El concepto del fútbol como un juego colectivo alcanza su mejor expresión en este Osasuna. Del trabajo desarrollado en estos años por Jagoba Arrasate se ha ponderado la recuperación del carácter ancestral y de un estilo pegado a lo que siempre ha sido la marca de la casa. Y partido a partido lo va mejorando. Es algo sencillo en su explicación pero difícil de ejecutar cuando, al gusto de la afición, hay que encajar las particularidades de los futbolistas foráneos con el gen de los jugadores de la cantera. Ya digo que el enunciado de la fórmula parece simple pero el éxito está en mezclar las proporciones adecuadas de cada sustancia, porque cuando se alteran sabemos que el experimento acaba mal. Pero Arrasate ha conseguido dar con el patrón. De otra forma no se puede explicar que convivan en el mismo espacio un jugador apasionado como Chimy Ávila y un futbolista científico como Aimar Oroz; un centrocampista contundente con el balón y con el adversario como Torró, y un canalizador del juego como Moi Gómez, que analiza al segundo cada opción de pase; un tipo con la doble personalidad de lateral-extremo como Manu Sánchez y un extremo entregado a labores defensivas como Kike Barja. Ese equilibrio entre lo que cada uno tiene y lo que puede dar para beneficio del grupo está impulsando a Osasuna por encima de las metas que pueden trazar a priori los presupuestos del club o el valor de mercado de la plantilla.

Los mosqueteros

Después de un partido como el de ayer, los focos apuntan a Chimy como autor de dos espléndidos goles adornados por la dificultad de los remates, uno con el pie y el otro con la cabeza; pero antes de que eso suceda hay, primero, una buena lectura de la jugada por parte de Barja y de Moi, y en el segundo gol, un desdoblamiento de Manu Sánchez, al que vuelve a lanzar Barja. Los goles no llegan solos y en su elaboración queda patente el trabajo y la repetición de movimientos en los entrenamientos. El protagonismo del delantero argentino acaba redundando en el equipo, que necesita de sus goles tanto como del temor que ya sembraba en las defensas antes de su doble lesión; y aún pecando de egoísmo en algunas intervenciones, Chimy ejemplifica en primera persona la prioridad de lo grupal sobre lo individual al adaptarse a una posición que le obliga a correr más metros, que le aleja del área y le empuja a trabajar en defensa. Sin embargo, arrancando desde la banda su presencia en el área es más difícil de detectar. Algún mérito tendrá Arrasate cuando percibió que su 9 tenía condiciones para ser un 8 a la vieja usanza. Pero para que Chimy salga revalorizado de la lectura de este partido, fue necesario que Aitor Fernández, educado en la discreción de los porteros que esperan pacientes su oportunidad, realizara dos paradas al final del partido que garantizaron la suma de los tres puntos que anclan a Osasuna en puestos de acceso a Europa.

Así las cosas, la suma de todos los esfuerzos nos presenta a un equipo equilibrado en todas las líneas, crecido en sus posibilidades, solidario en los esfuerzos y ambicioso en sus objetivos, y en el que Arrasate ha sabido plasmar el lema de los mosqueteros: uno para todos y todos para uno.