Estamos un día más ahí, en la terraza, con el café y dice Lucho: Mañana empieza diciembre, qué pereza. Y sí, es verdad. Ya están ahí los dichosos puentes, otra vez. Y la gente haciendo planes y planes, y más planes. Nunca dejan de hacer planes. El ser humano es una alimaña melancólica y ansiosa que hace planes. Conozco a unos que se van a Tailandia, le digo. Y entonces me dice que su hermano, el septuagenario, se va a Senegal. Sí, como lo oyes. Vamos a ver, Lucho es un ser imaginario, un producto de mi mente, de acuerdo, pero eso no le impide tener familia, como todo el mundo. De hecho, todavía tiene madre. Ellos le llaman Karen, pero en realidad se llama Ana Karenina porque al abuelo le gustaba mucho Tolstoy. Y va a cumplir pronto cien años. Tiene noventa y nueve, la vieja, y aún cocina. Por cierto, le encanta la ensaladilla rusa. Es broma. Pero bueno, a lo que iba, que el hermano de Lucho, el soltero, el que ha vivido siempre en casa, con la madre, y ya tiene más de setenta, dice que se va a Senegal, a un safari de semilujo, con una señora que ha conocido ahora, hace poco, haciendo yoga, y que al parecer es una mujer aventurera. Y sé de otros, también septuagenarios muy aventureros, que están en las islas Seychelles, creo, en un resort, todo el día tomando aperitivos y subiendo imágenes al Instagram. En serio, yo ya no entiendo nada. Ni lo pretendo, claro, qué pereza. Pero sí, empieza diciembre, eso es verdad. Y cada vez hay más mujeres que llegan a los cien años, eso también es verdad. Y cada vez más septuagenarios que se sienten súper bien y quieren vivir a tope mientras puedan. Suerte, tíos. Y cada vez más abuelas haciendo yoga y todo eso. No obstante, por consiguiente, yo no me voy a ninguna parte, claro, le digo a Lucho: me quedo aquí. Ahora bien, hago estiramientos de vez en cuando. Eso sí. Estiramientos sí, ese es mi lema. Me chiflan los estiramientos.