Susto de muerte el que se llevaron los espectadores de la Sexta, al ver aparecer en sus pantallas al defenestrado Mario Conde, en animada charla promocional del programa de Gonzo, que abrirá la temporada de Salvados, espacio de éxito iniciado por Jordi Évole y ofrecido en la actualidad por el citado humorista. Creíamos los paganos del consumo televisivo que el maestro de la gomina había desaparecido del almacén de figuras señeras de actualidad de la aldea global y que su presencia en la tele era un guiño maléfico del destino. Postura chulesca en ristre, mirada desafiante y clavada en el periodista, seguro y dispuesto a saltar sobre el entrevistador a la mínima de cambio, el conocido mago de las finanzas parecía haber vuelto a la programación para iniciar un viaje al pasado, no dejando títere con cabeza empezando por el exiliado borbón, con quien tenía buenas migas y ya se sabe que Dios los cría y ellos se juntan. La rocambolesca vida de esta figura del patio de Monipodio bien vale una serie glosando su vida, hazañas, desmanes financieros y otras perlas de su humana actividad. Personaje de la Transición, muñidor de partidos políticos que no llegaron a cuajar, habitante de la cárcel, seguro embaucador de aspirantes al poder, Mario Conde apareció fugaz en la tele y nos dio un susto de muerte pensando que volvía al ring, y al engañó fanfarrón. Afortunadamente era una promoción televisiva y pasado el choque inicial, la calma mediática nos mostró a un M.C. avejentado, de mirada cansada y decir seguro. La escandalosa vida de este manejador de voluntades y especialista en engañar a incautos y fantoches, Mario Conde, el afamado alumno de la universidad de los jesuitas de Deusto descansa sumergido en sus sueños de imperio y poder, regodeándose en lo que pudo haber sido y no fue. La tele de nuestros días no necesita de estos chamarilleros de pacotilla. Mario Conde no ha vuelto; es un simple reclamo televisivo.