. Eso es luchar, en la profesión y en la vida. Educar para la paz es un rollo jipi y oenegero, y parte del Método Montessori. María Montessori fue la primera doctora en Medicina de Italia, neuróloga, psicóloga, psiquiatra, estudió Antropología, Filosofía y se inventó un método de enseñanza que revolucionó el sistema. Esto, hace más de un siglo. En 1937, año bélico, la invitaron a un congreso para hablar de paz. "Es significativo que no exista algo así como una ciencia de la paz cuando la ciencia de la guerra está tan avanzada". ¿Pedagoga ingenua o luchadora realista?