ltimamente me equivoco con los emoticonos. Puede que sea por el calor, claro, pero puede que no. Y estoy preocupado. Ya he tenido algún malentendido. Porque además empiezas con los emoticonos y luego es ya un poco con todo. Dices Estoy fenomenal, pero no era exactamente eso lo que querías decir. O sea, como que hay siempre un temblor de inexactitud entre lo que querías decir y lo que dices. O entre lo que querías hacer y lo que haces. Ya sabes. Y antes no lo había, supongo. Y esa la cuestión. Me imagino que al pajarraco jubilado. A otro nivel, de acuerdo. Pero parecido: que no controla los mensajes que emite. Que no ve bien. Yo mismo, veo fatal. No veo las caras, cómo voy a ver los emoticonos. Y soy bastante más joven. En fin, lo digo porque si controlara de verdad, si viera, es decir, si supiera quienes son los que manejan su barca, ya sería otra cosa, ¿no? Pero puede que ni lo sepa, espero. Es como en el cuento ese, no me acuerdo: hay un desfile y un niño dice que el emperador va en pelotas y todos estaban fingiendo que no lo veían. Porque el simple no se enteraba de nada. Vamos, que todo era una farsa colectiva. Sin embargo, también eso es alucinante. Me refiero al hecho de que la farsa funcione. A la capacidad de nuestra especie para sostener las ficciones. Y para aferrarse a ellas con fiereza y hacerlas perdurar. Porque luego, ya sabes, llegan los descendientes con chaquetas modernas y te dicen: no, pero nosotros somos otros. Y ese es el truco, fíjate. Los marrones a los que os referís son del pasado, te dicen. Ya han prescrito, eran cosas de los de antes. Pero nosotros somos distintos, nada que ver, dicen. ¿Y cómo lo dicen? Con una sonrisa, vale. Pero muy en serio. Así es como lo dicen. Y funciona, ¿no es curioso? Que el truco funcione, digo. Que el viejo truco siga funcionando, ¿no es curioso?