El disparo de salida lo ha dado el PSN con la confirmación de la consejera de Hacienda y portavoz del Gobierno, Elma Saiz, como candidata al Ayuntamiento de Pamplona. El movimiento llega condicionado por el calendario interno de primarias, pero ha precipitado otros, con la confusión en torno a la salida de Enrique Maya como argumento central de la semana. A falta de que Geroa Bai confirme a su cabeza de lista, la batalla por la capital está ya servida.

Va a ser precisamente en Pamplona donde se va a centrar buena parte del debate electoral en la próxima campaña. Con la mayoría que sostiene al Gobierno de Chivite más o menos consolidada –la derecha está lejos de lograr una mayoría absoluta que hoy parece imprescindible–, lo que ocurra en los ayuntamientos va a determinar mucho la capacidad de formar mayorías también en el Ejecutivo foral. Y ahí la capital tiene un interés estratégico para todas las partes.

Especialmente para EH Bildu, que aspira a recuperar la vara de mando de la mano de Joseba Asiron. Y que previsiblemente necesitará el respaldo del PSN, que en 2019 optó por facilitar los gobiernos municipales de Navarra Suma para suavizar la presión que desde Madrid se estaba ejerciendo sobre las negociaciones del Gobierno. Aquello no sirvió para calmar a la derecha, vociferante toda la legislatura, y tras cuatro años de colaboración parlamentaria los aliados del PSN van a ser más exigentes esta vez.

Confusión en la derecha

Es el gran temor de UPN, que ve cómo la nueva mayoría progresista apunta al ámbito municipal. Último reducto de poder de una derecha que a seis meses de las elecciones sigue sin decidir cómo irá a las próximas elecciones, y que ahora se ve atropellada por el debate en torno a la sucesión de Enrique Maya. Un asunto que esperaba haber aplazado hasta tener definido un sustituto, -previsiblemente sustituta-, pero que se ha acelerado de forma indeseada.

Desde Sanfermines era prácticamente un secreto a voces que el alcalde no quería repetir mandato. Algo que Esparza hubiera preferido evitar, y que ahora le obliga a buscar no solo un cabeza de cartel atractivo, sino una candidatura de consenso que evite las tensiones de años anteriores entre el grupo municipal y el comité local. A fin de cuentas, el equipo de Maya sigue siendo el mismo que llegó al consistorio con Barcina, en algunos casos hace más de 15 años, pero no está claro que esté dispuesto a una renovación.

Los socialistas entre tanto han puesto ya la maquinaria electoral y han situado al frente de su candidatura en Pamplona a la portavoz del Gobierno y consejera de Hacienda. Una operación arriesgada con la que el PSN aspira a recuperar la alcaldía que perdió hace 35 años, pero que deja en una situación comprometida a uno de sus principales activos.

Saiz va a tener que hacer frente a un difícil equilibrio entre su responsabilidad institucional y su candidatura en Pamplona. Cargos que ha querido desvincular tras su proclamación como cabeza de lista, pero que no van a ser fáciles de diferenciar conforme avance la precampaña. No se puede hablar en nombre de tres partidos por la mañana y hacer campaña por uno de ellos por la tarde. Ni eso puede ser una excusa para no tener que responder a las preguntas que todavía siguen en el aire.

Ha dejado claro además que quiere seguir como portavoz hasta el final de la legislatura, dejando incluso la puerta abierta a volver al Gobierno tras las elecciones municipales, como ya hizo en 2019. Síntoma de debilidad por parte de quien parece asumir el reto con más disciplina de partido que motivación política, lo que puede lastrar sus aspiraciones si no es más clara en su apuesta por la capital.

Es legítimo que los socialistas aspiren a todo y jueguen sus bazas haciendo de la portavocía del Gobierno un trampolín electoral camuflado de excepcionalidad económica. Pero tras varios años de acuerdos parlamentarios y estabilidad política, los socios del PSN se merecen corresponsabilidad institucional y lealtad recíproca. Y los ciudadanos sinceridad en el mensaje.

Porque más allá de los nombres, Pamplona seguirá siendo una ciudad diversa y plural tras las elecciones. Y si la derecha no logra mayoría absoluta serán necesarios acuerdos que faciliten una alternativa. Ese va a ser el gran dilema en la próxima campaña: si el PSN va a estar dispuesto a hacer lo que no hizo hace cuatro años.

La experiencia de esta legislatura ha demostrado que los acuerdos son posibles cuando hay voluntad. El debate de esta semana en el Congreso ha sido elocuente en ese sentido. La apuesta por la distensión en Catalunya y los pasos hacia la normalización política en Euskadi le han abierto al PSOE un abanico de opciones impensable hace bien poco. Garantizándole una mayoría que no solo es estable, sino que está resultando muy productiva. También en Navarra, donde el Gobierno de Chivite ha solventado sin mayores contratiempos un mandato nada fácil.

Es la evidencia de que más allá del ruido constante de la derecha, que nunca se va a contentar porque su única aspiración pasa por recuperar el poder, las nuevas mayorías siguen teniendo recorrido. Y si ese camino vale en Navarra y vale en Madrid, difícilmente se va a poder negar en Pamplona y su comarca.