El lunes comenzó en la Audiencia de Sevilla el juicio contra el “Santo”, un hombre que dice ser la reencarnación de San Francisco Javier y se valió de eso para someter, maltratar y torturar a una familia entera durante más de tres años. Parece el guión de un thriller psicológico y, si no fuera porque todo lo que narran es verdad, nos daría la risa por lo exagerado que es todo. El “Santo”, su mujer y su hija, para las que también se pide pena de cárcel en el juicio, conocieron a una familia con muchos problemas mentales y emocionales, se hicieron sus amigos diciéndoles que les iban a ayudar a mejorar su situación y lo que hicieron fue instalarse en su casa, hacerse con todo, aislarlos, maltratarlos e incluso abusar sexualmente de la hija de 14 años. Hasta vinieron a Navarra a conocer la cuna de San Francisco Javier.

La estrategia que siguieron es similar a la que se utiliza en otras prácticas abusivas, como el grooming o engaño pederasta. Aquí son las niñas, niños y jóvenes quienes sufren el acoso de una persona que se gana su amistad a través de juegos on-line, principalmente. Al principio es fantástico hasta que el nuevo amigo comienza a acosarles y amenazarles para que les envíe fotos o vídeos de carácter sexual o incluso quedar para tener una cita personal. El infierno por el que pasan es terrible. También ponen los pelos de punta los timos de plataformas como Tinder. Aquí los estafadores románticos utilizan minuciosamente tácticas de abuso psicológico, como Simon Leviev que haciéndose pasar por el hijo de un magnate de los diamantes, pedía dinero a sus víctimas porque su familia estaba siendo amenazada.

Y suma y sigue. Está claro que es impresionante la capacidad que tenemos para creernos lo que queremos creer.