Admito que esto de que le enseñaran la puerta de salida a Maya públicamente no me lo esperaba. Que no iba a repetir como candidato de UPN en Pamplona era sabido, pero que el fuego amigo le haya forzado a un final tan abrupto es absurdo. Ya lo dijo Pío Cabanillas, ¡todos al suelo que vienen los nuestros!. O el mismo Romanones, ¡qué tropa!. Otro ejemplo del desconcierto en que navega a la deriva la UPN de Esparza, que sale a defender el derecho de Maya a decidir cuándo y cómo comunicará un futuro que ya está al descubierto y con el alcalde con el cuchillo del Bruto de turno clavado en la espalda. A Maya le anuncian el cierre una etapa política de 12 años, ocho de ellos como alcalde, a través de un medio de comunicación y él se resiste y niega que haya tomado tal decisión de no repetir como cabeza de lista de UPN o las siglas con las que comparezcan finalmente las derechas navarras tras el fiasco de Navarra Suma. No sé algo huele mal en la sede de Príncipe de Viana. Pese a que la decisión de no continuar era más que previsible. No ha sido tampoco esta una alcaldía fácil para Maya, en minoría e incapaz de lograr acuerdos más allá de sus siglas solo ha aprobado unos Presupuestos y de chiripa. Ya le ocurrió lo mismo en su anterior periodo como primer edil entre 2011 y 2015. De hecho, de estos últimos cuatro años hay muy poco que recordar o destacar de su acción municipal. La mayor parte de los proyectos en marcha en la ciudad vienen heredados de la Legislatura anterior, cuando la mayoría progresista de Iruña gobernó con Asirón como alcalde. Y las pocas iniciativas que han tratado de impulsar Maya y el equipo de Navarra Suma han quedado en nada y casi siempre generando malestar ciudadano. Sigue enzarzado con la pasarela del Labrit –parece que aprovechará la festividad de San Saturnino el próximo día 29 para su reapertura tras otra costosa reparación económica más–, imponiendo como gran idea las barras de la Plaza del Castillo y encabezonado con la reconstrucción de la presa de San Engracia pese a los informes contrarios de la Confederación Hidrográfica del Ebro y del Gobierno de Navarra. Como bagaje final estas ocurrencias parecen muy poco. Además de las razones objetivas que persiguen desde hace meses a Maya para poner fin a su ciclo político, resaltan otras dos evidencias: que la continuidad en la alcaldía está muy complicada para UPN. Y la obviedad política de que el tándem Esparza-Maya no es un buen ticket para los carteles electorales de 2023. Con Esparza ya nominado como cabeza de lista al Parlamento de Navarra, si había que quitar a uno de los dos de la foto electoral, solo podía ser el alcalde de Pamplona. Desconozco si Maya tenía tomada ya esa decisión y si quería hacerla pública con su propia agenda y tiempos, pero en todo caso se lo han anunciado por él. La cara descompuesta y el malestar que mostró Maya en este caso están más que justificadas. Maya ha cometido muchos más errores que aciertos para el interés general de Pamplona, pero tampoco se merecía una jugarreta así como ridícula escena final a su ciclo político. Una herencia complicada para quien le sustituya al frente de la candidatura tanto por el autoaislamiento político en el que ha decidido situarse UPN como por las sombras se imponen claramente a las luces en su gestión de Pamplona desde hace años.