levo un rato largo delante del ordenador porque quería escribir de una sensación sin nombre. ¿Les pasa a veces que identifican un estado de ánimo o una emoción, pueden delimitarla y distinguirla de cualquier otra pero no le ponen palabras, como si su magnitud fuera tal que estas fueran insuficientes? Aunque tiene que ver con las imágenes y las noticias, se relaciona con la posibilidad de comprensión más allá de la información, con el establecimiento de un entendimiento o una conexión más inmediata.

Es un estado que va y viene, ya se hizo patente cuando empezó el éxodo, cuando escuché que los perros comían los cadáveres en Bucha y ahora también después de conocer la noticia del hallazgo de la enorme fosa común en Mangush, en las cercanías de Mariúpol. Hoy le leído que una joven dio permiso explícito a su pareja para violar en el frente con dos condiciones, usar anticonceptivos y no mencionarlo nunca.

Ante estas y otras circunstancias no sé qué decir. No hay nada en mi experiencia que sea comparable. Pienso como ustedes que esta guerra está más cerca que otras y, por lo tanto, las reacciones son más extremadas, solo eso, en ningún caso que otros conflictos sean más llevaderos o menos crueles. La limitación disminuye con la proximidad pero no resta intensidad a otras situaciones. En este caso, los cuerpos de civiles bajo la luvia, de gente que pensó que volvería a un lugar seguro tras conseguir comida o comprobar el estado de amigos o familiares o el significado de los bloques de viviendas destruidas desata la tristeza, pero hay algo más que se me resiste, sencillamente porque soy incapaz de imaginar el nivel de amargura, de desarraigo, de sinsentido.

Me pasa que contemplo y ya, cualquier expresión se me queda pequeña.