Vienen días de frío, avisan. No se sabe si el frío es polar o del normal, del más de aquí “hace un frío de cojones”, que es más llevable que el polar. La información o el léxico meteorológico se han espectacularizado y hay danas y olas de calor y rupturas del vórtice polar, que es lo que dicen que puede pasar la semana que viene, que se rompa el vórtice ese y nos helemos. A finales de noviembre y primeros de diciembre el año pasado fue cuando se dieron las nevadas y las lluvias y las tristes de recordar riadas, así que por qué no este año para celebrar el aniversario nos cae una polarada de mil pares. El caso es que oímos polar y ya te vas asustando. Y preparando. Hay un trajín de furgonetas de empresas de arreglos de calderas que me río de las furgonetas de reparto antes de San Fermín. Estamos revisando calderas y arreglando y mirando aparatos por las tiendas como si no hubiera un mañana, que por otra parte a saber si lo hay. Porque todo es así últimamente: como extremo, cuando no apocalíptico o directamente insoportable. Y hasta ahora pues no ha hecho frío frío, estos días pasados hemos tenido bajada de temperaturas pero lo que es normal para finales de noviembre, nada espectacular. Por eso nos avisan de lo de la semana que viene, para que vivamos un poco con ese susto en el cuerpo. O yo qué sé. Igual es para avisar en plan bien. Ya saben, para que nos preparemos con margen. Todos. Los que tenemos calderas en las casas y los que tienen que poner los medios para que nadie duerma en la calle. Hace poco pasé por los cines en los que dormían algunas personas hasta hace unas semanas. Daba dolor de corazón ver los montajes que tenían con sus vidas empaquetadas. Han puesto verjas en los cines y a saber dónde van ahora. Cada vez hay más gente sin donde dormir. Espero que el vórtice polar ese no le pille al ayuntamiento como hace unos días: sobrepasado de gente sin techo.