Nunca he estado delante de nadie que gane 1,9 millones de euros al año. No sé qué se puede sentir. Quizás piensas que hay una parte de ese botín que te corresponde. O quizás solo te fijas en si lleva bien limadas las uñas, o si ese día se ha cambiado de calcetines. Así que le pregunté el otro día al consejero Mikel Irujo. Y no porque él ganara esa pasta gansa, sino porque se reunió con Jochen Eickholt, consejero delegado de Siemens-Gamesa, un tipo que sabe mucho de ese trabajo sucio que alguien tiene que hacer. Y todo por 1,9 millones al año. Mikel me dijo que Jochen en las distancias cortas es muy renovable, ya que preside una empresa que va de eso. Por ejemplo, en marzo dijo que no sobraba nadie en la empresa y ahora dice que sobran 475 empleos en el Estado y 2425 en el resto de Europa. Ven, eso es tener un pensamiento renovable y sostenible, como su sueldo. No sé si el consejero navarro le cantó las cuarenta. Porque a un tipo así hay que jugarle fuerte y no prometerle más ventajas, subvenciones o relaciones fluidas. Sobre todo porque ese alguien maneja una cartera de pedidos de 33.600 millones de euros. Y eso no es precisamente capitalismo de ficción.

Y es que ese lenguaje amable y garantista acaba mal. Ya ven como ha terminado lo del circuito de Los Arcos, empiezas vendiendo una moto llena de aventuras y emoción a carcajadas y acabas perdiendo 60 millones de euros. Eso sí, pagando a escote. Pero muchos se han ido de rositas y con las cuentas sobradas de ceros.

A ver, nunca viene mal hablar y ofrecer oportunidades, incluso a tu propio enemigo de clase. Y por negociar que no quede. Y sí, las revoluciones tienen que ver más con la racionalidad que con la víscera, pero habrá que ir un poco más allá de la política gestual. Porque la calle está esperando ser conquistada de nuevo. Aunque solo sea para tachar del calendario los lunes al sol.