No por esperado deja de ser noticia. Sergio Sayas y Carlos García Adanero, en nombre de la Plataforma Navarra, irán a las elecciones forales y municipales de la mano del PP. Adanero incluso lo hará como cabeza de lista en Pamplona. El acuerdo abarca también las generales de finales de año, pero eso es algo que conviene tomar con prudencia. La derecha nunca ha ido separada a Madrid y lo que hoy parece claro quizá no lo esté tras el primer recuento de votos a finales de mayo.

El desembarco en cualquier caso ha comenzado. De momento son solo los dos exdiputados de UPN, pero podría haber alguna incorporación adicional, más simbólica que cuantitativa. Es en el fondo una OPA hostil del PP, que aspir a ocupar un espacio electoral que siempre se le ha resistido en Navarra.

Un territorio donde confrontan dos familias políticas que la derecha regionalista históricamente ha sabido inclinar a su favor, haciendo de los símbolos y de las instituciones una extensión de su propia marca electoral. Nunca ha habido opciones para la derecha clásica española, pilotada siempre desde Madrid con un profundo desconocimiento de la realidad sociológica navarra.

Esta vez sin embargo el PP cuenta con la indispensable ayuda de dos históricos referentes del regionalismo. Sayas y Adanero conocen bien las estructuras del partido, sus comités locales y su columna ideológica. Y pueden ser una puerta de entrada para una parte de los votantes desencantados con UPN.

El fichaje se ha celebrado además con júbilo en la derecha madrileña, y en especial en el PP, donde se han dejado seducir por el discurso bronco y frontal con el que los dos diputados se han enfrentado al Gobierno de Pedro Sánchez durante toda la legislatura. Y que ha tenido mucho éxito en los ámbitos más radicalizados de la derecha en las redes sociales. Las reacciones de los últimos días en algunos medios digitales ha sido elocuente.

Como en 2008

Que eso vaya a ser suficiente para sustituir a UPN como fuerza referencial de la derecha a medio y largo plazo, o al menos aspirar a ello, es otra cosa. Porque ni Sayas ni Adanero lideraban ninguna corriente interna en UPN, ni su plataforma representa a nadie más que a los dos diputados. Por muchas adhesiones que hayan recibido durante este último año, va a ser difícil ver a figuras de relevancia dar el paso al PP. A fin de cuentas, la alianza no deja de ser una decisión personal de dos cargos públicos que aspiran a seguir en política, y los populares no tienen muchos puestos más para ofrecer en Navarra.

La operación recuerda mucho a la ruptura que UPN propició en 2008. En aquella ocasión fue Miguel Sanz quien decidió poner fin a la unidad de la derecha –mucho más asentada de lo que está ahora Navarra Suma–, convencido de que así podría gobernar con el apoyo del PSOE. Y también entonces el PP de Rajoy creyó que el apoyo mediático de Madrid y el fichaje de algunos referentes de la derecha navarra, como José Ignacio Palacios, Calixto Ayesa o el propio Jaime Ignacio del Burgo, sería suficiente para ocupar el lugar que corresponde al partido hegemónico de la derecha española

Solo Santiago Cervera pareció entender que aquello no iba de fichajes. Sino de crear cuadros nuevos y, sobre todo, un discurso propio y alternativo al regionalismo conservador en el que se había convertido UPN. Una oferta política seria, moderna y trabajada con visión de medio plazo. De ahí salieron algunos dirigentes que luego han hecho carrera en el PP, como Pablo Zalba o Ana Beltrán. Y pudo haber tenido recorrido si las urgencias de Madrid no se hubiera impuesto a las de Navarra.

Pero la apuesta duró poco. El voto en contra a la investidura de Barcina y Jiménez en 2011 y la misteriosa caída en desgracia de Cervera llevaron al PP de vuelta a la órbita de UPN. De la mano de María Dolores de Cospedal y bajo el mandato de Barcina, el PP quedó relegado a lo que es hoy en Navarra. Un partido sin arraigo, sin estructuras y sin discurso propio.

Quizá ahora sea diferente. UPN ya no está en el poder ni tiene expectativa de recuperarlo a corto plazo. La pérdida de identidad del regionalismo es mayor todavía que la de los populares y hay un desencanto generalizado en la derecha sociológica tras ocho años de oposición y la perspectiva de otros cuatro que puede animar a una parte del electorado a buscar nuevas referencias.

Dependerá en gran medida de lo que pueda plantear el PP. Y va a necesitar algo más que dos cromos y algunas candidaturas municipales. Más allá de los errores que haya podido cometer Esparza, UPN sigue siendo la marca de referencia para la derecha en Navarra, sigue contando con el apoyo del poder económico y mediático, y tiene implantación en todo el territorio foral.

Se equivocará el PP si cree que solo con el peso de sus siglas y el apoyo de la prensa en Madrid va a hacerse un hueco en Navarra. Va a necesitar un proyecto mucho más sólido, con perspectiva de largo plazo e identidad propia, y que salga de la crítica a Sánchez como argumento para todo. O acabará en el mismo lugar que la última vez, con una representación menor y condenado a aceptar lo que le pueda plantear UPN cuando a los regionalistas les interese recuperar la unidad táctica de la derecha.