reinta y tres personas con intención de quitarse la vida fundan una asociación para conseguirlo. Organizan un viaje en autobús que las llevará por Europa de un acantilado de belleza indescriptible a otro hasta que esa belleza les resulte lo suficientemente insoportable como para recordarles que el objetivo de la tournée es enviarlo todo a la mierda. Más o menos esto es lo que contaba en un libro que leí hace años Arto Paasilinna. Con sus herramientas de escritor, de finlandés con escasas horas de luz al día y de practicante del humor negro. Literatura. Y luego está eso que nos espera cada mañana en cuanto abrimos los ojos y que se llama realidad. Hace tres años se puso en marcha en Madrid la Unidad de Intervenciones ante Tentativa Suicida. Por primera vez se formaba a bomberos y bomberas en negociación, acercamiento y contención de una persona a punto de acabar con su vida. Esta persona en ese momento no quiere que nadie la contenga, o quizá en el fondo sí cuando se trata de un intento desesperado de llamar la atención más que de suicidio. Y podríamos debatir hasta qué punto es lícito y ético situar la defensa de la vida por encima de todo, incluso de los deseos de quien quiere acabar con la suya. Pero sólo quiero acercarme al bombero que sube a la azotea de un edificio sabiendo que su mano es lo último a lo que se puede aferrar esa persona. En estos casos la carrera contra el tiempo va al revés, no hay que apagar el fuego lo más rápido posible, sino con la mayor lentitud. En Bizkaia esta semana unos cuantos bomberos han prestado atención a un compañero con mucha experiencia en emergencias de todo tipo. Les hablaba de empatía y de escucha activa, algo que suele faltarnos. Escuchar sin juzgar a una persona que, por carencias, por incapacidad, por acumulación, ha llegado hasta el borde. Ser racional con alguien que en ese momento está secuestrado por la emoción. No engañarle, sino ofrecerle la última mano. O la primera, porque después vendrá la de una sanitaria, la de un psicólogo. Y a veces la mano de su madre, o la de su hija, o la de su amigo. Las manos de los héroes.