u apellido no se puede radiografiar entre los de las grandes sagas financieras, empresariales o políticas del lugar donde vive. No se sacó nunca carné del partido que tiende a ganar o que nunca abandona sillón institucional en su ciudad, comunidad autónoma o nación, ni mostró apoyo público, o privado pero por los cauces convenientes, a sus iniciativas. Tampoco se alineó públicamente con el partido de la oposición, que también ostenta su cuota de poder, maneja su propia red y genera posicionamiento. Con esto ha conquistado una certeza. Vivirá exclusivamente de su esfuerzo, sus méritos y su profesionalidad. Nadie le regalará nada ni se le ofrecerán grandes oportunidades inesperadas. Suena a condena bíblica pero sólo es real. Podemos poner muchos nombres a esta persona. Por ejemplo, África. Podemos incluso convertirla en continente. Hace un año vivíamos en plena competición entre laboratorios para conseguir la vacuna covid. Cada día en los titulares de todos los medios aparecían Pfizer, Moderna, Johnson & Johnson/Janssen, Astrazeneca. Cada uno generó sus adhesiones en función del porcentaje de efectividad certificada de su vacuna y del apoyo financiero de los laboratorios para posicionar su marca y su prestigio. De las vacunas cubanas Soberana y Abdala no hemos sabido mucho. De África, nada. Hoy sólo está vacunado el 20% de la población del continente vecino de abajo. Y la primera fábrica de África con licencia para producir vacunas covid para su enorme mercado está a punto de cerrar porque no ha recibido ni un pedido. La maquinaria de Aspen Pharmacare ni se ha puesto en marcha. Los responsables de esta empresa ubicada en una ciudad de Sudáfrica, y el propio presidente del país, se quejan de que las grandes agencias sanitarias internacionales no apuesten por un fabricante africano pionero. Pero sin apellido ni carné de partido.